LENIN, PSICOANÁLISIS Y LIBERACIÓN SEXUAL

Vladimir Lenin y Sigmund Freud son figuras emblemáticas de la primera mitad del siglo XX. Ambos habitaron en Europa en la misma época, escandalizaron a la misma burguesía, criticaron la misma ideología dominante y fueron considerados una amenaza para la religión, la moral y la sociedad en que vivían. Sus libros fueron prohibidos en los hogares conservadores y ardieron en las hogueras nazis. 

Lenin y Freud no se conocieron personalmente, pero tuvieron a conocidos en común. Un amigo juvenil de Freud, Liweri Ossipowitsch Darkschewitsch, fue médico del líder de la Revolución de Octubre. Un camarada socialista de Lenin, Victor Adler, había sido compañero de infancia de Freud, a quien le venderá su casa en Viena. 

Freud y Lenin se miran de reojo y a lo lejos. Freud muestra escepticismo hacia lo que describe en tres ocasiones como las “ilusiones” de los bolcheviques (1930, p. 110; 1932a, p. 166; 1932b, p. 195). A Lenin se le suele percibir como alguien hostil al psicoanálisis, pero… ¿esta percepción es correcta? Los expertos Christfried Tögel (1988) y Martin Miller (1998) piensan que no, que la hostilidad de Lenin era contra ciertos usos y abusos de la doctrina freudiana, pero no contra el psicoanálisis como tal. Criticando a estos autores, Jacquy Chemouni (2008) está convencido de que Lenin sí era hostil al psicoanálisis, al que habría asociado con una obsesión típicamente burguesa con la sexualidad y con su liberación.

La convicción de Chemouni está basada en la única declaración existente de Lenin sobre Freud, al menos la única declaración explícita conocida, que fue expresada a la comunista y feminista alemana Clara Zetkin durante una entrevista realizada en 1920. En esta entrevista, Lenin se lanza contra mujeres comunistas que están sobre todo interesadas en la cuestión sexual y que utilizan un folleto sobre la cuestión que recurre al psicoanálisis para darse “una pretendida apariencia científica” (Zetkin, 1920, pp. 109-110). Lenin agrega que “la teoría de Freud es también ahora una especie de capricho que está en boga” y confiesa que desconfía de las teorías sexuales expuestas en diversas publicaciones de un género literario particular que “florece en el estercolero de la sociedad burguesa” (p. 110). Tales teorías serían para Lenin una forma típicamente burguesa de “contemplación de su ombligo” y surgirían de la necesidad personal de “justificar ante la moral burguesa la propia vida sexual anormal o excesiva y de abogar por la tolerancia para uno mismo” (pp. 110-111). La conclusión de Lenin es que habría que preocuparse menos por el problema sexual y concebirlo como lo que es, como parte del problema social, en lugar de imaginarse que el problema social es “una parte, un apéndice del problema sexual” (p. 112).

Freud sitúa la sexualidad en el origen, el fondo y el fundamento de la sociedad. Parece así merecer la crítica de Lenin. Esta crítica, empero, parece dirigirse no tanto al psicoanálisis como tal, sino más bien a la forma en que diversas teorías, entre ellas quizás la freudiana, sobredimensionan la cuestión sexual, personal e individual, a costa de la cuestión social. 

Es interesante que Lenin criticara la exageración de la sexualidad en el otoño de 1920, precisamente en los días en los que se enteró de la muerte de su entrañable amiga Inessa Armand, una muerte que le causó un dolor incontrolable, intenso y profundo, que “lo absorbió completamente” y lo sumió en un estado en el que “se volvió irreconocible”, según los testimonios respectivos de Angélica Balabanova y Aleksandra Kollontái (Elwood, 2002, pp. 3-4). La coincidencia es interesante por todo lo que hubo entre Lenin y Armand, no sólo su apasionado vínculo emocional y muy probablemente sexual, sino también y principalmente la reveladora contradicción entre sus respectivas ideas sobre la liberación de las mujeres en el terreno de la sexualidad. Esta contradicción puede apreciarse en dos cartas de febrero de 1915 en las que Lenin (1915a, 1915b) le aconseja a Armand que suprima la reivindicación femenina del amor libre en un proyecto de folleto para mujeres obreras. 

Lenin (1915a) rechaza el amor libre en su primera carta por considerar que suele entenderse de modo burgués como “libertad de adulterio” y con respecto a “la procreación” y “la seriedad en el amor” (pp. 39-40). En lugar de este amor libre, Lenin defiende una liberación de las mujeres con respecto a cálculos y preocupaciones materiales, prejuicios sociales y religiosos, prohibiciones masculinas y trabas legales. Lo que Lenin defiende corresponde a lo reivindicado por August Bebel (1879) en su libro La mujer y el socialismo que el propio Lenin ensalzará cinco años después, en su entrevista con Clara Zetkin (1920), al contrastarlo con las exageraciones sexuales de textos y teorías de inspiración psicoanalítica.

La entrevista de 1920 y las cartas de 1915 parecen desplegar dos concepciones leninistas de la emancipación femenina. Por un lado, está la concepción burguesa que resulta incompatible con el marxismo, que suele invocar a Freud, que sobredimensiona el factor sexual y que reivindica un amor libre asociado con el adulterio y con una sexualidad sin procreación. Por otro lado, está la concepción proletaria que resulta compatible con el marxismo, que se guía por Bebel y que reivindica una liberación de las mujeres con respecto a la infraestructura socioeconómica y la superestructura jurídica, política e ideológica-religiosa.  

La distinción leninista fue rechazada por Armand. No conocemos sus respuestas a Lenin, pero podemos inferirlas a partir de otros textos y de la segunda carta del propio Lenin. Esta carta cita incluso algunos pasajes de Armand, entre ellos el siguiente que cobra un sentido suplementario a la luz del vínculo pasional entre quien escribe y quien lee: “una pasión y unas relaciones fugaces” son “más poéticas y limpias” que los “besos sin amor” de los esposos (Lenin, 1915b, p. 43). El amor es lo importante para Armand, quien parece no darle ninguna importancia al adulterio que se asociaría con la concepción del amor libre que Lenin tachaba de burguesa. 

No hay una concepción burguesa y otra proletaria para Armand, sino un solo amor libre que se liberaría tanto de cierta moral cultural subjetiva como de cadenas objetivas socioeconómicas, jurídicas e ideológicas inherentes a la sociedad de clases. Para Lenin, por el contrario, “el quid está en la lógica objetiva” y por ello le reprocha a Armand que se obstine en “comprender subjetivamente” el amor libre y que “se olvide por completo del punto de vista objetivo y de clase para pasar al ataque” contra él, contra Lenin, como sujeto (1915a, p. 40; 1915b, pp. 42-43). Esta respuesta de Lenin es fascinante, una vez más, no sólo por su vínculo emocional con Armand, sino porque la reformulación del conflicto entre los dos como una contradicción entre el objetivismo del hombre y el subjetivismo de la mujer se relaciona estrechamente con las teorías leninistas psicológica y política.

En Materialismo y empiriocriticismo, Lenin (1908a) defiende un conocimiento objetivo que sea el reflejo fiel de la realidad. Este realismo objetivista, empero, se ve invalidado tanto por el materialismo dialéctico leninista, que va más allá de la dicotomía subjetivismo/objetivismo, como por la estrategia política derivada y los textos que la justifican, donde se condenan implícitamente las orientaciones realistas-objetivistas del oportunismo, el reformismo y el revisionismo (Lenin, 1902, 1908b, 1913; ver también Pavón-Cuéllar, 2016). En lugar de plegarse a la supuesta realidad objetiva al aprovechar oportunidades, hacer reformas y revisar el marxismo, Lenin apostó por el sujeto de la revolución que demostró la verdad de Marx a pesar de circunstancias adversas como el insuficiente desarrollo histórico-económico de Rusia.

Las hazañas de Lenin anudan lo subjetivo con lo objetivo de un modo tal que le da la razón a Armand con su énfasis en el sujeto, pero también a Lenin con el mismo énfasis y sobre todo a los vínculos entre ellos y entre otros comunistas que participaron en el movimiento revolucionario. Estos vínculos entre los sujetos de la Revolución de Octubre desafiaron la objetividad relacional sancionada, institucionalizada, fetichizada y predeterminada por la sociedad burguesa de la época, sustituyéndola por la prefiguración de relaciones “más poéticas y limpias” como las reivindicadas por Armand (Lenin, 1915b, p. 43). La reivindicación política de Armand coincidía finalmente con la escucha clínica de Freud, refiriéndose a relaciones imposibles, irremediablemente reprimidas, como aquellas a las que da voz el psicoanálisis.

Tal como es concebido por Freud, el factor sexual no se reduce al coito genital, sino que anima internamente lo que está vivo en la esfera cultural, social e histórica. Es en esta esfera donde se confirma la potencia e importancia política de la sexualidad. Es en la misma esfera donde la sexualidad fue situada por Armand, por Zetkin, por Kollontái y por otras compañeras de Lenin en esa grandiosa realización del amor libre que ha sido y sigue siendo el movimiento comunista. 

El amor libre al que Armand aspiraba sólo podía realizarse con el comunismo y a través de una Revolución tan radical y trascendente como la de Octubre encabezada por Lenin. Quizás Lenin ignorara todo lo que estaba en juego en el movimiento revolucionario, pero lo importante es que hizo lo que le correspondía para que ese movimiento fuera el que fue. La Revolución Bolchevique fue también una revolución contra el patriarcado y no sólo por sus reformas radicales a favor de las mujeres.

Referencias

Bebel, A. (1879). La mujer y el socialismo. Madrid: Akal, 2017.

Chemouni, J. (2008). Lénine, la sexualité et la psychanalyse. Psychologie Clinique 26 (2), 55-72.

Elwood, R. C. (2002). Inessa Armand: revolutionary and feminist. Cambridge: Cambridge University Press.

Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. En Obras completas, volumen XXI (pp. 57-140). Buenos Aires: Amorrortu, 1998.

Freud, S. (1932a). Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. En Obras completas, volumen XXII (pp. 1-168). Buenos Aires: Amorrortu, 1998.

Freud, S. (1932b). ¿Por qué la guerra? En Obras completas, volumen XXII (pp. 179-198). Buenos Aires: Amorrortu, 1998.

Lenin, V. (1902). ¿Qué hacer? En Obras Completas V (pp. 351-556)Madrid: Akal, 1976.

Lenin, V. (1908a). Materialismo y empiriocriticismo. Obras Completas XIV (pp. 9-358)Madrid: Akal, 1976.

Lenin, V. (1908b). Marxismo y revisionismo. En Obras Completas XV (pp. 23-35)Madrid: Akal, 1976.

Lenin, V. (1913). Marxismo y reformismo. En Obras Completas XX (pp. 123-126)Madrid: Akal, 1976.

Lenin, V. (1915a). A Inés Armand. En V. Lenin, La emancipación de la mujer (pp. 39-40). Moscú: Progreso, 1978.

Lenin, V. (1915b). De una carta a Inés Armand. En V. Lenin, La emancipación de la mujer (pp. 41-44). Moscú: Progreso, 1978.

Miller, M. A. (1998). Freud and the Bolsheviks: Psychoanalysis in imperial Russia and the Soviet Union. New Haven: Yale University Press.

Pavón-Cuéllar, D. (2016). El elemento subjetivo en el debate socialista: ideas psicológicas del marxismo en los tiempos de las primeras dos Internacionales (1864-1918). Marx e o Marxismo 3(5), 279-300.

Tögel, C. (1988). Lenin und Freud: Zur Frühgeschichte der Psychoanalyse in der Sowjetunion. Luzifer-Amor: Zeitschrift zur Geschichte der Psychoanalyse1(2), 34-40.

Zetkin, C. (1920). De los recuerdos sobre Lenin. En V. Lenin, La emancipación de la mujer (pp. 103-136). Moscú: Progreso, 1978.