LA OBRA TEÓRICA Y PRÁCTICA DE LENIN A 100 AÑOS DE SU FALLECIMIENTO

A 100 años de su fallecimiento, la obra teórica y práctica de Vladimir Ilyich Ulyanov, Lenin (1870-1924), sigue siendo fundamental para nuestro tiempo. A nivel teórico Lenin profundizó en la teoría revolucionaria que, partiendo de una lectura original de Marx y Engels, puso énfasis en dos cosas: el análisis concreto de la situación concreta y la posibilidad de la revolución social. Lenin vivió en un país en un momento donde el capitalismo no era el sistema social predominante, donde el proletariado industrial no era el sector social más numeroso y donde no había ocurrido una revolución democrático-burguesa que modernizara al estado y la política. Se seguía viviendo bajo el zarismo absolutista que había sido ligeramente modernizado en el siglo XIX y que había abierto ligeramente su parlamento, la Duma, ante la revolución derrotada de 1905. Pero, era en Rusia donde, de toda Europa, había el movimiento social más potente, efervescente y esperanzador de la época. Y Lenin supo leer este contexto. 

Ya los «amigos del pueblo» o «populistas» (narodnikis) se habían enfrentado al zarismo en el siglo XIX. Usaron la violencia terrorista como método de lucha y lograron acabar con la vida del zar Nicolás II, pero no con el zarismo. Las estructuras sociales nunca se reducen a individuos en específico. La respuesta del régimen zarista fue brutal y acabó con la vida de muchos narodnikis, el hermano mayor de Lenin, Alexander Ulyanov incluído. 

Sin embargo, Lenin buscó lograr la revolución social. Y desde las categorías más generales de las obras de Marx, Engels y Hegel, pero siempre con una claridad terrenal, bien situado en el contexto geopolítico de su época, teorizó la especificidad de su propio país, para encontrar un espacio de emancipación singular que permitió, en su momento, lograr identificar situaciones revolucionarias para volverlas revolucionarias. Logró acelerar los procesos de toma de conciencia de su pueblo que pasó de reivindicar la paz, el pan y la tierra en plena primera guerra mundial (1914-1918) a lanzarse a una revolución internacional que buscó construir una sociedad poscapitalista. 

Bajo su liderazgo bolchevique, Lenin logró desarrollar toda una teoría revolucionaria de las organizaciones, que después se conoció como la teoría leninista del partido, que permitió organizar estrategias y tácticas para sobrevivir a la represión brutal del zarismo, formar y profesionalizar cuadros, movilizar a los sectores sociales más revolucionarios de su época, lograr tejer alianzas más allá de la clase trabajadora industrial que laboraba en las fábricas, incorporando a los campesinos, pequeños empresarios y a las clases medias empobrecidas. Todo ello incorporando sus demandas y anhelos dentro del programa de un partido político de masas.

Lenin, lo reconoció Antonio Gramsci, fue el verdadero teórico de la hegemonía, pues Lenin logró construir amplios consensos sociales. Luego, con este respaldo popular pudo realizar acciones políticas estratégicas en el momento adecuado. Y así impulsó la famosa toma del palacio de invierno en 1917 (revolución de octubre) en lo que hoy se conoce como San Petersburgo, en un momento en el que “el poder estaba en las calles”. Y lo hizo sin disparar una sola bala. Luego Lenin y sus aliados consolidaron la formación de un gobierno revolucionario con un amplio respaldo del pueblo organizado en asambleas populares (los soviets). Y con ello Lenin logró diseñar un gobierno que superó al liberalismo político clásico del siglo XIX y con ello obligó a los capitalismos nacionales occidentales a formar diferentes estados de bienestar que beneficiaron a los pueblos del mundo. Así, se garantizaron mejores salarios para la clase trabajadora, se redujo la desigualdad, mejoraron las condiciones laborales y seguridad en las fábricas, se garantizaron la seguridad social y la protección frente a la depredación en los mercados capitalistas. Nunca olvidemos que la revolución bolchevique desató en occidente lo que Gramsci llamó revoluciones pasivas, que consisten en grandes transformaciones sociales que benefician a las masas, sin liquidar ni desplazar a las élites que gobiernan en un país. El siglo XX no se entiende sin Lenin, quien, sin duda, fue la persona más importante de ese siglo. 

Lenin también dejó elementos para teorizar lo que hoy llamamos «estados plurinacionales» cuando reivindicó la libre autodeterminación de los pueblos. Reconoció las especificidades nacionales de los pueblos, pero pensando en la posibilidad de la formación de una república federal con múltiples nacionalidades. Esa fue la concepción del estado en la URSS en su momento, independientemente de sus derivas autoritarias y deformaciones estalinistas posteriores. 

Lenin también fue un gran teórico de la economía. En sus trabajos sobre el desarrollo del capitalismo en Rusia retomó los esquemas de reproducción del tomo II de El Capital de Marx para luego mostrar que en Rusia había un desarrollo incipiente del capitalismo que convivía con otras formas que estaban siendo aniquiladas por la expansión del mercado capitalista. Las comunas rurales rusas de las que habló Vera Zazulich a Marx, ya en los tiempos de Lenin, estaban desapareciendo al sucumbir ante las tendencias del mercado global. Por lo que las vías de acción revolucionaria de los narodnikis ya no eran viables en su tiempo. 

Lenin realizó trabajos también de análisis globales que hoy llamaríamos geopolítica y geoeconomía. Sus trabajos sobre el imperialismo mostraron cómo se exacerbó la concentración del capital a niveles que en esa época eran escandalosos, mostró cómo los gobiernos de países imperialistas se repartían como botín los recursos naturales y los mercados del sur, y cómo se formaban relaciones neocoloniales de los países del sur para con las metrópolis. Lenin identificó y criticó el gran poder de los banqueros, el capital parasitario y del rentismo. Y hoy, en el siglo XXI, todas estas tendencias se exacerbaron. Pues todo lo que dijo Lenin (y Marx) se exacerbó hasta generar el fenómeno de los ultra ricos que concentran un poder económico y político que ha convertido al capitalismo contemporáneo en una auténtica dictadura de los mercados. Se generó una desigualdad extrema ya a niveles alucinantes. La mercantilización de la sociedad ha profundizado la deshumanización y la codificación de la sociedad.  Además hay una crisis ambiental que amenaza a la humanidad entera. Ahora hablamos ya de una crisis civilizatoria ante la cuál debemos dar respuestas. 

Y Lenin buscó siempre dar respuestas. Además de ser un crítico social muy agudo, Lenin también fue, como diría don Jesús Silva Herzog, un arquitecto de pueblos. En su «Nueva Economía Política» (en sus siglas en inglés NEP), Lenin teorizó la posibilidad del socialismo de mercado, que llevó a la Rusia de su tiempo a reconstruir las fuerzas productivas destruidas durante la cruenta guerra civil (1917-1922) donde el ejército rojo se impuso sobre los ejércitos blancos (apoyados por las élites conservadoras del mundo). En la NEP Lenin reivindicó la idea de que haya un mercado capitalista dirigido por una conciencia socialista, donde el estado debe ser el rector de la vida económica. Sin pretender sustituir el mercado por el estado ni sustituir el estado por el mercado. Sino más bien viendo una complementariedad. 

Lenin hoy vería con mucho interés la experiencia del desarrollo económico acelerado de China, pues el socialismo de mercado de China está dentro del espacio de posibilidades que Lenin teorizó. Y justo también por su crítica al neocolonialismo, Lenin apoyaría todo intento, en el sur, por formar procesos de fortalecimiento de las soberanías nacionales en sus múltiples dimensiones (económica, tecnológica, científica, energética, alimentaria, militar, seguridad, etc.). Justo con la intención de fortalecer al estado y a los pueblos del sur para ser un contrapeso al poder de los grandes empresarios que controlan los mercados. 

Lenin también se interesaría por las experiencias de los gobiernos progresistas de América Latina que reivindican una forma de organización de las socioeconomías diferente al capitalismo neoliberal, que hoy llamamos posneoliberalismo. Lenin vería con mucho interés la crisis de hegemonía de los Estados Unidos y la crisis de las democracias liberales de occidente que han llevado al extremo la mercantilización de la política, la simulación y la corrupción. Pero también el gran estadista bolchevique estaría preocupado por el ascenso de las extremas derechas y se preguntaría qué hacer ante ellos. Y seguro que una de sus respuestas sería la promoción de la educación y la formación política masivas. Para que la gente tenga claro quién es quién y qué proyectos políticos representan mejor sus intereses vitales. 

En resumen, Lenin fue un gran estadista que supo construir estrategias de emancipación mediante el análisis concreto de la situación concreta, la terrenalidad de su pensamiento y práctica que lo llevó a evitar todo infantilismo de ultra izquierda y a ser muy práctico. Y todo ello lo logró tomando en serio la idea de Hegel de la dialéctica como un método, una «álgebra de la revolución» que lo llevó a transformar la historia del mundo entero aprovechando y haciendo una gestión racional de las contradicciones internas del sistema. Lenin, sin duda, es un gran pensador y un gran humanista que es imprescindible hoy, en los procesos de transformación del siglo XXI y para la izquierda de nuestro tiempo. Su lectura sigue siendo muy pertinente para pensar, desde el sur, en procesos de emancipación.

* Profesor investigador de la División de Estudios Multidisciplinarios del Centro de Investigación y Docencia Económicas.