UNA PANORÁMICA SOBRE LA PRENSA DEL PARTIDO COMUNISTA MEXICANO, 1924-1974

Una de las huellas enriquecedoras que dejó el comunismo mexicano en el siglo XX en el orbe intelectual y cultural fue su labor periodística militante. Sin lugar a duda, el periódico fue el principal medio utilizado por el Partido Comunista Mexicano (PCM) para hacerse notar en la esfera de la opinión pública del país, haciendo a lo largo de su existencia una férrea defensa al proyecto socialista de la Revolución Rusa y su posterior extensión en importantes áreas del planeta, así como, la proclamación de una agenda social a favor de las clases trabajadoras y populares del país con miras a la construcción de un movimiento revolucionario que estuviera encaminado hacia la vía socialista.  

El abordaje de esta faceta del comunismo mexicano resulta contar con una amplia variedad de experiencias y trayectorias, desde los sujetos que se encargaron de realizar la redacción del periódico hasta quienes pusieron en circulación los ejemplares en las colonias obreras y populares, en universidades y escuelas normales y en las comunidades rurales. Por otro lado, la constelación de temas y polémicas que fueron desarrolladas desde diferentes formatos, tales como columnas de opinión, editoriales, grabados o caricaturas, donde los comunistas mexicanos realizaron contribuciones claves sobre la vida política y social del país. Una característica de los proyectos de prensa militante por parte del PCM, fue que estos se mantuvieron pese a la constante censura y persecución de las autoridades. Si bien, hubo momentos en que el tiraje resultó irregular, eso no evitó que gran parte del siglo XX fueran cubiertos por la prensa del partido. 

En el presente artículo busca condensar la amplia y la compleja historia de la prensa generada por el Partido Comunista Mexicano desde 1924 hasta 1974, con el objetivo de mostrar puntos claves, tales como los principales exponentes, las directrices y los temas y/o polémicas que se desarrollaron en esta faceta ejercida por el comunismo mexicano, la cual se puede plantear resultó tener notable éxito.   

El “arte del combate”: El Machete, 1924-1938

La impresión del primer número de El Machete en marzo de 1924, no fue impulsada directamente en las filas del PCM, sino por el Sindicato de Trabajadores Técnicos, Pintores y Escultores, el cual estaba dirigido por los muralistas Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Xavier Guerrero, quienes a su vez eran militantes comunistas. El objetivo inicial de esta publicación fue ante todo la defensa del muralismo ante las críticas y los ataques recibidos por segmentos de la intelectualidad y el estudiantado del país, principalmente los miembros de la Escuela Nacional Preparatoria, que se agravaron en julio de aquel año.[1] El nombre de El Machete para esta publicación fue elegido, en palabras de Siqueiros porque era una “herramienta agrícola común a todos los trabajadores de la América Latina. Claro que también es una herramienta de combate social en las manos de éstos, cuando las circunstancias así lo exigen.”[2]

Es cierto, que el trabajo de aquellos artistas fue clave en el desarrollo del también llamado “filoso” en sus primeros tirajes, mediante la aportación de recursos y la elaboración de grabados a base de madera que acompañaron las primeras planas del periódico; no obstante, a partir de 1925, esta publicación recayó en militantes comunistas, quienes hasta 1938, mantuvieron la circulación de El Machete, destacándose las figuras de Valentín Campa, Rafael Carrillo, Rosendo Gómez Lorenzo, Miguel Ángel Velasco y Hernán Laborde. A este grupo, durante la segunda mitad de la década de 1920, se sumaron exiliados políticos provenientes de América Latina, Estados Unidos y Europa, siendo el más representativo el cubano Julio Antonio Mella, no menos importantes, el estadounidense Bertram Wolfe; la italiana Tina Modotti; el peruano Jacobo Hurwitz; el suizo Edgar Woog, y el venezolano Salvador de la Plaza, quienes dieron un fuerte impulso a la circulación de El Machete, principalmente, en países de América Central y el Caribe, e incluso en los Estados Unidos. 

Esto se hizo notorio con el aumento en el tiraje del periódico durante este lapso, por ejemplo, en 1924, en su primer año de vida, la venta de cada edición alcanzó apenas 3 mil ejemplares, tendencia que se mantuvo hasta octubre de 1927, cuando la circulación alcanzó 7 mil unidades y, al siguiente año, llegó a los 11 mil tabloides.[3] Este acrecimiento de las ediciones de El Machete tuvo relación con el fortalecido de los vínculos que establecieron los comunistas mexicanos con importantes núcleos del movimiento agrarista en diferentes puntos del país, sobresaliendo los estados de Durango, Michoacán y Veracruz, donde estuvieron localizadas las principales ventas de el “filoso” en ese mismo periodo. El eje central que el PCM defendió en cada edición de El Machete en aquellos años fue la lucha por reparto de tierras entre el campesinado pobre, enfatizando que la reforma agraria, emprendida por el Estado mexicano, debía ser llevado a vías radicales, esto es, la colectivización del ejido.   

El año de 1929 representó un punto de quiebre en las actividades militantes del Partido Comunista Mexicano, porque uno de sus principales soportes dentro de la tarea periodística, los exiliados políticos comenzaron a ser expulsados del país, o bien, como sucedió con Mella, fue asesinado. Por otro lado, el PCM perdió un importante apoyo dentro del movimiento agrarista, cuando los principales dirigentes de este mostraron serias diferencias políticas con los dirigentes comunistas. A ello se sumó, que el gobierno de México declaró las actividades comunistas como ilegales, asestando, en primer lugar, un zendo golpe a las oficinas donde se editaba El Machete, confiscando su imprenta. 

Este periodo de clandestinidad, que abarcó 5 años, fue notoria la narrativa heroica de los militantes comunistas por mantener en circulación clandestina El Machete, destacándose que la imprenta donada, era manual a fin de que el ruido no delatara su ubicación por parte de las autoridades, o bien, al momento de la producción el tabloide la tarea resultó llena de obstáculos, por ejemplo, en palabras de Mario Gill:

[…] El C[omité]. C[central]. Se reunía una vez a la semana para discutir el material del próximo número. ¡Había tanto que decir y tan poco espacio! Todos querían espacio para sus problemas […] 

“[…] el problema en la imprenta, el saboteo sistemático, el linotipista que no hace las correcciones, el papel que no llega porque no se ha reunido el dinero. Conseguido éste, tarde, la Papelera [sic] está cerrada; gestiones misteriosas para obtener unos rollos de los grandes rotativos de Bucareli; vencida la dificultad, no hay camiones que conduzcan el papel, los redactores mismos lo conducen rodando en plena avenida Juárez […]”[4]   

En ese entorno, El Machete pudo llegar a la militancia comunista que encabezó importantes luchas a favor de los jornaleros agrícolas en las regiones de Nueva Italia, en Michoacán, y la Laguna, que comprende Coahuila y Durango; o bien, en las huelgas de obreros metalúrgicos en Monterrey. Se desconoce con precisión el promedio de ejemplares que fueron impresos en este periodo, pero una estadística oficial del PCM, hecha en 1933, sugiere la circulación de 5000 unidades, pero la mayoría de ellas, los militantes quedaron a deber su pago por ejemplar.[5] Una gran parte de la distribución de los ejemplares del periódico estuvo a cargo de los ferrocarrileros, segmento clave de la clase obrera que dio soporte a la base del PCM en diferentes lapsos.[6] Este contexto de efervescencia social, coincidió con la Gran Depresión que sufrió el mundo en la primera década de 1930, teniendo su efecto inmediato en la pauperización de las condiciones laborales de clase trabajadora, y por otro, la directriz de Moscú, que puso en marcha la estrategia de “clase contra clase”, la cual consideró una crisis inminente al interior del sistema capitalista, la cual desencadenaría una guerra de las potencias imperialistas contra la URSS, y ante eso los obreros y campesinos del mundo radicalizarían su posición política hacia una revolución socialista.[7]  

Con la llegada a la presidencia de México de Lázaro Cárdenas en diciembre de 1934, la prensa del PCM retoma el camino de la legalidad y recibe un fuerte impulso por parte de un grupo de intelectuales pertenecientes a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), en su mayoría conformada por militantes comunistas. La circulación del periódico, en términos de ejemplares tirados, tuvo un proceso lento de recuperación tras el lapso de clandestinidad, todavía en 1935, El Machete tuvo impresos no mayores a 500 ejemplares por mes. Fue hasta 1937 cuando el periódico puso 4000 tabloides por semana, dando el total de 16 mil unidades, esta tendencia ascendente se mantuvo el resto de la década de 1930. La edición del 16 de septiembre de aquel año, con 50 páginas, tuvo la impresión de 50 mil ejemplares, una cifra que no volvió a tener registro oficial por parte del PCM.[8]

En ese entorno, la dirección del partido decidió en mayo de 1938 que el tiraje de El Machete fuera diario. Sin embargo, este crecimiento exponencial del partido en la circulación de su periódico no se tradujo en una militancia activa, en todo caso, fue palpable el reclutamiento de miembros que estuvieron lejos de mostrar una formación revolucionaria. Pese ello, el PCM logró colocarse en instancias que fueron claves en su base militante, en las escuelas normales, donde la prensa del partido tuvo una circulación significativa en los subsecuentes años. Fue en el Cardenismo, que la nueva directriz proveniente de Moscú, el Frente Popular, estableció la alianza de los partidos comunistas con “fuerzas progresistas” para contrarrestar el avance del fascismo, pero en el caso del PCM terminó siendo una subordinación a los dictámenes de la política oficialista, el Partido de la Revolución Mexicana.   

¡Diario al servicio del pueblo!

Al contrario de su predecesor, La Voz de México no cuenta con las mismas luminarias, llegando tener juicios como un simple periódico doctrinario, por parte de la historiografía que superficialmente lo ha abordado.[9] El nuevo nombre que adquirió la publicación periódica del PCM fue con el fin de llegar a un público más amplio, ya que los dirigentes comunistas, consideraron el nombre de El Machete denotaba un movimiento sectario, incluso la fraseología combativa fue cambiada por una moderada, que quedó impresa en la consigna Diario al servicio del pueblo.[10] Fue hasta finales de la década de 1940 cuando el periódico nuevamente hizo uso de frases referentes a la lucha de clases.   

Con la imposición de Dionisio Encina como Secretario General, en el Congreso Extraordinario de 1940, que quedó marcado por la expulsión de dos renombrados miembros del partido, como fueron Valentín Campa y Hernán Laborde, el PCM inicio un periodo que se caracterizó por la expulsión de prominentes militantes, los cuales en su mayoría estaban desarrollando la tarea periodística del partido, como fue en 1943, donde Miguel Ángel Velasco, fungiendo como director, junto con Enrique Ramírez y Ramírez y José Revueltas fueron acusados de “revisionistas”. Otro incidente con el comité de redacción de La Voz de México fue en 1948, cuando Carlos Sánchez Cárdenas —quien fungía como director del periódico—, Alberto Lumbreras, Alexandro Martínez Camberos y Miguel Aroche, fueron acusados de “trotskistas”. Estos grupos disidentes comunistas, sin desmarcarse de los planteamientos marxistas, emprendieron sendos proyectos periodísticos, tales como la revista Tricolor (1944-1946) y el periódico El Machete disidente (1948), que fueron la base para crear la asociación “Noviembre”, que a su vez fue la punta de lanza para la conformación en 1950 del Partido Obrero Campesino de México (POCM).[11]

En sus primeros meses La Voz de México mantuvo la circulación que había dejado su sucesor El Machete, pero en mayo de 1939, la dirección del PCM decidió abandonar el tiraje diario del periódico. Fue hasta el lapso de septiembre de 1955 a octubre de 1957, cuando el periódico del partido tuvo circulación diaria, siendo estos dos momentos, los únicos registrados en que la prensa comunista pudo efectuar ediciones todos los días de la semana. Durante gran parte de la década de 1940, La Voz de México mantuvo su impresión sin cortapisas graves, esto a causa del contexto de la “Unidad Nacional” promovida por el gobierno de México en apoyo a la coalición de los Aliados, conformada por la Unión Soviética, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia,  que hizo frente y derrotaron a las potencias fascistas, Alemania e Italia, durante la Segunda Guerra Mundial. Con aquella consigna, el planteamiento de la revolución socialista por el PCM en su órgano de prensa fue desplaza a segundo plano, para dar lugar al impulso al proyecto de  industrialización del país, cuya idea fue en relación con la llamada “profundización” de la Revolución Mexicana sustentada por la dirigencia comunista a finales de la década de 1930, que no fue otra cosa, que la independencia económica del país y la destrucción de los “vestigios feudales”, con un camino hacia el socialismo.[12]  

En 1947 representó un cambio de actitud del Estado mexicano hacia las agrupaciones de izquierda en especial del PCM, al iniciarse un proceso de represión y censura que desembocó que la prensa del partido haya tenido tirajes irregulares hasta diciembre de 1951, los cuales en su caso, fueron impresiones mensuales, sumando en total durante ese lapso solo 63 ediciones. En cuanto el número de ejemplares por cada edición, solo se sabe que en la Ciudad de México, en 1950, el tiraje fue de 3500 unidades.[13] Tras aquel lapso, en 1952 La Voz de México retomó su regularidad, gracias provenientes de las clases trabajadores. Fue usual el boteo de los militantes del PCM en calles de colonias obreras y populares de la Ciudad de México.[14]   

En el marco del proceso de cuestionamiento al régimen estalinista en la URSS, nuevamente hubo una sacudida en la redacción de La Voz de México, entre 1957 a 1958, encabezada por el director del periódico, Manuel Terrazas Guerrero, quien tuvo que enfrentarse a la dirección de Dionisio Encina, la cual buscó afanosamente mantener las directrices ortodoxas. En ese lapso, las nuevas líneas programáticas provenientes de Moscú ocuparon grandes espacios en cada edición del periódico, donde la mayoría de las columnas hicieron un fuerte llamado a la necesaria renovación del movimiento comunista del país, es decir, la intervención del partido en la vida electoral, como el camino hacia un proceso revolucionario socialista democrático.[15]

En la coyuntura causada por el movimiento ferrocarrilero de 1958-1959, fue como el PCM inició una importante renovación generacional y teórica de sus filas, ya que al calor de la represión de aquella movilización social, Encina fue aprehendido; quedando vacante la dirigencia del partido, la cual recayó en manos de un secretariado colectivo encabezado por Arnoldo Martínez Verdugo. Tras esto, la impresión del periódico del partido tuvo un lapso de años de tiraje irregular, que solo hasta 1965 logró contar con ediciones semanales. Sin dejar de ser leída por las clases trabajadoras, en estos años el auditorio lector de la prensa del PCM empezó a transformarse, cuando segmentos del estudiantado y magisterio universitario fueron quienes adquirieron en mayor medida los ejemplares de La Voz de México. Esto tuvo que ver con las fuertes movilizaciones de estudiantes durante la década de 1960 en diferentes universidades del país: Michoacán, Puebla y Sonara, por mencionar algunas.    

Al calor del movimiento estudiantil de 1968, las imprentas y las oficinas de La Voz de México fueron cateadas por las fuerzas policiacas, que derivó que los  últimos años de circulación de esta publicación haya recaído a un ritmo irregular, principalmente a inicios de la década de 1970, al grado de convertirse en un simple boletín interno, ya que el objetivo de los dirigentes del partido a inicios de la década de 1970 fue impulsar un proyecto novedoso, como fue la revista Oposición.  

Una revista “viril”

La puesta en marcha de la revista Oposición en abril de 1970 representó un parteaguas en el la trayectoria del periodismo militante del PCM, porque esta nueva publicación buscó hacerse de un espacio con mayor resonancia para otras fuerzas provenientes del espectro de la izquierda, y por supuesto, que tuvieran afinidad con el programa del comunismo mexicano. Desde su tiraje el lema de la revista fue “Revista quincenal de información y debate político”, cuestión contraria a lo acontecido en anteriores publicaciones provenientes del PCM. A esto, se sumó que los participantes de Oposición provinieron de otros proyectos editoriales previos, tales como la revista Siempre!, como fueron Renato Leduc y Alberto Domingo. A esta lista se sumaron tanto militantes jóvenes como, así como veteranos, como David Alfaro Siqueiros, Juan de la Cabada, Valentín Campa, Othón Salazar y Demetrio Vallejo. No menor, fueron los aportes de los caricaturistas como Félix Andreu Goded Andrew (“Felix”) y Eduardo del Río (“Rius”). O bien, en las páginas de esta revista aparecieron las cartas del obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, un referente de la Teología de la Liberación; o la hecha por Lucio Cabañas, desde la serranía del estado Guerrero.[16]   

El objetivo de la revista, al adquirir el nombre de Oposición fue para “[…] jugar un gran papel en la lucha ideológica y política en la organización del partido y de las masas, pero entendido todo esto no al modo tradicional y rutinario.”[17]Es decir, la vía electoral como la vía para que el PCM impulsara un proyecto revolucionario socialista. De esta forma, en sus primeros cuatro años de vida de la revista Oposición, buscó desmarcarse de los esquemas que había prevalecido en la filas del PCM desde la década de 1940 en torno a la producción y la distribución de su órgano de información. Esta nueva faceta fue reconocida por segmentos de la intelectualidad del país, como fueron los integrantes de la publicación Siempre!, no dudaron en llamar a  Oposición como una  “revista viril”, por  haberse desmarcado de su “complejo de clandestinajes”, por situarse “[…] abiertamente en el uso de las libertades constitucionales y dar a conocer, su directorio, las responsabilidades específicas de cada miembro de su redacción […]” Concluye esta misiva comentando que la revista “[…] revela estar hecha en el sentido profesional desde una trinchera de lucha política y parece a aspirar un sitio definido en el periodismo […]”[18]

Resulta relevante señalar que Oposición tuvo como puntos de venta en librerías, esto de acuerdo, a lo señalado por el comité de redacción. Tal cuestión sugiere que la lectura de este material hecho por el PCM estuvo dirigida a públicos ajenos a los movimientos sociales, esto es, los segmentos provenientes de espacios universitarios. El formato de revista estuvo vigente hasta 1974, cuando la dirigencia comunista optó por convertir a Oposición en el nuevo órgano de prensa partidista. A forma de cierre, la trayectoria de la prensa del Partido Comunista Mexicano, a la largo del siglo XX, sugiere que fue una expresión que tuvo mayor atención y cuidado, porque pese a la censura, la persecución o la pérdida de militantes, la función periodística del partido permitió hacerse de lugares claves dentro de la vida pública del país como fueron segmentos del orbe intelectual y artístico, por mencionar algunos: los reconocidos muralistas mexicanos (Alfaro Siqueiros o Diego Rivera) y los miembros del Taller de Gráfica Popular, encabezados por Leopoldo Méndez; en el campo de la literatura, Efraín Huerta y Juan de la Cabada; en el magisterio, con Rafael Ramos Pedrueza; o en el medio universitario, con personalidades como Enrique Semo. Cada uno colaborando en las finanzas del periódico o aportando con escritos, manifiestos o desplegados en las páginas del mismo. Por supuesto, no olvidar que militantes comunistas provenientes de las filas de la clase trabajadora, por ejemplo, Valentín Campa, Miguel Ángel Velasco y Hernán Laborde, se convirtieron en prolíficos escritores a partir de su experiencia dentro de la prensa del Partido Comunista Mexicano. 


[1] David Alfaro Siqueiros, Me llamaban el Coronelazo, México, Grijalbo, 1977, p. 23. 

[2] Jorge Piño Sandoval, “Mural de la memoria” en Revista de la Universidad, UNAM, Volumen XXXIII, números 9 y 10, mayo-junio de 1979, p. 36. Disponible en: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/historico/10419.pdf [Consultado 12 de febrero de 2018]

[3] El Machete, 17 de noviembre de 1928, n° 139, p. 3.

[4] El Machete, 28 de noviembre de 1937, n° 500, p. 5. 

[5] El Machete, 20 de agosto de 1933, n° 269, p. 3.

[6] Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX, México, Ediciones Era, 1996, p. 61.

[7] Horacio Crespo, “El Comunismo mexicano en 1929: el “giro” a la izquierda en la crisis de la revolución” en Elvira Concheiro, Massimo Modonesi, Horacio Crespo, (coords.), El Comunismo otras miradas desde América Latina, México, UNAM-CEIICH, 2011, p. 617.  

[8] Tomado de El Machete, 23 de marzo de 1935, n° 330, p. 1. El Machete, 8 de enero de 1938, n° 506, p. 9. 

[9] Silvia González Marín, Prensa y poder político. La elección presidencial de 1940 en la prensa mexicana, México, UNAM-Siglo XXI Editores, 2006, p. 43.

[10] El Machete, 26 de agosto de 1938, n° 602, p. 8. Loc. Cit. Fábio Da Silva Sousa, “El Machete” e “A Classe Operária”: A imprensa mexicana e brasileira, Tesis de Doctorado, Universidad Estatal Paulista, 2015, p. 123. 

[11] Para mayor detalle en: Jorge Alonso, En busca de la convergencia. el Partido Obrero Campesino Mexicano, México, Ediciones Casa Chata, 1990. 

[12] Este planteamiento tuvo mayor notoriedad en Dionisio Encina, ¡Fuera el imperialismo y sus agentes!, México, Editorial Popular, 1940, pp. 86-87.  

[13] J. Encarnación Valdés, “Traducir en lucha de masas la línea política del XI  Congreso” en Teoría, año II, Segunda Época, n° 21, diciembre de 1950, pp. 16-17. 

[14] La Voz de México, 10 de abril de 1953, n° 781, p. 6. La Voz de México, 22 de mayo de 1953, n° 787, p. 6. La Voz de México, 29 de mayo de 1953, n° 788, p. 6.

[15] Algunas discusiones entre la línea ortodoxa y la línea revisionista dentro del PCM, desde su órgano de prensa, se puede ver: La Voz de México, 4 de junio de 1957, n° 1526, p. 2. La Voz de México,  9 de diciembre de 1956, n°, p. 5. La Voz de México, 25 de junio de 1956, n° 1187, p. 2.  La Voz de México, 12 de junio de 1956, n° 1173, p 2.

[16] “Carta de Méndez Arceo a los candidatos” en Oposición, año I, n° 7, del 1 al 15 de julio de 1970, p. 14. ”De Lucio Cabañas. Al pueblo de México” en Oposición, año I, n° 7, del 1 al 15 de julio de 1970, p. 2. 

[17] La Voz de México, 20 de marzo de 1970, n°, p. 4. 

[18] “Oposición, una revista viril” en Oposición, año I, n° 6, del 15 al 30 de junio de 1970, p. 1.