Volver a los clásicos siempre es provechoso. Nos ayuda a reconocer el campo de batalla y a inventariar las armas teóricas con que contamos, y las que se requieren. Y más en una realidad como la de hoy, determinada por la crisis mundial del capitalismo y la creación de nuevos equilibrios políticos, impulsados desde 2008 por los sindicatos, los movimientos sociales y los partidos políticos, bajo el formato de rebeliones populares o de batallas político electorales.
Releer a Lenin en el marco de la crisis mundial más profunda y larga que ha conocido el capitalismo; del agotamiento de las políticas neoliberales, de sus formas de representación y del tránsito de la resistencia a la ofensiva por parte de los pueblos y de las clases subalternas es, sin duda, un ejercicio de mucha utilidad para la teoría política, y para la política práctica.
Regresar a Lenin y examinar su obra, El Estado y la revolución, es una tarea necesaria para el estudio del desarrollo de la teoría marxista del Estado, y para constatar la importancia que tiene la comprensión intelectual de dicha institución política para toda estrategia de conquista del poder político en el capitalismo.
1. Contexto: la revolución proletaria en un país de campesinos
Los problemas del socialismo son, como escribió Lukács, los problemas de la estructura económica y de las relaciones de clase en el momento en que el proletariado toma el poder estatal.
La revolución rusa de octubre de 1917 se produjo, como se sabe, en un país de capitalismo atrasado y de escasa socialización de la política. Lo que determinó la especificidad del análisis de la economía, la política y la sociedad. Tal y como escribió Trotski en su Historia de la revolución rusa: el “total de tierra laborable dentro de los confines de la Rusia europea se calculaba, en vísperas de la primera revolución, en doscientos ochenta millones de deciatinas (una deciatina era igual a un poco más de una hectárea). Las tierras comunales de los pueblos ascendían a unos 140 millones, los dominios de la Corona a cinco millones aproximadamente, los de la Iglesia sumaban, sobre poco más o menos, dos millones y medio de deciatinas. De las tierras de propiedad privada, unos 70 millones de deciatinas se distribuían entre treinta mil grandes hacendados”.
Al igual que en la agricultura, la concentración de la industria era alta, y sometida, además, al capital extranjero. En el año 1914, las pequeñas industrias con menos de cien obreros, y la mediana y la gran industria, con una nómina de 100 a 1000 obreros representaban, respectivamente, el 17.8 por ciento; mientras que los centros fabriles gigantescos que daban empleo a más de mil obreros cada uno, representaban el 41.4 por ciento. En las regiones industriales más importantes, este último porcentaje era aún más elevado: en la zona de Petrogrado era de 44.4 por ciento, y en la de Moscú, de 57.3 por ciento.
La industria pesada (metal, carbón y petróleo), se hallaba, por su parte, sometida casi por entero al capital financiero internacional. En términos generales, cerca del 40 por ciento del capital en acciones invertido en Rusia pertenecía a extranjeros, y la proporción era considerablemente mayor en las ramas principales de la industria
Estas características de la formación económica social son las que estaban en la base de la articulación de la guerra campesina y la insurrección proletaria. Esto es: el hecho inédito de que cerca de dos millones de obreros industriales dirigieran a un poco más de cien millones de campesinos hacia la toma del poder político y a la más asombrosa aventura del mundo moderno: la creación de la sociedad y el Estado socialista. Instituciones ambas, de transición hipotética a la sociedad comunista autoregulada.
2. Coyuntura: guerra, revolución y contrarrevolución
El Estado y la revolución se inscribe en una coyuntura concreta, el estallido de la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias: la crisis de la Internacional Socialista y de la mayoría de los partidos socialdemócratas que la integraban; un corto periodo de guerra de maniobras y un largo periodo de guerra de posiciones; el derrumbe de los viejos imperios (imperio ruso, imperio austro húngaro e imperio turco otomano); un nuevo ciclo de revoluciones obreras (rusa, alemana y húngara) y contrarrevoluciones burguesas y guerras civiles (Rusia, Alemania, Hungría e Italia); una nueva geopolítica (comandada por Inglaterra, Francia y EEUU); la crisis del Estado liberal y la organización por primera vez, de un nuevo tipo de Estado, el Estado obrero o socialista; la construcción del socialismo soviético en un contexto de guerra civil, de intervención extranjera y de derrota temporal de la revolución mundial (aplastamiento militar de las revoluciones alemana y húngara, y de los consejos de fábrica italianos); y una dificultosa lucha interna en la dirigencia del partido bolchevique.
La coyuntura de 1914-1923 tuvo características diferentes a las de 1848-1850. En esta última, Marx y Engels formularon las primeras hipótesis teóricas sobre el Estado, la revolución y la transición del socialismo al comunismo. Casi setenta años después, Lenin y los bolcheviques, en otro momento de la historia del capitalismo, el imperialismo, las llevaron a la práctica, y formularon muchas más.
3. El Estado y la revolución
En este texto escrito siete meses después de la revolución burguesa, luego del fracaso de la insurrección de julio, y a escasos dos meses de la revolución de octubre, Lenin tuvo tiempo, finalmente, al pasar a la clandestinidad, de ordenar todo el material reunido y redactar su obra. En ella quedaron expuestos seis grandes temas en los que quedó resumida una parte importante, no toda, del trabajo de elaboración teórica de Marx (La guerra civil en Francia y la Crítica del programa de Gotha) y de Federico Engels (El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado) sobre el tema del Estado político. Los temas son los que siguen:
- Estado capitalista y dominación política.
- Estado capitalista y democracia representativa.
- Estado capitalista y parlamento.
- Estado político y clase dominante.
- Estado capitalista y revolución social.
- Extinción del Estado.
4. Importancia de El Estado y la revolución
En un momento en que la socialdemocracia rusa e internacional, había aceptado la integración y colaboración con el Estado capitalista. Lenin recuperó y aplicó el discurso de Marx sobre el Estado político.
El triunfo de la revolución rusa probó, en la vida real, en la política concreta, la eficacia de la teoría marxista del Estado y la inoperancia de la teoría del Estado socialdemócrata (Eduard Bernstein, Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia). Dando lugar al leninismo, a un nuevo modelo de organización política, la Internacional Comunista (IC) y los partidos comunistas. A partir de lo cual, El Estado y la revolución se convirtió en la fuente principal de la comprensión marxista del Estado, y de la formación de varias generaciones de marxistas con lo que parecía ser el análisis básico del Estado y una concepción definitiva del comunismo.
La recuperación leninista de la teoría marxista del Estado, sentó, las bases, por otra parte, para el desarrollo ulterior de dicha teoría, tanto en la década de los treinta con Gramsci en el movimiento obrero; como en el mundo académico, después del fin de la edad de oro del capitalismo, con los debates Miliband – Poulantzas; Offe Von Braummueller-Hirsch; y la discusión de Bob Jessop, John Holloway, Werner Bonefeld, Simon Clarke y otros.
5. Los límites de El Estado y la revolución
Dos nos parecen sus límites principales: 1) la teoría del Estado en Marx que empieza con la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel y concluye en El Capital, pasa por dos niveles de análisis del Estado capitalista, constituido, el primero, por los conceptos de Estado y sociedad civil; y el segundo, por los de estructura y superestructura. El discurso de Lenin sobre el Estado está basado más en el pensamiento de Engels sobre el Estado quien, a su vez, se apoyó principalmente en el libro de Lewis Henry Morgan (La sociedad primitiva o investigaciones en las líneas del progreso humano desde el salvajismo hasta la civilización a través de la barbarie, para escribir El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado). que en el mismo Marx; 2) a diferencia del discurso del Estado ampliado de Gramsci, se enfatiza, por las exigencias de la coyuntura, el momento de la fuerza. El Estado político es analizado en consecuencia, primordialmente como la violencia organizada de la clase dominante en contra de las clases dominadas.
6 . Teoría del Estado, la revolución proletaria y la guerra civil de 1918–1920
La revolución proletaria en un país de campesinos vivió entre abril de 1918 y abril de 1920, una intensa guerra civil y un marcado aislamiento político, derivado de las derrotas de los consejos italianos de Turín, la República de los Consejos húngaros y el aplastamiento de la insurrección de los consejos obreros alemanes.
Estos años en los que el partido bolchevique gobernó para que la revolución sobreviviera, imprimieron su sello sobre el modelo socialista que se edificaría en los años futuros. Y fortaleció la teoría de Estado, que Lenin había elaborado. El conflicto de clases acabó determinando, como siempre sucede, los modos del ejercicio del poder.
Con la política del “comunismo de guerra” (1918), se establecieron las bases de la concentración estatal del poder de dirección y control de la economía; de la abolición de la economía de mercado y de los medios monetarios; y de la militarización del trabajo.
Se establecieron las bases de la abolición del pluralismo y la democracia obrera. Lo primero con la convocatoria y disolución de la asamblea constituyente y la salida de los socialistas revolucionarios del gobierno; lo segundo, con el aplastamiento de la oposición anarquista atrincherada en los comités de fábrica, y la promulgación de la primera Constitución socialista.
Se avanzó, por último, con la creación de la III Internacional en marzo de 1919, en la edificación del principio de hegemonía del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), sobre el conjunto del movimiento comunista internacional.
7. Consideraciones generales (teórico-metodológicas) que deberían considerarse al leer el Estado y la revolución
1) Relación entre Ciencia y Política. En su carta primera sobre táctica, de abril de 1917, Lenin escribió: “El marxismo exige de nosotros que tengamos en cuenta con la mayor precisión y comprobemos con toda objetividad la correlación de clases y las peculiaridades concretas de cada momento histórico”. O sea, la teoría ilumina la realidad política pero no la sustituye. Soluciones nuevas para problemas nuevos exigen estudios e investigaciones rigurosas.
2) Realidad social y teoría política. El “marxista debe tener en cuenta la vida misma, los hechos exactos de la realidad, y no continuar aferrándose a la teoría del ayer, que, como toda teoría, únicamente traza, en el mejor de los casos, lo fundamental, lo general, y sólo de un modo aproximado abarca toda la complejidad de la vida”. Es decir, la teoría política como modo de aproximación a la realidad social, siempre tiene como límite el cambio permanente de la realidad.
3) Lo posible y lo real. El “marxista, al analizar el momento no debe partir de lo posible, sino de lo real”. De las relaciones entre las clases. Así, si lo real está dado por tales relaciones, lo que el análisis teórico debe desentrañar son esas relaciones.
4) Ciencia política y complejidad teórica. Permanece la necesidad de elaborar la teoría marxista del Estado a partir de todo lo ya elaborado desde Marx hasta nuestros días, pasando, desde luego, por el momento indispensable de las revoluciones rusas y la obra de Lenin, El Estado y la revolución. Sin perder de vista que este autor y su obra no son la teoría marxista del Estado, sino solamente, uno de sus momentos. Un momento estratégico, sin duda, pero al fin y al cabo, solo un momento que ocurrió hace un siglo.
5) El Estado capitalista y la revolución socialista. Desde hace más de cincuenta años no se produce una revolución socialista. Persiste, sin embargo, la necesidad de investigar y explicar las transformaciones del Estado capitalista, la crisis de la democracia liberal y las posibilidades de un nuevo ciclo de revoluciones socialistas. En ese imperativo está la actualidad de Lenin y su obra teórica.
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