De entre los efectos de la participación de México en la OCDE se destaca el de quedar último en casi todas las encuestas. En las antípodas estadísticas de los países nórdicos, y acompañado en los sótanos por sus recurrentes colegas de quintil (países como Brasil, Grecia y Turquía) México paga con embarazosos resultados su derecho a figurar entre los países grandes. Este hecho doble, tanto la pertenencia al grupo como el sitio que se ocupa dentro de él, es fiel retrato del fallido proyecto que desde el salinismo determina el rumbo de la patria: la discordancia entre su pretensión de nación desarrollada y las limitaciones que le impone su condición de país periférico.
El informe Iniciativa para una vida mejor, del año 2013, no faltó a la tendencia acostumbrada: merodeando el último lugar en varios rubros evaluados, México resultó ser el país en el que más horas se trabaja a cambio de una de las peores remuneraciones; además es el segundo país más desigual del bloque, el último en materia de educación y el peor en seguridad. Es cierto, las comparaciones a que nos someten los estudios de la OCDE pueden parecer ociosas (ejercicio de regodeo, bullying estadístico o pase de lista de deficiencias). Lo que nos interesa resaltar de estos estudios, sin embargo, es la posición que nuestro país ocupa: situado en la bisagra, debatiéndose entre ser cabeza de ratón y cola de gato —el primero de los tercermundistas, último de los civilizados— México despunta por conjuntar un gran tamaño y un terrible desempeño. Este hecho convierte a nuestro país en un sitio privilegiado de análisis, de suerte que la revisión de algunos de sus rasgos nos permite no solo presentar un esbozo de su condición (la labor propedéutica que, en escala global, comenzamos en nuestra entrega anterior), sino sacar a la luz algunas notas esenciales del sistema económico imperante.
Las restricciones espaciales de este texto nos obligan a trabajar con pocas variables. La condición de pobreza (definida como insuficiencia del ingreso mensual para satisfacer las necesidades básicas de alimentación, salud, educación, vestido, vivienda y transporte) suponía en 2012 un ingreso menor a $2,322 en áreas urbanas y a $1,483 en el campo. La pobreza extrema supone un ingreso insuficiente para adquirir una Canasta Básica Alimentaria con un costo mensual de $1,112 para la ciudad y $790 para el campo. Sabemos además que en 2012 la población en pobreza, 61 millones de personas (el 52% de la población total), tuvo ingresos conjuntos por 879 mmp pesos, mientras que el 20% en pobreza extrema (23 millones) sumó ingresos por 200mmp.1
Lo más notable de los resultados de nuestra economía es que semejantes cifras de privación se alcancen en medio de la abundancia y la tecnificación. La sociedad que tiene a medio país en pobreza no es una aldea sino la onceava economía del mundo; y no es una isla histórica sino un obediente aprendiz de las reglas de la economía mundial. Este resultado nos permite captar la brecha existente entre la economía como capacidad de producción y la economía como sistema de disfrute (¿no se reduce a esta contradicción la teoría de Marx?). El gráfico de la derecha aspira a ilustrar dicha separación:
El total de la barra representa el PIB de México en el año 2012. El uso corriente de este indicador no debe hacernos olvidar su naturaleza ni su alcance: he allí, objetivado en una cifra, el resultado de años de desarrollo técnico, de trabajo acumulado, de conocimiento, de cooperación y de fatigas diarias. Un esfuerzo histórico y colectivo que se trueca en una cantidad de riqueza apenas soñada por civilizaciones anteriores: $15.5 billones, bastante para proveer a cada mexicano de un ingreso mensual de 11 mil pesos. He allí nuestro punto de partida; nuestro enorme cúmulo de mercancías. Es sobre la base de esta capacidad productiva que nuestro sistema desplegará su oficio de distribuidor, de cuyas proezas dan fe las subsecciones de la barra:
La segunda sección del gráfico (siempre en orden descendente) señala el monto que se requeriría para que el 50% de la población más pobre del país cubriera sus necesidades básicas y abandonara la condición de pobreza: aproximadamente $1.4mmp, una cantidad que representa tan solo el 9.2% del PIB, asegurarían a 60 millones de mexicanos una vida situada sobre la línea de bienestar.
La tercera sección señala la participación actual de ese mismo sector: he allí la realidad del 50% de la población mexicana en pobreza, quienes se reparten un ingreso anual combinado de 879mmp, una cantidad tan escasa como el 5.6% del PIB, y que se traduce en ingresos por persona de entre 500 y 1,900 pesos por mes.
La cuarta sección representa el diferencial entre las dos cifras anteriores, es decir, la suma que habría que transferir para asegurar al 50% de la población más pobre un ingreso que lo situara en la línea de bienestar. Los 3.5 puntos porcentuales que separan a estas cantidades son la diferencia entre nuestra situación actual y el ensueño de un país sin pobreza: esos 550mmp que nuestra economía no puede redistribuir son nuestra distancia a la utopía.
Pero exijamos incluso menos a nuestro sistema:
La quinta sección representa una suma de 255mmp, tanto como el 1.65% del tamaño de nuestra economía. Esta es la cantidad, hipotética, que proveería al 20% de la población de un ingreso suficiente para su alimentación (como se habrá notado ya, los dos segmentos con relleno punteado representan escenarios ficticios). Como tal, esta es la suma que, garantizada al quintil más pobre de la población una vida aún llena de dificultades y carencias pero libre de hambre.
La sexta sección ofrece el panorama real de la pobreza extrema: hacinados en una sección tan corta como el 1.3% del PIB, 23 millones de mexicanos reciben un acumulado anual de sólo 200mmp, cantidad que se traduce en ingresos personales de entre 500 y 1000 pesos al mes.
La séptima sección, apenas visible en el gráfico, es el diferencial entre las dos sumas anteriores: representa el 0.3% del PIB, la cantidad que nuestra economía tendría que redirigir para acabar con la pobreza extrema. Se trata de 52mmp que median entre el ingreso actual del quintil más pobre y la suma que equivaldría a un país sin pobreza extrema. La pequeñez de la cantidad contrasta con la magnitud histórica del objetivo: ese contraste es la verdad de nuestro sistema. La persistencia de la pobreza extrema es el signo, no de una falta de productividad, sino de la incapacidad de nuestro sistema para relocalizar un monto tan risible como el .3% de la economía para garantizar el elemental derecho a la alimentación.
Nuestra hipótesis es la siguiente: lo que en la teoría se lee como contradicción entre capital y trabajo, se expresa aquí como el estatuto doble de unas cifras: el de ser cantidades ínfimas en el papel pero inalcanzables en los hechos; objetivos risibles en comparación con la capacidad de producción del país, pero gigantescos (si se quiere: revolucionarios) respecto de las limitaciones a la distribución que ese mismo sistema impone. En el mismo sentido, lo que se conoce como contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción se nos presenta aquí como la distancia entre una fuerza productiva que se expresa en decenas de billones de pesos y una organización que la traduce en ingresos mensuales inferiores al millar. Si la grandeza del total representa la potencia productiva, los pequeños diferenciales expresan la impotencia en la redistribución. ¿Cuánto es 0.3%? Poco por lo general, casi nada; a menos que de lo que se trata sea de acabar con el hambre, en cuyo caso se trueca en una cantidad inalcanzable.
¿Son todas estas cifras un motivo de abatimiento? En este punto la encuesta de la OCDE no es concluyente. Humor negro de los encuestadores, problema epistemológico u oprobio de los métodos de la ciencia social, el citado informe remataba con el descubrimiento de que, pese a todos los problemas, los mexicanos manifestaron ser uno de los pueblos más felices en el mundo.
1 Para los cálculos que presentamos es importante tener en cuenta que el 54% de la población en pobreza habita en la ciudad y que 59% de la población en pobreza extrema habitaba en el campo. Fuentes:
– OCDE, Índice para una vida mejor 2013. Disponible en: http://www.oecdbetterlifeindex.org/
– CONEVAL Estadísticas de pobreza y desigualdad. Disponible en: http://www.coneval.gob.mx/medicion/Paginas/Medici%C3%B3n/Pobreza%202012/Pobreza-2012.aspx
– INEGI, Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de 2012. Disponible en: http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/Proyectos/encuestas/hogares/regulares/enigh/
– Banco de México, Informe Anual del 2012.
Disponible en: http://www.banxico.org.mx/publicaciones-y-discursos/publicaciones/informes-periodicos/anual/%7B8E01B9AD-971C-FEF0-56A4-DA54C7106DF8%7D.pdf