No hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria. Aunque yo añadiría a la inversa: tampoco tiene sentido la teoría revolucionaria sin práctica revolucionaria. Este binomio teoría y práctica es lo que -creo yo- nos enseña el marxismo, que hay que combinar.
Y bueno, efectivamente hoy vamos a abordar un tema que tiene que ver con la teoría, con la teoría marxista. Pero tiene que ver también, y debe ser un instrumento para la práctica, para la práctica revolucionaria. Y el tema es el trabajo doméstico de las mujeres y el trabajo productivo por cuenta propia de los agricultores pequeños y medianos, de los campesinos y las campesinas.
Yo le he llamado a esta primera exposición introductoria, muy breve, para situar el tema, después habrá preguntas y respuestas: “De aquelarres y Jacqueries”, y el subtítulo es “Modalidades excéntricas de la subsunción del trabajo en el capital”. Obviamente estoy pensando en el trabajo no asalariado.
Aquelarres es donde las brujas insumisas celebran su condición y jacqueris en donde los rústicos, los campesinos oprimidos cobran venganza de sus opresores. Experiencias emblemáticas de que lo propio de las mujeres y lo propio de los campesinos es contravenir. Contravenir un sistema de ya muy larga data que ha cambiado las formas de oprimir y explotar, pero que sigue imperando.
También la manera de luchar de las insumisas, de los insumisos, se ha modificado, pero con otros nombres -me parece a mí-. Los aquelarres y las jacqueries siguen ocurriendo, se siguen celebrando porque sus causas profundas, sus causas estructurales, permanecen. Y de estos jacqueries, de estos aquelarres y sus formas contemporáneas, y de su base estructural de su origen estructural, nos ocuparemos hoy.
El mayor aporte de la crítica de la economía política desarrollada por Karl Marx es haber desentrañado los mecanismos que sustentan la explotación del trabajo asalariado por el capital. Y si es así, qué mejor manera de probar que el marxismo sigue vigente -como yo pienso que sigue vigente-, que emplear sus conceptos principales para dar razón del saqueo económico, ya no del proletariado. Exploración que de manera igualable hizo Marx en El Capital, sino de sectores de la población igualmente laborantes pero no asalariados.
Contingentes sociales, sin duda muy presentes en la sociedad moderna, pienso yo que notablemente protagónicos en las luchas libertarias; estamos hablando de mujeres y de campesinos. Pero estamos hablando también de comunidades indígenas, jóvenes y artesanos. Igualmente de un cúmulo de grupos y de sectores sociales hoy muy presentes en el panorama político y en la resistencia, que no necesariamente son de manera directa asalariados, que no necesariamente están insertos al modo proletario en el circuito del capital.
Me refiero principalmente -en esta exposición- a las mujeres y los campesinos. A las mujeres en su condición económica de trabajadoras domésticas. No agoto el tema del género en su condición de trabajadoras domésticas. Esto es una dimensión que se les ha impuesto, pero en efecto ahí están la mayor parte de las mujeres del mundo teniendo que desempeñar labores domésticas. A veces en exclusiva, a veces combinándolas con otras en una doble jornada. Las mujeres pues, en tanto que trabajadoras domésticas y los campesinos en tanto que productores directos.
Desentrañar la explotación del trabajo no asalariado por el capital, me parece a mí que esta es la prueba de fuego de una teoría crítica del marxismo, cuyo propósito mayor es potenciar esa teoría como potencial intelectual en las luchas emancipatorias.
Porque es claro que hoy los combates libertarios y justicieros no los anima solo ni principalmente, cuando menos no en mi país, y no en América Latina, la clase obrera. Sino también muchos otros sujetos sociales entre los que destacan las mujeres. Muy particularmente en los últimos meses, años, las mujeres, la ola verde, y sus reivindicaciones. Y por otro lado los campesinos. Los campesinos también en su vertiente indígena propia de un continente colonizado.
Mujeres y campesinos. Mujeres y campesinos que si en el pasado animaron aquelarres y jecquerias, hoy son airados y airadas protagonistas de multitudinarios movimientos contestatarios. Lo decía, olas verdes, insurgencias rurales que no miran al pasado, aunque tienen un profundo pasado, sino que miran al futuro.
Mujeres y campesinos, amas de casa que se ocupan de la crianza y demás quehaceres domésticos. Pequeños agricultores por cuenta propia que cosechan el grueso de los alimentos del mundo. ¿Acaso su trabajo no cuenta? En ciertas definiciones del concepto de trabajo, eso no es trabajo. Pero son concepciones, definiciones, reduccionistas, que ven en el trabajo únicamente a aquel que cumple una función directamente económica, que se vende por un precio y que produce mercancías directamente. Aquellos trabajos que no hacen esto, algunos dirán no son trabajos, son labores, en el mejor de los casos. ¿Acaso no cuentan? ¿Acaso no cuentan en la reproducción de la vida? Sin duda cuentan. Pero ¿cuentan en la reproducción del capital? ¿Cuentan en la valorización del capital? Y si cuentan, ¿Cómo es? No podemos aceptar que la mayor parte del esfuerzo laboral de la humanidad, dos terceras partes -sino es que más- del esfuerzo laboral de la humanidad que es sin duda indispensable sea visto como económicamente improductivo.
La expansión de la clase obrera, que hace 200 años parecía imparable, llegó a un límite y algunos –no comparto la idea– dicen que con la robotización y la cibernética, el sector laboral de asalariados empezó a disminuir. Pero más importante que reconocer que quizá el crecimiento del proletariado se frenó, me parece a mí importante reconocer los límites históricos que encontró el proceso de proletarización.
Lo más importante es reconocer dos hechos fundamentales: primero, que contra las predicciones de Marx, y no solo de Marx, sino de todos los que reflexionaban sobre la tendencia del capitalismo en su momento, contra esas predicciones, el expansivo capitalismo no solo no barrió por completo con los viejos campesinos sino que, pasando el tiempo –y en ciertas áreas– creó nuevos campesinos. Campesinos que son hijos del capital, generados por el capital. Y segundo, que no sólo no asalarió a todas, o casi todas las mujeres, como parecía sugerir su masiva presencia en las primeras fábricas inglesas, sino que las atornilló en su casa como reproductoras. Y decir que del prolongado proceso de acumulación originaria –al que sería mejor llamar despojo originario– no emergieron solo obreros sino también campesinos modernos y modernas amas de casa, entre otros contingentes de laborantes no asalariados.
Trabajadores sociales, sin duda tan subsumidos, tan sumergidos, tan sometidos al capital como el proletariado, pero cuya inserción dentro del sistema del gran dinero es diferente, es oblicua, es sesgada, es atípica y, por tanto, debe ser puntualmente esclarecida. Así las cosas: no hay nada más importante para poner al día la teoría marxiana del valor que iluminar el papel del trabajo no asalariado de las mujeres y los campesinos en el ciclo de la acumulación de capital.
A dos siglos de su nacimiento, pienso que Marx vive porque el capitalismo sigue, pero el capitalismo y la resistencia al capitalismo cambiaron, y muchas predicciones de Marx y de otros no se cumplieron, de modo que el marxismo debe ser puesto al día y que puede ser más relevante que establecer las modalidades no asalariadas de la subsunción del trabajo en el capital. Que puede ser más relevante que iluminar formas de explotación y sujeción que involucran a más de cinco o seis mil millones de personas, las tres cuartas partes de la humanidad.
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Si el concepto de interseccionalidad sirve para captar el hecho de que estas mujeres que son campesinas y que son pobres están múltiplemente explotadas y oprimidas, ¡adelante con el concepto! Si la visión de la integralidad de la explotación y la dominación, pasa por la utilización de un concepto de moda, ¡adelante con ese concepto de moda! Si antes del concepto de interseccionalidad, uno no se daba cuenta de que esa mujer, además de ser mujer era campesina; si antes del concepto de interseccionalidad no se daba cuenta de que esa mujer campesina, quizá era también indígena. Si antes del concepto de interseccionalidad no se daba cuenta de que esa mujer indígena también era campesina y posiblemente también tenía un cuerpo no hegemónico, y no se da cuenta de que esa condición corporal e indígena, de que esa condición campesina y esa condición de mujer constituían en su conjunto y en su integralidad una maldición que la subsumida en el sistema de manera excepcionalmente desventajosa. Si para darse cuenta de esto que es evidente, evidente de suyo: la mujer campesina que es a su vez indígena, pobre y trabajadora, lo sabe perfectamente. Y si sabe perfectamente que estas múltiples características de su condición marchan juntas. Si necesitamos el concepto de interseccionalidad, pues qué bien. Por lo tanto, no me opongo y me parece plausible que se utilice.
El problema que yo veo es, efectivamente, esta suerte de sumatoria y yuxtaposición. ¿Por qué, de pronto, tenemos que poner juntas, explotación, racismo, patriarcado, adultocentrismo? ¿Por qué tenemos que ponerlo junto? ¿Es que alguna vez lo separamos? ¿Es que alguna vez balcanizamos nuestro acercamiento a la realidad? Y este es mi diagnóstico. Efectivamente la modernidad nos llevó a todos, porque somos hijos de la modernidad nos guste o no, a una balcanización de la vida. Los aspectos de la vida han sido separados los unos de los otros. Lo público y lo privado. La dimensión económica y la dimensión política. La dimensión social y la espiritual. Son dimensiones diferentes. Unos se encargan del tema espiritual: la iglesia. Otros se encargan de las decisiones políticas: el Estado. Otra dimensión es la del mercado: la de la economía. Esta separación de las esferas de la vida como ámbitos independientes los unos de los otros, tiene su correlato en la división, la separación de las ciencias. Muy particularmente de las ciencias sociales. Y ahí tenemos la economía que se ocupa de la dimensión económica de la vida, que no tiene que ver con las decisiones políticas… Es un asunto aparte. Y por otro lado tenemos la ciencia social que se ocupa de la mecánica de la sociedad, de sus reglas y sus patrones para poder manipularla con ingeniería social, como dijera Comte. Y por otro lado tenemos la antropología, que se ocupa de “los exóticos”. Hemos balcanizado las ciencias. Y eso nos quita la capacidad de ver todo el bosque. Estamos viendo los árboles.
Y nos volvemos cada vez más especialistas, vemos las hojas de ciertos árboles. La crítica de la modernidad pasa por la recuperación de la visión holista de las cosas, por la recuperación de la visión integral, por la recuperación de esta capacidad de ver la totalidad, el conjunto. No impide la profundización especializada en alguna de sus dimensiones, pero que parte de una visión de conjunto. Y no se logra esta visión por sumatoria. Aunque me digan que es una gran aportación, la interdisciplina, la multidisciplina, son formas de poner juntas cosas que habíamos separado antes. El médico forense que cose juntos las partes del cuerpo que había diseccionado, no lo vuelve a la vida. Nosotros lo que hacemos es poner de nuevo juntas las partes de un cuerpo que hemos diseccionados, ahora “interseccionamos” las partes de ese cuerpo, y decimos: ahora si ya tenemos el cuerpo completo, tenemos la intersección de las piernas que habíamos cortado, del corazón que habíamos sacado, del torax, del estómago. Ya las pusimos juntas, las cosimos, ahora sí interdisciplinariamente ya tenemos al tipo completo. No es verdad. Está muerto. No hay manera. Hay que buscar otro acercamiento. Esto es un problema de epistemología, pero la cuestión más grave, porque es ahí donde opera la interseccionalidad no está en la balcanización de las ciencias, saberes y vida; sino en la balcanización de la política. Hoy la política está siendo dinamizada, por activistas especializados. Tenemos al que se ocupa del medio ambiente, a él que no le hablen del tema del patriarcado porque no es su tema y no está especializado en otra cosa. Y quizá solo esté especializado en el tema de los transgénicos; lo demás no interesa. Y si, va a luchar a muerte contra los transgénicos, pero el tema del machismo es de otros y el del trabajo asalariado si se paga bien no le incumbe. Y si hay guerra en Ucrania y no le afecta al medio ambiente, no le interesa demasiado. Hay una especialización temática que lleva a la constitución de una O.N.G, organizaciones de la sociedad civil que toman un tema específico, se especializan en él y lo transforman en una causa por sí misma. Esa causa es por sí misma importante: el tema del género, la reivindicación de las mujeres frente a la violencia que las victimiza es fundamental. Pero estas mujeres podrían pensar también en la explotación, porque no todas ellas en su condición de víctimas tienen la misma modalidad. Están aquellas que tienen su vida doméstica más o menos resuelta y que son gente de clase media en las ciudades que reciben la violencia de manera distinta a las campesinas, indígenas o artesanas. ¿Por qué no incorporar estas dimensiones? Tenemos una balcanización de la política.
Tengo 81 años y puedo decir que la política es integral: formamos partidos preocupados por todos los temas al mismo tiempo. Hacíamos lo que hacían los clásicos como Marx, Lenin, Mao y la idea de partido: se ocupaban de todo. Ahora la militancia es por tema y preocupación y eso es una maldición.
Esto nos lleva a que algunos ven en las mujeres en tanto que mujer y son las feministas. Otros ven a esa mujer en tanto campesina y son los campesinistas. Y otros en tanto que indígena y son los preocupados por el tema de la colonialidad. Y así sucesivamente. Y entonces la solución es “juntar todo esto” “ponerlo junto otra vez”, esta separación no nos conduce a mucho. Necesitamos potenciarlo. Estoy de acuerdo en esa unidad, pero la pregunta es ¿Por qué lo separamos?