IXHUATEPEC: CONTRA EL OLVIDO Y EL RIESGO INDUSTRIAL

Historia de un “pueblo sin historia”

Rodeado por la Sierra de Guadalupe, asentado en un pequeño valle y dividido por el Río de los Remedios, se encuentra San Juan Ixhuatepec, un pueblo originario ubicado en la zona oriente del municipio dividido de Tlalnepantla, Estado de México, entre Ecatepec y la alcaldía Gustavo A. Madero, al norte de la capital del país. Al ser un territorio en el Valle de Anáhuac, en las cercanías del paso natural hacia el norte y del antiguo Lago de Texcoco, la región estuvo bajo el dominio de los tepanecas, cuyo control regional concluyó cuando los mexicas encabezaron la Triple Alianza y se impusieron sobre Azcapotzalco en 1433, consolidando la influencia de Tenochtitlan sobre el Valle. Luego del triunfo, el tlatoani Ixcóatl, como gobernante de los mexicas, entregó las tierras de Ixhuatepec a un grupo de capitanes victoriosos para que las tuvieran bajo su dominio y posesión (Valero, 2004; Delfín Guillaumin, 2011). 

Esta entrega fue altamente relevante porque, tiempo después, se hizo valer en el marco del derecho impuesto por los españoles sobre las comunidades nativas. De esta forma, de acuerdo al documento Títulos de tierra pertenecientes al P° de Santa Isabel Tola, un 8 de mayo de 1539 sucedió lo siguiente:

Se juntaron los señores principales del P° de Izhuatepec, donde tuvieron y dejaron los mexicanos sus tierras todos los conquistadores, las cuales se las fueron dejando a los naturales y descendientes que habitan en ellas, como que las ganaran a fuerza de sangre y guerra, y como tales los dejaron dichos naturales habitantes de ellas, y para tener cerca la Iglesia, para oír misa y desprender la doctrina cristiana, hicieron junta los principales y demás naturales, y a voluntad y con gusto de ellos determinaron el que se hiciese un hermita aunque fuera de xacal, como se hizo, y con parecer de todos, eligieron por patrón a San Juan Bautista (Delfín Guillaumin, 2011: 153). 

Si bien el emplazamiento del templo tuvo una relevancia religiosa particular, también se trató de un acto político donde los nativos reafirmaron la propiedad de las tierras y su pertenencia al territorio en el marco de las nuevas instituciones.

De forma paralela a la consolidación del pueblo, por lo menos desde inicios del siglo XVIII, en el valle de Ixhuatepec se asentaron las haciendas como unidades territoriales y productivas, lo que inició una ambigua relación entre los hacendados y los habitantes que se extendió hasta entrado el siglo XX. Una de las haciendas más relevantes para la región fue Santa Cruz, adquirida por Ignacio Enciso en junio de 1842. La extensión de esta alcanzó las 1,500 hectáreas con la compra de la hacienda de La Presa y del rancho San José, colindando con la hacienda de El Risco que desembocaba al camino a Santa Clara, actual autopista México-Pachuca (Mena, 2014). Las extensas tierras de estas haciendas jugaron un papel fundamental para el proceso de industrialización y poblamiento que se operó desde mediados del siglo XX, ya que fungieron como una bolsa de suelo al impedir asentamientos humanos en sus tierras y estar disponibles para su fraccionamiento y venta a distintas empresas. 

Hacia 1925, por decreto presidencial, se expropiaron 891 hectáreas de la hacienda de El Risco para dotar con tierras al pueblo de Ixhuatepec con el objeto de cubrir sus necesidades agrícolas, en correspondencia con la solicitud que hicieron los propios habitantes cuatro años antes. El reparto agrario se entregó a 254 jefes de familia en febrero de 1926, así se conformó el ejido de San Juan Ixhuatepec con su respectivo comité administrativo. En el caso de Ixhuatepec, los habitantes recuerdan que las primeras empresas en llegar fueron Aceros Corsa, Cuprum Perfiles y la Diosynth, esta última dedicada a la producción de hormonas esteroides. Esto inició un proceso acelerado de industrialización sobre la hacienda de Santa Cruz y sus propiedades anexas. Es fácil reconocer en los distintos testimonios de antiguos habitantes algunos indicios de la contaminación generalizada, como el oscurecimiento del agua en el Río de los Remedios. Sin embargo, la industrialización tuvo repercusiones ambientales muy negativas al apropiarse de una parte del cerro de Zacatenco y el Río de los Remedios para depositar sus residuos y convertirlos en basureros industriales.

De manera similar al municipio de Ecatepec, en Ixhuatepec se fue consolidando una vocación química y de combustibles. Se dio la instalación de grandes industrias como Linde (Union Carbide), Policyd y el emplazamiento de la Planta de Recepción, Almacenamiento y Distribución de Gas Licuado de Petróleo de Petróleos Mexicanos durante el primer lustro de la década de 1960 en las tierras fraccionadas del rancho San José. Tras esta última, sobrevino una consecutiva instalación de gaseras privadas, hasta sumar ocho depósitos hacia 1984. De forma interdependiente, la población creció exponencialmente entre 1950 y 1970. En 1950 el levantamiento censal contabilizó 1,629 habitantes en el pueblo de San Juanico y 190 personas en tres haciendas (Santa Cruz, La Presa y San José), integrando, en ese momento, la zona oriente de Tlalnepantla. Dos décadas después habían desaparecido las haciendas y surgieron seis nuevas colonias que en conjunto sumaban 59,590 personas. Es decir, en sólo dos décadas la población de la zona oriente se había multiplicado 33 veces. El crecimiento poblacional se puede explicar con el proceso nacional de migración del campo a la ciudad, donde los campesinos y peones eran atraídos por el florecimiento industrial y las “mejores” condiciones de vida ofrecidas por la urbe de la Zona Metropolitana del Valle de México.

Resulta relevante apuntar que cuatro de estas nuevas colonias se emplazaron en las faldas de los cerros y con el tiempo se extendieron hacia las partes más altas. Esto, en correspondencia con una división del suelo en Ixhuatepec donde las tierras bajas que se sitúan al norte del pueblo, pertenecientes al rancho San José, se destinaron a la industria y las zonas cerriles fueron ocupadas por los asentamientos habitacionales. Es importante destacar la labor de los miles de habitantes invirtieron en construir sus viviendas y la infraestructura necesaria para dotar de servicios a las comunidades. En comparación, las autoridades se mantuvieron indiferentes ante los procesos de poblamiento, no tenían  ninguna intención de ordenar el territorio o limitar el crecimiento sobre las áreas protegidas de la sierra, proveedora de materiales de construcción para que los pobladores edificaran la infraestructura urbana. En cierto sentido, los habitantes construyeron el hogar y ciudad que les había negado la desigualdad económica en la Ciudad de México y en sus lugares de origen. 

19 de noviembre de 1984

Hacia la década de 1980 la creciente población de Ixhuatepec convive con una industria química y de combustibles que se afianza en la zona a través de las condiciones generales de la producción existentes —como la infraestructura urbana y de movilidad— y con la cercanía al mercado principal  del país. Esta relación encontró su punto más álgido la madrugada del 19 de noviembre de 1984, cuando la gasera de PEMEX estalló debido a la negligencia y corrupción del Estado que mantenía la empresa en condiciones cada vez más precarias, por la falta de mantenimiento y atención a las pocas medidas de seguridad. La gasera contaba con seis depósitos esféricos y 48 tanques cilíndricos con una capacidad máxima de almacenamiento de dieciséis mil metros cúbicos de gas licuado de petróleo (16 millones de litros), aunque se calcula que sólo había once mil metros cúbicos durante el incidente. Además, era alimentada por tres ductos subterráneos procedentes de Minatitlán, Poza Rica y la Refinería de Azcapotzalco; también contaba con algunos ductos de distribución para las gaseras privadas que rodeaban la planta.

Por las investigaciones iniciadas pocos días después, se toma por cierto que el origen fue una fuga masiva de gas como consecuencia de la sobrecarga en un tanque horizontal, que se combinó con la sobrepresión de las líneas de alimentación por la potencia generada por las bombas recién instaladas. Extendida sobre un área de 200 x 150 metros y una altura de dos metros, la nube de gas entró en ignición a las 5:44:52 horas, lo que provocó una explosión no confinada (UCVE). Un minuto con nueve segundos después, el fuego resultante generó una explosión confinada (BLEVE) en dos tanques esféricos que liberó rápidamente su contenido (bola de fuego) al romper el contenedor y expulsar los fragmentos en todas direcciones. Tras estas primeras detonaciones, continuaron una serie de explosiones durante los siguientes 46 minutos, entre las que se pueden destacar los contenedores cilíndricos que despegaron de la planta y aterrizaron en las zonas habitacionales, al alcanzar una distancia de 1,200 metros al caer sobre las viviendas del cerro de Zacatenco. Aunque las explosiones siguieron, la última gran explosión registrada fue a las 6:54 horas y produjo un sismo de 0.5 en la escala de Richter. Esta generó un hongo visible desde diversos puntos de la ciudad y reafirmó la destrucción de 300 metros a la redonda que ya habían sido destruidos con la segunda explosión (Pietersen, 2009).  

Los vecinos de San Juanico tomaron la decisión instantánea de huir en medio de las constantes explosiones, el calor abrasante, el humo denso y oscuro. Corrieron en un terrible paisaje de tonalidades rojas y anaranjadas con el ruido constante del gas saliendo violentamente de los contenedores. Muchas de las versiones testimoniales coinciden en que sintieron haber despertado en el infierno, como si el sol se hubiera caído o hubiese amanecido dos veces. Realmente, para los vecinos es difícil describir lo que pasó sin recurrir a las imágenes apocalípticas, porque rebasa cualquier comparación cotidiana; en pocas palabras, era muy parecido al fin del mundo. Las cifras oficiales reportadas por el gobierno indican que fallecieron 503 personas, 926 habitantes padecieron lesiones de diferentes magnitudes, se destruyeron 149 viviendas, mientras que 1,358 sufrieron daños diversos; además de la destrucción total de la planta (Gobierno del Estado de México, 1985). No obstante, el seguimiento a las fuentes disponibles, como testimonios, prensa y archivos de la Dirección Federal de Seguridad, muestra que los datos fueron minimizados de forma sistemática durante la construcción de la versión oficial del gobierno que replicaron los medios de comunicación.

Esta versión oficial fue construida desde las primeras horas de la explosión –cuando ni siquiera se había apagado el incendio– con el objetivo de restarle responsabilidad a PEMEX y al gobierno. Es evidente que se trataba de perpetuar la imagen de un Estado omnipotente e infalible frente a los riesgos industriales. Además, se trataba de la principal paraestatal del país, a la que se le habían apostado grandes cantidades de dinero, y de deuda externa. La planta de Ixhuatepec era la pieza clave en el discurso del desarrollo económico mexicano que se enfrentaba a una fuerte crítica desde la oposición y el descontento social cada vez más generalizado. De esta forma, la versión oficial enarboló dos argumentos principales: el origen del siniestro y la temporalidad de los asentamientos habitacionales. Desde el primer informe oficial ofrecido por el jefe de relaciones públicas de PEMEX a Televisa, a las 8:24 horas, se adjudicó la responsabilidad a una pipa de la compañía Unigás. Esta versión se complejiza hasta llegar a escenarios disparatados que eran técnicamente imposibles. Aunado a ello, tanto las empresas privadas como el gobierno argumentaron que la planta  tenía 21 años en el lugar antes de que se emplazaran los asentamientos poblacionales (La Jornada, 21/11/1984). Ambas argumentaciones dejaban entrever un desconocimiento de la historia de San Juan Ixhuatepec, la planta de gas, las dinámicas de los combustibles durante los incidentes y, sobre todo, una gran falta de empatía con la población que constantemente fue victimizada y estigmatizada después de la emergencia.

Organización y movilización popular

El intento de PEMEX y del gobierno de evadir su responsabilidad, junto a la culpabilización de los habitantes por vivir ahí, exacerbaron la indignación que existía entre los pobladores que habían sobrevivido. Alberto Zurita, quien participó en la movilización social después de la explosión y en la fundación de la Unión Popular Ixhuatepec, explicó:

En toda la gente había mucha claridad en torno de quién era la responsabilidad, eso estaba clarísimo; era PEMEX y no era otra gente. El asunto de qué pedir no se notaba porque fue un momento muy impactante, muy impactante entrar [a la zona del desastre]. La gente lloraba. Fue un proceso ahí complicado emocionalmente y quedó mucha molestia, mucho rencor, mucha rabia. Salimos del evento, se les reventó [a los priistas y al gobierno] porque, además, querían controlarnos ahí. La onda era que uno estaba consciente de que no era ya de quedarse con los brazos cruzados” (entrevista con Alberto Zurita). 

De esta forma, frente a unas autoridades irresponsables, los habitantes de San Juan Ixhuatepec emprendieron un movimiento social que con los meses se fue consolidó como la Unión Popular Ixhuatepec (UPI). Se dedicaron a atender las secuelas del desastre, con la participación de vecinos que tenían cierta experiencia en organizaciones o luchas estudiantiles y sindicales. Los vecinos también fueron apoyados por organizaciones comunistas, como la Corriente Socialista y el PSUM. 

El movimiento y la organización popular que surgió después de la explosión intervino para lograr indemnizaciones más justas; regularizar algunas tierras en San Isidro Ixhuatepec; reconstruir la escuela primaria más importante del pueblo; retrasar los desalojos de los asentamientos irregulares que se situaban a un costado de las gaseras y exigir la salida de las empresas peligrosas. Al mismo tiempo, el acompañamiento y el empoderamiento individual por medio de la participación colectiva se convirtieron en una forma de afrontar el trauma devenido de la tragedia. Con el paso de los años, la UPI perdió su capacidad de movilización y organización, pero dejó una herencia de lucha que es cada vez más retomada por las nuevas generaciones de habitantes que buscan inspiración en el pasado para enfrentar los nuevos retos.

San Juanico, hoy 

Las gaseras no sólo no se fueron, sino que han proliferado. Actualmente diez plantas de almacenamiento y distribución de gas licuado de petróleo rodean a San Juanico por la parte norte y sureste. Las seis unidades económicas más grandes, que emplean 251 trabajadores o más, se emplazan sobre la avenida San José y se extienden por la avenida Hermilo Mena. Además, sobre la misma San José se emplaza una instalación residual de la extinta planta de gas (de la que se desconoce si las válvulas receptoras del combustible siguen funcionando) y la Terminal de Almacenamiento y Distribución de gasolina, diésel y turbosina, conocida como “TAD Satélite Norte” de PEMEX. Como una forma de la obligada intervención de las autoridades en la zona, en 1991, se introdujo el Polígono de Seguridad al Plan del Centro de Población Estratégico de Tlalnepantla de 1986, con el objeto de lograr un reordenamiento urbano integral, reducir el riesgo en los asentamientos humanos y amortiguar los efectos del desastre mediante el reordenamiento de los usos de suelo, creación de áreas verdes y relocalización de viviendas. Se trataba de una zona de “amortiguamiento” entre la industria y la población. Sin embargo, ciertas disposiciones que acompañan al trazado del polígono, como la restricción de nuevas construcciones de viviendas, de industrias químicas o de negocios con flama abierta, son constantemente transgredidas a través de un conjunto de acciones poco claras de los gobiernos municipales, entre las cuales están los cambios de usos de suelo, entrega de permisos de construcción, evasión de los estudios de impacto urbano, entre otros. 

Junto a esta particular situación de la industria gasera, se encuentran las condiciones de la población de San Juanico y de la zona oriente de Tlalnepantla, en general. De acuerdo con el censo levantado por INEGI en 2020, la región sur de la zona oriente de Tlalnepantla —donde se excluye a la región de Tepeolulco— habitaban 185,613 personas, alcanzando mayores niveles de densidad poblacional (8,416 hab/ha) en las zonas altas de Lomas de San Juan Ixhuatepec y Tanque 2, junto a ciertas manzanas puntuales en la colonia La Presa. Por otra parte, si observamos el porcentaje de la población vulnerable (considerada así por los estudios de riesgo), es decir, aquellos habitantes menores de 18 años, con 65 años o más y con alguna discapacidad, con respecto a la población total, es posible concluir que el 42 % se encuentra en esta condición. Así también, existen manzanas en el centro de San Juanico y en el cerro de Lomas, donde el porcentaje de población vulnerable alcanza promedios entre el 50.5 y el 78.5% ( INEGI, 2020). En materia de gestión de riesgo, estos cálculos poblacionales se realizan para tener una referencia en la simulación de escenarios de emergencia y diagnosticar la capacidad de las rutas de evacuación. Del mismo modo, el conocimiento del trazado urbano, el ancho de las calles, el tipo de vialidades y los obstáculos cotidianos para la movilidad son útiles para evaluar el acceso y rapidez de los servicios de emergencia.

Sin embargo, aunque es conocido que el pueblo originario y las vialidades que conducen a los cerros tienen un tránsito complicado por las miles de personas que utilizan las calles reducidas y colapsadas, las decisiones urbanas del gobierno del Estado de México han tenido efectos negativos en la complicada movilidad cotidiana de Ixhuatepec. El emplazamiento de la autopista Naucalpan-Ecatepec redujo el número de salidas de emergencia del centro del pueblo y la parte más cercana a las gaseras. Aunado a ello, la prolongación de esta vialidad implicó el cierre de algunas vueltas y retornos con el efecto inmediato de “desviar” automóviles desde las vías rápidas hacia las reducidas calles de San Juanico. Ahora bien, aunque constantemente se piensa que nadie usará los automóviles en caso de una contingencia, las rutas de evacuación señaladas convergen en gaseras y gasolineras, algunas de ellas de reciente instalación y que ni siquiera figuran en los registros del Directorio de Unidades Económicas provisto por INEGI. Además, las calles se encuentran en un estado deplorable y llenas de obstáculos cotidianos que dificultan una salida urgente. 

Estas adversidades, que elevan la vulnerabilidad de la población, ya se han comprobado en la práctica. El 3 de septiembre de 2022 inició un fuerte incendio en una bodega de solventes que operaba de forma clandestina y, tras los cambios en la movilidad por la prolongación de la autopista a Naucalpan, los servicios de emergencia tardaron más de 30 minutos en pasar de un lado a otro en la México-Pachuca. A este retraso se le sumó la espera por el movimiento de los autos estacionados en las angostas calles del centro de San Juanico. Poco después, el 22 de febrero de 2023, se informó sobre una fuga de gas en una de las gaseras privadas más importantes y debido a la falta de un protocolo de emergencia claro y conocido por la población, se generó un caos cuando cientos de personas acudieron a las escuelas a recoger a sus hijo, quienes estaban siendo desalojados en medio de una preocupación colectiva.

La batalla contra el olvido y el riesgo industrial 

Con esta historia y en este contexto, ha venido trabajando el Grupo 19 de Noviembre, una  agrupación donde participan algunos fundadores de la UPI junto a nuevos integrantes comprometidos con la comunidad. Esta decidió conmemorar la explosión de 1984 a través de una carrera donde los participantes corren contra el olvido y el riesgo industrial. De forma paralela, el grupo ha realizado una amplia variedad de actividades culturales como la lectura pública de poesía bajo la consigna de “más poesía, menos policía.” Curiosamente, la consigna aparece de nuevo tras los intentos de la policía municipal de detener algunos eventos culturales. De este modo, desde agosto de 2022, el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS) inició un trabajo colaborativo con el Grupo 19 de Noviembre para recopilar documentos y fotografías sobre la movilización social que surgió después de la explosión. Del trabajo en conjunto  salieron fotografías y documentos que se complementaron con los acervos de los vecinos, particularmente de la familia de Pedro Esteban Arriaga de la UPI y del propio Grupo 19 de Noviembre, para elaborar una exposición fotográfica que se instaló en San Juanico. El 16 de noviembre de 2022, fue inaugurada con la participación de Alberto Zurita (fundador de la UPI), Wendolin Collazo (Grupo 19 de Noviembre), Diana Méndez (CEMOS) y Víctor González quien fue diputado del PSUM y tuvo un papel activo en el movimiento de San Juanico. 

El material documental que reunió el CEMOS, con la búsqueda en acervos propios, institucionales y familiares, representa una valiosa contribución al estudio del movimiento social que surgió después de la explosión de 1984, principalmente, porque es un proceso histórico sobre el que no se ha profundizado lo suficiente en los estudios sociales y cada vez más, se ancla al olvido. Al mismo tiempo, esta recopilación permitió participar en la exposición “Peligro, prohibido excavar” organizada por Pablo Castro y Mónica Romero en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde colaboramos con la curaduría de la sección dedicada al movimiento social y a la UPI. Además, como una forma de dar a conocer los documentos reunidos y promover el estudio de este proceso social, decidimos reunir las fuentes y editarlas en el libro Ixhuatepec: organización y lucha popular que está próximo a publicarse. 

Tanto la labor del Grupo 19 de Noviembre como de quienes colaboramos con ellos, el CEMOS y los artistas Romero Castro, ha visibilizado el pasado y las problemáticas actuales de San Juan Ixhuatepec, creando las condiciones para que el Dr. Francisco Collazo, integrante del Grupo, junto a la diputada morenista Jezabel Delgado, elaboraran una propuesta que fue presentada al Congreso del Estado de México con el objeto de declarar el 19 de noviembre de cada año como Día Estatal del Riesgo Industrial. El Dr. Francisco buscaba que las lecciones técnicas y sociales de la explosión de 1984 fueran incorporadas a los protocolos de seguridad tanto nacionales como extranjeros como una forma de patrimonializar la experiencia. Asimismo, su idea ponía sobre la mesa el debate sobre las gaseras de San Juanico, el riesgo para los habitantes, las transgresiones al Polígono de Seguridad, las modificaciones urbanas que han complicado la movilidad y, desde luego, la reivindicación de las víctimas y la exigencia de una justicia que no se ha alcanzado desde noviembre de 1984. 

Gracias a la labor legislativa de Jezabel Delgado y el apoyo de la comunidad, el 14 de marzo en su sesión ordinaria, la LXI Legislatura del Estado de México aprobó la Declaración del 19 de noviembre de cada año como Día Estatal del Riesgo Industrial, siendo publicada en la Gaceta Oficial el 14 de abril de 2023. Este decreto abre la oportunidad de examinar las medidas de seguridad de las industrias peligrosas, de revisar la normatividad en la materia y de reconocer las experiencias de los pasados accidentes industriales para integrarlas en los protocolos de seguridad o en las medidas de mitigación. Asimismo, podrán incentivarse procesos formativos y comunitarios que fomenten la cultura de protección civil. Este último punto es muy relevante pues sólo con la participación comunitaria será posible avanzar hacia una verdadera gestión integral del riesgo donde se promuevan estudios comunitarios para que se integren a los instrumentos de planeación y gestión del riesgo. Es muy importante reconocer que la población no sólo conoce profundamente los peligros y amenazas, también es la que padece los desastres y, en consecuencia, es la más interesada en cambiar la situación para obtener una vida mejor y más segura en esta región.


Delfín Guillaumin, Martha Eugenia (2011). “San Juan Ixhuatepec (San Juanico), siglos XVI-XVII.” En La Colmena, (69), p. 147-155.

Gobierno del Estado de México. (1985). San Juan Ixhuatepec. Memoria de una emergencia. Toluca, Estado de México: Gobierno del Estado de México.

INEGI (2020). Censo de Población y Vivienda 2020: Principales resultados por AGEB y manzana urbana para el municipio de Tlalnepantla de Baz, Estado de México

Mena, Fernando (2014). Una familia, su visión y legado en la historia de México. Indiana, EUA: Palibrio/El autor.

Pietersen, Chris (2009). 25 years later. The two largest industrial disasters with hazardous material. Nieuwekerk, Holanda: Gelling Publishing.Valero, Ana Rita. (2004). Los códices de Ixhuatepec: un testimonio pictográfico de dos siglos de conflicto agrario. México: CIESAS/Colegio de San Ignacio de Loyola.