Comentario a “Despejar la ecuación: el México de López Obrador y la “cuarta transformación”[1]: se propone en este importante artículo publicado en la revista Polis este año, que hay en curso un cambio efectivo del Estado y de sus relaciones con la sociedad promovido por la llamada Cuarta Transformación (4T), en un escenario que ya no es igual al que nos acostumbró el neoliberalismo. Y a la vez, que esta transformación es paradójica, modifica áreas estratégicas del Estado, pero no ha resuelto las mediaciones de su relación con la sociedad. Es posible entonces que sea parte de una larga historia de cambios de arriba hacia abajo, sin convocatoria y participación de los grupos populares afectados.
Entiendo estas afirmaciones como hipótesis de trabajo que ya aterrizan en caracterizaciones de los espacios que se transforman. Reflejan en parte a un segmento de autores que recupera y que engrosan una bibliografía sobre el tema, y, por lo tanto, es un “estado del arte” orientado a la comprensión que al enjuiciamiento del proceso estudiado y que se sedimenta según avanza la experiencia de este gobierno. En su formulación paradójica aporta un carácter polémico como una importante contribución a una agenda de investigación y reflexión cada vez más sólida y comprometida con la comprensión de este fenómeno sorprendente, más allá de las luchas del momento y sus deslindes a favor y en contra.
A contracorriente del “sentido común” de la comentocracia y los medios masivos orientado a afirmar la “destrucción de las instituciones democráticas” como tarea sistemática de este gobierno; señala las áreas específicas donde está ocurriendo una transformación positiva, en coincidencia con varios autores, pero lo coloca en otro rango teórico y político: el papel del Estado, el gran ente que es eje de la vida pública y de su gestión, deslindando así su propuesta de otros acercamientos que mencionan las partes, pero no al sujeto mismo que les integra y da sentido.
Es un “regreso al Estado” como problema central de la coyuntura luego de que la reflexión política se centró en subsistemas de partidos, de instituciones democráticas, de medios y de opinión pública, y de “ingeniería” constitucional y que, además de esta vocación hacia las partes, se “despolitizó”, colocando los problemas en un limbo donde el conflicto y sus tendencias sólo existen como oposiciones abstractas, por ejemplo, democracia versus autoritarismo o populismo, y muy poco con los campos de lucha política y social de cada momento.
Es un regreso afortunado el que realiza en “Despejar la ecuación” al menos en dos sentidos. Retoma el florecimiento del pensamiento crítico registrado en los años setenta en una coyuntura también decisiva, cuando los socialismos y las muy diversas variantes de estados de bienestar y de desarrollismo nacionalista entraban en crisis y se anunciaba la desestructuración que le abrió paso al neoliberalismo. Fue un momento de alta intensidad donde el Estado se colocó al centro de las reflexiones, con influencias estructuralistas (Althusser y Poulantzas) y de la filosofía de la praxis (Gramsci).
Ahora, cuando las secuelas sociales y políticas de la gran crisis del 2008-2009 sacuden al sistema neoliberal, con desbordes a escala nacional por la derecha y la izquierda de su consenso dominante, vuelve a regresar la cuestión del Estado. Ya no, como ocurrió en los setenta, con el signo negativo de generar las crisis, sino con un signo positivo, como regulador y estabilizador del sistema o bien como eje de su gradual superación en las experiencias latinoamericanas muy diversas que se mencionan como “progresismo”. El autor se planta en ese dilema actual y en gesto decisivo de continuidad teórica, muestra la vigencia de la “ecuación social” de René Zavaleta, tal vez el mayor referente teórico en nuestra América, planteada justo en el hervor de los años calientes de los años setenta.
EL ESTADO
“Como parte de una historia nacional, el gobierno que encabeza AMLO expresa la consolidación de una tendencia al seno de la sociedad que perfila una transformación del Estado y el emplazamiento de un nuevo orden político. Para decirlo con el lenguaje más clásico, un cambio gradual que derivará en una modificación de porciones significativas del régimen político. Entendemos de manera amplia al régimen político como un conjunto de instituciones que amalgaman al conjunto de las fuerzas sociales y políticas, a partir de articulaciones específicas como lo son los partidos y sus programas, el lugar del mercado en la sociedad, el papel del Estado como regulador de la vida social. Demostraremos que el gobierno de AMLO expresa un cambio en la “ecuación social”, en la medida en que vincula “sociedad civil y sociedad política” de manera distinta, pero también porque modifica el significado propio de esos componentes. Así, el gobierno de la 4T es un replanteamiento de la “ecuación social” existente, antes que la sustitución de ella.”[2]
En este texto el Estado es un ente con arquitectura y sentido propio e inserto en relaciones con la sociedad. Puede tener rangos de autonomía y está cruzado por relaciones sociales y políticas enmarcadas en un régimen político, o la articulación de la sociedad política y la sociedad civil dependiendo del continente teórico desde el que se le nombre. A lo largo de su ensayo trata en primer lugar el espacio de la transformación al interior del Estado y luego las modificaciones en las relaciones con la sociedad, tres mundos societales en la inmensa pluralidad de la sociedad mexicana: empresarios, clases medias y segmentos populares. En estos pilares estatales y de relaciones con la sociedad descansa la pregunta teórica de si en México se ha “despejado la ecuación”, es decir, si se pasa de un régimen político a otro.
LAS TENDENCIAS QUE MOLDEAN A LA 4T
El proyecto de la 4T es resultante de dos trayectos, propone Jaime. Por un lado, el cambio que realiza el neoliberalismo en el lugar del Estado, que disminuye su capacidad para regular la vida social y su capacidad soberana, es decir, como poder supremo. El Estado se “achica “y a la vez se expande el lugar y el papel de los mercados. Y por otro lado la ruta de un líder local que asciende a líder nacional a través de movimientos y causas populares y a una tendencia social y política de fuerte raigambre en el país, lo nacional – popular.
Me detengo primero en la importante idea del cambio neoliberal en el Estado, y que consiste en un desgaste de su figura y función ya sea por la corrupción entre elites políticas y económicas que controlaban sus decisiones, la delegación de sus responsabilidades públicas de gestión a manos empresariales, y una reestructuración de sus procesos decisorios con la creación de “organismos autónomos” en diversas áreas de economía y de la política, que restringieron su ya mermada autonomía. De manera particular resalta la sangría de recursos y facultades del Estado que se realizó con una variedad extensa de expedientes: la extrema riqueza exenta de pagar impuestos, el robo del patrimonio federal con estafas maestras o huachicol, y un largo etcétera.
“La 4T colocó en el centro del huracán la captura del Estado para (favorecer) los intereses privados. Varios fueron los frentes que se abrieron en este tramo de la reforma del Estado. El objetivo ha sido el de modificar la relación de los grupos empresariales con las instituciones del Estado. (…) Un conjunto de elementos que aspiran a la recuperación soberana de fracciones de la vida social, en las que se había dejado el control a los privados.”[3]
Sigue así varios frentes de acciones que en efecto se proponen recuperar no sólo los recursos económicos, el excedente transferido a los más ricos, sino sobre todo a la “recuperación soberana” de la gestión y regulación social. Los años noventa y parte del siglo XXI popularizaron en el mundo las “reformas del estado” que persiguieron adecuar al aparato estatal como una formidable maquinaria de transferencias y de fomento a la sociedad de mercado, y a la captura de instituciones como transición democrática hacia la transparencia y el control ciudadano del Estado. Nuestro autor considera que la 4T en los hechos hace una reforma de esas reformas, emprende el camino inverso para restablecer su autoridad, sus campos de acción y su financiamiento y gasto.
En el otro trayecto que moldea a la 4T, resalta que el líder popular de masas, Andrés Manuel López Obrador, luego se convierte en un hábil dirigente nacional del PRD con el que logra las más altas votaciones, y un jefe de gobierno eficiente de la ciudad de México donde se muestra un modo de gobernar que ya anuncia lo que sería, 12 años después, su ejercicio como presidente del país. Se destacan tres rasgos: colocar en primer plano público a los pobres y a programas de apoyo con ambición de universalidad (el apoyo a los adultos mayores) y a la vez, concretar alianzas y climas que permitieron una conjunción de inversión pública y privada exitosa, con una forma de comunicación en formato de conferencias de prensa en la mañana, donde dictaba la agenda pública local y en ocasiones, la nacional.
Pero tal vez lo más innovador del planteamiento del autor con respecto a este otro vector es la recuperación explícita que hace nuestro autor de lo nacional popular y su fuerte vínculo con la llamada 4T, que se reclama parte de un trayecto histórico republicado, signado por tres momentos previos de irrupción popular en la política y de reafirmación de la vida pública republicana.
“Desde nuestra caracterización, corresponde a una reinvención de lo “nacional-popular”, trayecto político e ideológico con fuerte raíz en la nación mexicana. Siguiendo la definición lanzada por el ya citado intelectual boliviano, René Zavaleta, lo nacional-popular es un proceso socio-político en el cual la disputa por el excedente social va en paralelo de la transformación de la “ecuación social” (Zavaleta, 2008), es decir, en el vínculo relacional que tienen sociedad política (el Estado) y la sociedad. Es decir, un cambio en la forma en que la riqueza de la sociedad, mediada por el Estado, se reparte y utiliza, al tiempo que se ensanchan figuras y formas democráticas existentes o se crean nuevas”[4]
Y agrega: “Lo “nacional-popular” no es un proyecto “anti-capitalista”, sino un horizonte de construcción sociopolítica que involucra el fortalecimiento del Estado y su capacidad de intervenir, en favor de los grupos populares, frente al orden de los intercambios privados generalizados (el mercado), el cual no aniquila, pero busca gobernar, ya sea por medio de la contención o de la regulación.” (p. 87) Es por tanto un proyecto para luchar por formas históricas de capitalismo y transitar de un modo, dominado por las relaciones de fuerza mercantiles incluida la política, hacia otro que reequilibre a las fuerzas sociales, se ganen derechos y terrenos de lucha menos hostiles para las clases populares y adquiera mayor capacidad soberana el Estado para reorientar al país. Habría que subrayar que esa pugna por modificar relaciones de fuerza dentro del capitalismo no es un error de estrategia sino el estado actual de las luchas sociales y políticas que no apuntan hacia una revolución del sistema.
El autor agrega otro asunto esencial para entender no sólo el triunfo electoral de la 4T, sino también, según este comentarista, para explorar la gobernabilidad resultante. Señala que hay una “reinvención” de este trayecto con fuerte raíz en la historia mexicana, y que de la política de masas se salta hacia una “activación de la protesta ciudadana” que se orienta hacia la arena electoral, aunque existan resortes de movilización social importantes, para confrontar al pacto oligárquico que conduce al Estado y a la nación. Se dibuja así la forma pacífica y legal para acceder al gobierno, concentrada en la movilización ciudadana para ir a votar, pero también, como veremos, un sustrato importante para la forma realmente existente de relación entre gobernantes y gobernados.
LAS RELACIONES ENTRE ESTADO Y SOCIEDAD
Una vez ubicadas las áreas al interior del estado donde se registran los síntomas mas precisos del cambio, nuestro autor encara la otra gran dimensión de las transformaciones en curso, en su ritmo y tendencia en ocasiones inciertas y aún sin consolidaciones plenas, vale decir, en proceso:
“La característica principal del gobierno de AMLO es la de transformar el régimen político, a partir de la modificación de instrumentos de procesamiento de conflictos y articuladores entre las distintas instancias de la vida social. Quizá la expresión conceptual más acertada sea la de las mediaciones y los mediadores. AMLO y la 4T proponen una transformación de las mediaciones que vinculan al Estado con la sociedad y parcialmente de las que lo articulan con el mercado. De tal manera los mediadores anteriores con la sociedad han sido desplazados y aún no se han sustituido por otros, en tanto que frente al mercado se ha optado por una estrategia de retirada de su influencia en ámbitos de decisión política y pública” (p. 90)
En el texto se encuentran tres franjas de la relación con la sociedad donde se advierten estas modificaciones que se concentran en la idea de las mediaciones y los mediadores. Una es la de las relaciones con los empresarios, distinguiendo entre los que concentran poder, riqueza e influencia, y la base social de esta clase, una extensa red de medianos y pequeños empresarios. La otra franja son las llamadas clases medias haciendo referencia preferente a la que es parte de redes de poder, con recursos para intervenir en lo social y en la política y que tuvieron una fuerte relación de colaboración con los gobiernos neoliberales anteriores. La tercera es la parte baja de la pirámide social mexicana, su extensa base social donde las mediaciones organizativas y de interlocución popular con los gobiernos también sufrió cambios y desplazamientos selectivos con el neoliberalismo y que no se mencionan. Por ejemplo, reconfigurando sus papeles de acompañamiento en la educación y generación de propuestas de gestión sobre problemas locales, asesorías en el conflicto y mediaciones con redes de abogados, de creación de frentes con organizaciones hermanas y expresiones políticas. Esta amplia agenda de asuntos ligados a la construcción de capacidades populares se concentró en el rol de interlocutores para “bajar recursos” de los programas federales. No en todos los casos, pero se facilitó que los mediadores crearán nichos de poder con clientelas hacia abajo y ligas con segmentos de las burocracias gobernantes y sus políticas. Otro asunto que aparece poco explotado en la bibliografía en marcha sobre la 4T y lo que hereda.
En acuerdo con otros autores, distingue que la tensión que introduce la 4T en su relación con los grandes corporativos, los organismos empresariales habitualmente controlados por ellas, y los gobiernos. No se propone una ruptura frontal sino dar bases para otro trato y ese punto es esencial para considerar el papel de las mediaciones en la gobernabilidad que anuncia el nuevo gobierno. Los arropa con ventajas específicas (no imponer una reforma fiscal y congelar los impuestos, por ejemplo) y les exige cumplir con las normas existentes, por ejemplo, pagar sus impuestos con un sistema de recaudación mejorado, o no ejercer el tráfico de influencias para lograr licitaciones. De ese modo se logra un objetivo político: pierde centralidad la gran empresa corporativa, se nulifica su influencia política en las decisiones de estado, pero sin arrojar al sector empresarial hacia los opositores.
Al referirse a la “sociedad civil” en realidad menciona, como ya se dijo, a una parte de un universo de organizaciones y grupos “mediadores” entre segmentos muy específicos de poblaciones y sus problemas, la constituida por los grupos más beneficiados por la reorganización social de los mediadores ocurrida durante el neoliberalismo, quien confrontó o transformó a una buena parte de la otra sociedad civil, ligada a movimientos y a poblaciones con causas específicas. Jaime menciona a las organizaciones de científicos que capturaron al CONACYT, la instancia financiadora y dadora de reconocimientos al salario base de muchos profesores e investigadores, así como a las abiertamente ligadas a empresarios, así como los grupos de expertos y especialistas que coparon otras instituciones autónomas y en mucho como resultado de negociaciones políticas de partidos y de lobby de intereses. A diferencia de lo que ocurre con los empresarios, aquí se registra una confrontación abierta en la idea estatal de desplazarlos de los nichos que habían conquistado y en contraparte, estos segmentos se suman a las críticas de las oposiciones de derecha proempresariales. El resultado de esta polarización es alto, dice Ortega, pues en las elecciones del 2021 el partido oficial, Morena, pierde en grandes ciudades con altos índices educativos.
Las relaciones entre Estado y sociedad cierran con un problema: lo que a juicio de Ortega y otros analistas como Gustavo Gordillo y Carlos Illades, es un grave hueco: la población más castigada por el neoliberalismo si bien recibe de manera directa diversos apoyos, carece de sus mediadores tradicionales, es decir, hay una política deliberada que “Ignora” a organizaciones campesinas, obreras y crea varias tensiones con movimientos sociales importantes, como las mujeres y las causas de pueblos originarios por territorio y gobiernos propios. La acción del estado, a diferencia de lo que ocurre con los empresarios, desplaza a una extensa capa de mediadores y a la vez, no crea una nueva capa. Así se configura una paradoja, la de una 4T que apela discursivamente al pueblo, pero no propicia que se convierta en sujeto activo de esta transformación. Pero, además, aparece un problema sustantivo: ¿cómo gobernar a una sociedad abigarrada para la cual el Estado ha requerido de manera histórica de mediaciones y mediadores?
Así, el cierre del texto se consolida la idea expuesta al inicio. El trayecto de la 4T se puede caracterizar como un “momento nacional popular” de acuerdo con la noción conceptual de Zavaleta, un momento de lucha por otra forma de capitalismo, no por su superación, que sin embargo logra cambios en su régimen político sin sustituirla por otra ecuación social, asunto que se evidencia en el manejo de las mediaciones con la sociedad. Su grave saldo es que carece de una salida de movilización social que fortalezca al campo popular. “AMLO es un líder de masas que no convoca a las masas”. Transforma de arriba hacia abajo sin mediaciones societales. No cumple con el “populismo clásico”, no se ha registrado la acción del pueblo como actor que se moviliza y se confronta con las élites oligarcas. Su relación con la sociedad se realiza a través de formatos de universalización de apoyos que no fortalecen al tejido de las mediaciones organizativas. Por lo tanto y de manera paradójica México “despeja” su ecuación social. Hay transformaciones ciertas y en curso, el Estado se refunda en sectores clave y se transita hacia un escenario diferente al acostumbrado en el neoliberalismo, pero es una transformación sin grandes actores colectivos y empujando el proceso.
HACIA UNA AGENDA ABIERTA
El artículo “Despejar la ecuación: el México de López Obrador y la “cuarta trans- formación”, como ya se dijo, una fundada y polémica intervención que aporta al esfuerzo colectivo por comprender la experiencia singular de la 4T. Deja al lector, como fue mi caso, en ánimo de coincidir y también con preguntas sobre tan importante esfuerzo. Hago un breve esbozo de las principales en ánimo de imaginar a ese esfuerzo colectivo como una agenda abierta de problemas que las comunidades involucradas logren consolidar, en ánimo respetuoso de compartir coincidencias y diferencias.
Un tiempo incierto: “Despejar a la ecuación social”, ubicar las transformaciones dentro del Estado y el régimen político (articulaciones de la sociedad política con la sociedad civil) ocurre en un tiempo muy agitado donde irrumpen acontecimientos inesperados. Son años de fractura de la globalización donde las reglas aceptadas empiezan a cambiar: se negocia con Trump con tarifas arancelarias que supuestamente ya no se utilizan entre países con tratados de libre comercio, por dar un ejemplo. Irrumpe la pandemia y la parálisis social y productiva que abre la puerta, con otros acontecimientos, a una crisis de dimensiones globales, su signo, la caída estrepitosa de las monedas y bolsas. De ahí que un primer criterio para evaluar a la 4T consistiría en cómo navegó y navega estas aguas agitadas, retos fuera del Plan imaginado, y que desafiaron su capacidad de conducción. Estas irrupciones de lo inesperado se asoman, pero no se concretan en el análisis del tamaño de sus desafíos.
El reino de la contingencia: La naturaleza de la política del periodo de la experiencia 4T se puede reflejar en parte en la idea-metáfora de la guerra de posiciones gramsciana: un laberinto de construcción institucional y de poderes de facto, muy complejo y erizado de trincheras preparadas de antemano, con amplios recursos que se ejercen en cada coyuntura y abriendo varios frentes para defender cada nicho de poder que se intente arrebatar. El autor explora ese terreno y abre una buena brecha en el problema mayor, la comprensión que ahora debemos tener, con los paisajes frescos y vigorosos de las batallas aún en curso, de la hegemonía neoliberal, y que requiere del reconocimiento y exploración de ese extenso laberinto. Sin embargo, no queda clara la exposición de un “régimen político”, del modo fino de enlace de la sociedad política y la sociedad civil que produjo el neoliberalismo y que es el terreno de lucha de esta guerra de posiciones. La rehechura constitucional y de leyes secundarias, así como la colonización a fondo de los poderes republicanos, una vigorosa “sociedad civil burguesa” de corporaciones, organizaciones, medios masivos, control de la opinión pública y de las narrativas de cada suceso; esfuerzos por articular oposiciones sociales muy valiosas y legítimas (mujeres y pueblos, Ayotzinapa) con sus frentes y agendas. Y otro muy dúctil y evanescente, el poder blando, amable o seductor, pero que forma las bases de un “sentido común” que luego se puebla de razones, los resortes más profundos que configuran las subjetividades: el consumismo, el crédito y los modos de vida ejemplares, la actitud del espectador ante el desfile de la “realidad” de las pantallitas, la blanquitud en una sociedad estamental, clasista y racista; la creación de fobias y filias en redes, y un largo etcétera. La hegemonía neoliberal es muy dúctil y extensa, afecta incluso y de manera muy fuerte a la teoría y a los conceptos. ¿Es o no el “populismo” como categoría normativa, que distingue en ejercicios de poder intelectual lo “normal” de lo “anormal”, lo “civilizado” de las barbaries pasionales, una categoría que debería ser revisada a fondo, un asunto de la hegemonía neoliberal en el terreno sofisticado de las teorías? Sin esa revisión lo nacional popular será visto de manera externa y ajena, asunto a corregir o evitar, no como una fuerza de imaginarios que hay que resignificar y potenciar.
¿Qué significa “despejar la ecuación” en el análisis fino de los terrenos de lucha heredados para las clases populares, se mantiene la derrota laboral en el derecho, en las negociaciones del salario, en el reconocimiento de sindicatos democráticos, por dar un ejemplo? ¿Qué significa cómo trayecto posibles para desmantelar esa formidable construcción hegemónica, pensar por ejemplo en procesos prolongados, de varios sexenios, para afectar en serio a este laberinto fortificado y armado, en esfuerzos con múltiples frentes en cada coyuntura? ¿cómo incidir en el “sentido común”, el cemento que cohesiona a los de arriba y a los de abajo?
EL PROBLEMA DEL MANDO
Es desde el terreno de esta guerra de posiciones complicada con la irrupción de eventos inesperados y de gran calado que se tendría que tratar de comprender el problema del Mando, es decir, si el gobierno de la 4T tuvo la capacidad para conducir sus intenciones de cambio, en otras palabras, si convierte la potencia que le ofrecen las elecciones del 2018, en poder para conducir un proceso. En América Latina ese conjunto heterogéneo llamado progresismo, es un abanico al respecto: en el extremo Perú con un gobierno acosado que dedica su mayor esfuerzo a preservarse. En medio, Argentina y en parte Chile con poderosas oligarquías y capturas de su poder judicial y el Congreso que avanza con mucha dificultad. Y en el otro extremo, México y Bolivia cuyo ritmo de avance y cristalización de objetivos es intenso.
México destaca pues en lugar de experiencia previa en el progresismo como Bolivia, afronta a una de las construcciones más sólidas de instituciones, poderes civiles y sentido común tal vez semejante a la de Chile. Y, sin embargo, sin dejar de señalar deficiencias y huecos, resaltan un consistente avance en varios frentes. ¿Cómo se formó ese Mando, sólo es el liderazgo de un personaje, hay detrás un tejido de áreas del ejecutivo federal, cuál es la importancia en ese sentido de Hacienda y el Ejército, hay tejidos de coaliciones amplias que entretejen al estado y a la sociedad, o es un fruto frágil de decisiones de fuerza?
ESTADO Y SOCIEDAD
El autor aporta ya un análisis esencial de las mediaciones y en ese contexto se pregunta por la gobernabilidad de una sociedad muy heterogénea y los riesgos potenciales de la ingobernabilidad. Y con ello aparece otro foco, otra perspectiva que habrá que profundizar desde este terreno espinoso y conflictivo de la guerra de posiciones. ¿Ha existido en estos años agitados algo parecido a una crisis de gobernabilidad? ¿La sociedad abigarrada y compleja se ha desgarrado en algún momento, sea en sus franjas de clases empresariales, medias o populares? ¿Se han pervertido las dinámicas republicanas y se ha vivido la supresión de algún poder? ¿Los procesos electorales se convirtieron en confrontación civil o en pleitos jurídicos interminables? ¿Se han amenazado las libertades civiles o las garantías sociales? En mi opinión hay evidencias de una estabilidad social, política, republicana y democrática con focos potenciales de desestabilización. Y por ello se sostiene la siguiente pregunta ¿Qué está ocurriendo en esta relación Estado -sociedad que no se descarrila?
EL PODER AL CENTRO
Colocar al centro al Estado implica un regreso vigoroso a pensar la política en su entramado de poderes, y a lo social como una potencia capaz de generar poder. ¿Qué es lo que está en juego en esta guerra de posiciones, la precariedad del Estado chico en atribuciones y recursos o, sin descartar lo que parece más un efecto, una reorganización de la jerarquía de los poderes, rehacer a uno como soberano y lograr la progresiva supeditación de una constelación inmensa de poderes bajo las reglas de una nueva gobernabilidad?
¿No ocurre algo parecido en las relaciones entre el Estado y la sociedad, donde las mediaciones y los mediadores, con un poder derivado de su función, afrontan ese dilema, o se re-adscriben en una reorganización de esa jerarquía que les reubica sus funciones y les despoja de una acumulación de atribuciones y roles que se crearon en el neoliberalismo o quedan fuera del contacto directo entre Estado y sociedad? ¿Abona sólo a su destrucción o abre también otra ruta hacia su refundación?El ensayo que comentamos me parece entonces una contribución sustantiva a este ya importante incremento de libros, artículos y ensayos que se proponen comprender las muchas singularidades de la experiencia de la llamada 4T. Aún faltan muchos de sus espacios por explorar. Faltan por ejemplo los estudios regionales y a ras de tierra tanto de lo macro como de lo micro, las experiencias productivas, de construcción de un orden social propio, como lo que se avista con el Plan de Justicia para el pueblo Yaqui, una propuesta nacida de sus autoridades y expertos para gobernar y desarrollar su región, y de las coordinadoras como Agua para Todos, agua para la vida. Y en esa ruta de ánimos que apuesten a la comprensión, que reconozca insuficiencias y errores y con capacidad crítica y propositiva , se perfile una Agenda abierta de diálogos por donde avance el combate de ideas a favor de “despejar la ecuación” mexicana.
[1] Ortega, J. (2022). “Despejar la ecuación: el México de López Obrador y la “cuarta trans-
formación”. Polis Revista Latinoamericana, 21 (61), 80-97. doi: http://dx.doi.org/10.32735/
S0718-6568/2022-N61-1705
[2] Op. Cit., p. 81.
[3] Op. Cit., p. 92
[4] Ibid, p. 87