El gobierno de Petro se enfrenta hoy a un panorama en igual proporciones de desesperanzador e incierto; desesperanzador porque después de un año de una agenda política boicoteada por el ausentismo legislativo, el embate de las elites tradicionales y sus medios “empresas” de comunicación, negociación permanente con los partidos tradicionales y la fractura permanente de la endeble coalición parlamentaria. Pero es también incierto debido a que el gobierno nacional ha decidido mover de puestos importantes a la antigua tecnocracia neoliberal para situar a piezas políticas con una afinidad político e ideológica mucho más coherente con el Pacto Histórico (Alexander López al Departamento Nacional de Planeación (DNP), Gustavo Bolívar al Departamento de Prosperidad Social (DPS) y los exconcejales Carlos Carrillo a la Unidad de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) y Diego Cancino al viceministerio del Interior).
El mensaje es claro; si las reformas estructurales no se lograron tramitar de forma dialogada y negociada con los demás sectores políticos, aun cuando tiene representación al interior del gobierno, en parte porque lejos de escuchar y trabajar en consensos sobre las reformas, la centro-derecha partidista le brinda un espaldarazo a el programa político por el que votó la gente y se rehúsa a participar de las discusiones sobre las reformas estructurales del gobierno. Una oposición que se ha caracterizado por sabotear el quórum en el senado de la república como una vía para eludir la discusión sobre los aspectos fundamentales del programa popular del presidente Petro.
De esa forma los caminos que se le bifurcan al gobierno son dos; por un lado, fractura la ya muy debilitada coalición de gobierno al interior del legislativo y se rodea de sus piezas más comprometidas con su programa, lo que podría ser una vuelta de tuerca para reorientar la agenda legislativa y profundizar con mayor empeño la senda de cambios que el gobierno ha inaugurado con cambios todavía parciales, esto podría ser beneficioso en dos sentidos; para materializar las promesas hechas en campaña y con ello, cumplirle a sus casi 12 millones de electores, al tiempo, que obtiene resultados políticos que serán claves a la hora de mostrar resultados de cara a las próxima campaña electoral, un escenario en el que el propio Petro ha mostrado interés, ir más allá de este gobierno y garantizar un ciclo progresista de largo alcance.
Por otro lado, el gobierno al abandonar las posibilidades de cambio moderado y al poner el pie en el acelerador de las reformas podría generar un gobierno muy inestable, paranoico frente a la posibilidad de un resquebrajamiento institucional; se trata de un gobierno que encuentra su fuerza legislativa y movilizadora en su capacidad de denunciar a su adversario, algo que hasta ahora le ha funcionado muy bien, pero que sin embargo, podría terminar arrinconándolo e inmovilizado su capacidad de agencia por la profundidad y alcances de sus reformas, lo que la oposición podría interpretar de manera hipócrita como una ruptura con el juego democrático, desconociéndolo como interlocutor válido (lo que en todo caso ya ha venido pasado) y obligándolo a gobernar vía decreto.
Escenarios Futuros del ciclo progresista
Más que pensar en la coyuntura, es necesario como diría Althusser pensar desde la coyuntura para poder reflexionar en una temporalidad de mayor aliento, en esa dirección, el proyecto de político del Pacto Histórico encabezado por el presidente tiene un pie en la coyuntura actual y otro en el horizonte de continuidad del progresismo; sabe que ambas están íntimamente vinculadas, de allí la urgencia de adelantar las transformaciones sociales abanderadas durante la campaña electoral, un aspecto esencial si la izquierda plantea rebasar los marcos del petrismo dominante y dar consistencia al proyecto nacional-progresista.
El reto al que se enfrenta el Pacto Histórico se encuentra vinculado con la imposibilidad de presentarse como coalición debido a que la regulación vigente impide coaliciones entre partidos y movimientos políticos que excedan el 15% de los votos obtenidos en el anterior proceso electoral puedan presentarse como coalición, de esa forma los partidos y movimientos que conforman el Pacto Histórico tendrán que tomar una compleja decisión.
Una vez más los escenarios más factibles frente a la coyuntura electoral son principalmente dos; primeo, los partidos y movimientos sociales se unen alrededor de una única candidatura que logre encarnar el ser nacional-popular, con una propuesta política lo suficientemente amplia y armoniosa que logre, no sólo llevar a buen puerto las reformas estructurales que ha iniciado el actual gobierno, sino también profundizar sus alcances, creando la posibilidad de una emergencia de un líder o lideresa de talante nacional.
Segundo, las agrupaciones políticas que tiene personería jurídica podrían presentarse a la contienda electoral de manera independiente y asumir el riesgo de no lograr el umbral, este es un escenario muy arriesgado pero seductor para los partidos políticos que por decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) obtuvieron la personería jurídica y con ello la posibilidad de expedir avales y con ella la posibilidad de presentar sus candidatos a lecciones nacionales y territoriales, tal es el caso del recién creado partidos como Soy porque Somos (SPS) encabezado por la actual vicepresidenta de Colombia Francia Márquez o del Partido Comunista Colombiano (PCC) que luego de dos décadas vuelve a obtener su personería jurídica, una organización muy tradicional en la izquierda colombiana.
Sería apenas muy predecible que estas agrupaciones políticas expresaran su desconfianza respecto a la posibilidad de renunciar voluntariamente a su personería jurídica en aras de construir una plataforma política mucho más pluralista, en especial por la ausencia de criterios estatutarios claros, así como la notable falta de democracia interna que ha caracterizado la dirigencia del Pacto Histórico en buena parte de las regiones del país.
Sin embargo, la situación es más compleja, no sólo se trata de una diatriba entre unificarse alrededor de un partido único o desagregarse para mantener la incidencia política regional que permite la posibilidad de otorgar avales, asumiendo el riesgo que ello implica. Se trata más bien de pensar en las posibilidades de congregar y unificar un programa político que exceda las pretensiones corporativistas y electoralistas. Se juega la posibilidad de ir más allá de la disputa en las urnas; consolidar una agenda política clara con una bancada lo suficientemente unificada y cualificada para tomar la iniciativa legislativa.
¿Es posible un Frente Amplio?
Frente al recelo y las llagas que pueda levantar la creación de una organización unificada sea cual sea (frente amplio o partido único), es la primera vez que los portavoces del gobierno y el propio presidente Gustavo Petro muestran su preocupación política y estratégica por ir más allá del presente próximo.
Para muchos analistas progresistas, una solución más que viable sería la de simular la idea del Frente Amplio creado en los años 70’ en Uruguay, como una fuerza política de capaz de absorber corrientes de izquierda y centro-izquierda diversas y en algunas ocasiones ubicadas en espectros político-ideológico muy distantes. El problema es que, a diferencia de lo sucedido en Uruguay en Colombia es imposible conformar una coalición y seguir manteniendo distintas personerías jurídicas lo que pondría a los partidos minoritarios en una situación de desventajas frente a las estructuras partidarias mucho más estables y consolidadas que tendrían una ventaja logística y organizativa frente agrupaciones más pequeñas.
Pero Uruguay no es la única experiencia política de la que se puede extraer lecciones estratégicas valiosas, buena parte de los acumulados históricos que conserva la izquierda en Colombia provienen de la confección de lo que fue el Polo Democrático Alternativo, sin lugar a dudas, la experiencia de agremiación política más audaz de la izquierda en Colombia. Creado de la fusión del Polo Democrático Independiente con el movimiento Alternativa democrática; una fusión de las izquierdas en Colombia en la que muchas organizaciones de izquierda pese a hacer parte de la coalición lograron conservaron sus filiaciones políticas propias y su autonomía de acción, siempre en el marco de estatutos claros y una coherente disciplina partidista.
En ese sentido, más que discutir la figura estratégico-organizativa más adecuada, la izquierda debe luchar contra el personalismo y caudillismo que ha predominado al interior de sus filas, así como con el riesgo de crear un partido y después una plataforma política endeble y raquítica; no puede realizar un llamado a la unidad en el vacío de la incertidumbre. Por el contrario, el objetivo debe ser construir, además de una organización político-electoral robusta y ancha, la configuración de unos estatutos políticos propicios para garantizar mecanismos de elección y participación democrática sin perder la vinculación orgánica con los movimientos sociales y de base.
La izquierda está ante una oportunidad sin precedentes; rebasar las estrategias de unificación electoral para confeccionar una alternativa democrática de izquierdas, consolidar, en el marco de la crisis de cuadros políticos que sufre la izquierda, liderazgos regionales y nacionales que se encuentren en sintonía con las organizaciones populares, edificando una izquierda no sólo más democrática, sino también más estable y duradera, con la ventaja de lo que implica ser gobierno. Por lo visto lo que se juega en las próximas contiendas electorales para la izquierda no es poco.