EL OFICIO DE INFORMAR EN TIEMPOS DE LA 4T

La lucha por la libertad de prensa existe, al menos, desde inicios del siglo XIX cuando aún se gestaba el movimiento que culminó con la independencia de México. En 1814 la Constitución de Apatzingán consagró el derecho a que la libertad de hablar y manifestar opiniones a través de la imprenta no podía prohibirse. A su vez, el Constituyente de 1857 dispuso las libertades de prensa y expresión, pero con la llegada de Maximiliano de Habsburgo, y con él también del tristemente célebre Segundo Imperio, los conservadores lograron implementar una de las armas que han utilizado históricamente para manipular las conciencias y oprimir a las mayorías, la censura con la que suprimieron a la prensa escrita.

Una vez concluido el periodo por el cuál México tuvo un monarca extranjero como cabeza del gobierno, y con la llegada de Benito Juárez a arreglar aquel desastre, el Benemérito defendió a la prensa y con ello a la libre expresión. Promulgó en 1868 la Ley Orgánica de Prensa, pero posteriormente el régimen porfirista encontró en la verdad un problema grave para sus intenciones, y en la prensa libre un potencial enemigo al que, en 1883, intentó silenciar al modificar la ley y promover ordenamientos penales que establecieron que las prensas podían ser confiscadas y consideradas instrumentos de delito. Esto sin duda acrecentó el que periodistas e intelectuales se inclinaran hacia la oposición y, con valentía y patriotismo, se las ingeniaron para continuar publicando sus ideas, incluso de manera clandestina.

El destello de libertad de prensa se vivió durante el gobierno de Francisco I. Madero quien, de acuerdo con los ideales que lo llevaron a terminar con más de treinta años de dictadura, abolió la censura al otorgar incondicional libertad a periodistas y medios. De manera poco esperada, el entonces Presidente (quien quitó las cadenas de las rotativas) fue sujeto de campañas mediáticas de desprestigio y ataques –no carentes de infodemia– que mucho influyeron a que su gestión, la primera democrática en México, terminara con su cobarde asesinato. Esto provocó la subida al poder de Victoriano Huerta e intereses injerencistas estadounidenses con una enorme voracidad por nuestro petróleo y, con ellos, también los de quienes han encontrado en vender la patria el origen de sus fortunas, los conservadores.

Tras la caída de Madero la censura regresó con mayor fuerza, a pesar de que la libertad de expresión está garantizada, desde 1917, en la Constitución que rige los principios y objetivos de nuestra nación. El periodismo se convirtió en una profesión de alto riesgo ya que en un esquema idéntico al que opera la delincuencia organizada: “plomo o plata”, vidas de comunicadores fueron apagadas o su silencio comprado. Aún así, durante el siglo XX la prensa no cejó en su lucha por cumplir con la noble labor que desempeña a favor de la sociedad y, a pesar de los ataques sistemáticos y embestidas que desde el poder político se dieron, el oficio del periodismo construyó patria, muchas veces desde el exilio.

Desde Madero no se vivía en México una libertad para expresarnos como la que hoy el pueblo de México goza. Pero de manera similar a lo ocurrido hace 110 años, los ataques e infodemia en contra del Presidente crecieron exponencialmente en comparación con los gobernantes anteriores, algo que es parte de la propia libertad y, también, de que con ella se terminaron aquellos jugosos contratos que varios medios disfrutaron a cambio de su silencio. Hoy ya no hay esa cadena en la rotativa, tampoco el pago para no intentar romperla. El golpe a Excélsior de 1976 y el arrebato de derecho de señal a radiodifusoras durante el periodo de Echeverría, los asesinatos a periodistas durante los de López Portillo y de La Madrid, los exilios durante el salinato, las ejecuciones durante los gobiernos panistas, el encarcelamiento injusto de comunicadores y los innumerables ataques contra la libertad que se dieron en el prianato quedan atrás, pero aún hay muchos pendientes.

La censura continúa existiendo y los ataques a periodistas también, ya no desde el gobierno federal, pero sí desde autoridades estatales y municipales, también desde el poder fáctico, coludido con muchas de ellas que es la delincuencia organizada. El esquema con el que se compra el silencio del comunicador sigue funcionando, ya no desde Palacio Nacional, pero sí desde los intereses que hasta 2018 lo ocuparon.

La censura sigue, y viene de los mismos grupos de interés que la han utilizado como herramienta desde hace siglos, pero el pueblo, a diferencia de ellos, ya cambió y hace suya -como nunca antes- la discusión pública. Se ve difícil que ante el juicio crítico con el que hoy cuenta la ciudadanía los intentos censores de quienes ven a la libertad de expresión como su enemiga rindan los mismos frutos que en el pasado. Aún así, la lucha por garantizar al periodista el libre ejercicio de su oficio, y a la sociedad su derecho a estar bien informada, será una que dará batalla durante muchos años, debido a que son momentos por demás difíciles los que vive la libertad de expresión cuando, desde el órgano encargado de proteger y dar las condiciones necesarias para la democracia, se censura. Nada más antidemocrático que ello. 

Con la eliminación de la censura desde el poder político llega un instrumento desestabilizador utilizado por poderes fácticos que encuentran en la manipulación de conciencias una herramienta por demás eficaz para debilitar o incluso derrocar gobiernos. Desde la mentira construyen narrativas que, por más inverosímiles que puedan ser, abren boquetes a tiempos democráticos. y uno se pregunta, ¿quién cree en las mentiras?

¿Quién cree las mentiras?, ¿quién, en su sano juicio, puede dar por auténtica una investigación que carece del mínimo rigor periodístico?, quién toma en serio a un actor de comedia, de esa que es predecible y que no sale del lugar común, ni su emisor de una burbuja pseudoglamorosa que señala sin veracidad, mientras lee el prompter, una supuesta devastación escocida, que no existe, en la zona donde, para generar desarrollo y bienestar -y olvidada históricamente, se construye el tren maya. Lamentablemente son muchas las personas que caen en la desinformación, en el engaño, en la manipulación de las conciencias… ¿por qué?

Hay que entender que la noticia falsa es el síntoma de un propósito que va mucho más allá de engañar por engañar, busca hacer daño a una persona o a una causa. Mientras más creíble más letal es, y por ello se construye una operación por demás sofisticada para intentar dar credibilidad a un hecho, no importa qué tan inverosímil pueda ser. Para lograrlo se golpea donde más le duele a la víctima, por ejemplo: el caso de la información falsa y maliciosa difundida sobre un supuesto conflicto de interés entre el hijo del presidente López obrador y una empresa estadounidense que tiene contratos con Pemex, una estrategia de comunicación, aquella, que golpeó con falsedades a quien encabeza un cambio que parte de la lucha y erradicación a la corrupción.

Las noticias falsas apelan a las emociones, sobre todo a las negativas como el miedo, la indignación, el asco o la tristeza; cuando una noticia produce emociones –no importa el tipo– es más fácil creerla. En un país como el nuestro, en el que los ciudadanos tenemos claro que durante demasiado tiempo fuimos saqueados por una clase política que cometió todo tipo de abusos y ejerció el cargo público para beneficiarse, no para gobernar, ya no estamos dispuestos a permitir de nuevo esas conductas opresivas y excesivas, por ello una narrativa que pueda sugerir cualquier tipo de tropelía por parte del gobierno, o sus representantes, causa heridas nuevas sobre cicatrices viejas, y eso es algo que la oposición sabe, así como también que son especialistas en manipular, finalmente llevan dos mil años evangelizando bajo los mismos preceptos y con la misma técnica: infundir miedo, culpa, y odio escondido bajo el discurso de un aparente amor, y la promesa de un paraíso que, aseguran, existe y les pertenece, aunque carezcan de cualquier evidencia para demostrarlo.

Es más sencillo estar rodeados de mentiras que nos gustaría creer, que de verdades que no queremos escuchar, por ello si el contenido de la mentira beneficia a los intereses de quien la lee es altamente probable que sea creída, por ello se crean distintas estrategias mediáticas, como el sabadazo de la infodemia, a través del cual los viernes se suele soltar un golpe desinformativo cuyo desmentido oficial, generalmente, se da hasta el lunes siguiente durante la mañanera, momento para el cual ya hay daño, porque aunque se desmienta, son muchos quienes se quedan con la noticia falsa, una que conviene a los intereses de unos pocos, y a los que otros muchos creen que son los suyos, aunque no lo sean, algo que se da, precisamente, debido a la infodemia y la manipulación de conciencias que ocasiona el apelar a las filias y fobias que, como el fanatismo, nublan la razón.

Queda claro que existe un embate que busca desestabilizar la transformación que vive el país, empresarios que se quedaron sin contratos leoninos y que hoy tienen que pagar impuestos, después de décadas de condonaciones, se unen con sus amigos de hoy y siempre: partidos políticos, ex presidentes, intelectuales de esos que le mandaban cartas a sus amigos presidentes para pedirles adelantos monetarios por trabajos que aportaban poco a la sociedad.

La “opinología ilustrada”, o los “siempre abajo firmantes” –como usted, estimado lector, prefiera llamarlos-, tienen un objetivo que los une: debilitar al actual gobierno, para ello utilizan tácticas no violentas de desestabilización cuyo blanco principal es una población que buscan ablandar. Desde que inició el sexenio actual una de las herramientas para alcanzar su propósito es la desinformación, algo que utilizan como arma para dar un golpe blando, ese que no lleva la violencia física a las calles para arrebatar el poder, pero que se vale -además de el “lawfare”- de la voz y la pluma como arma cuyo parque es la mentira.