Les expreso un infinito agradecimiento por el espacio para charlar sobre las mujeres indígenas y campesinas. Lo hago en nombre de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas Artesanas Indígenas Nativas Asalariadas del Perú (FENMUCARINAP), organización que está en todo nuestro territorio con un número aproximado de 160,000 mujeres, campesinas indígenas del campo y la ciudad.
Cuando hablamos de las luchas de las mujeres, algo importante que tenemos que tomar y ponerlo en la mesa, es que hay de feminismos a feminismos, y no podemos ponerlos todos en un solo saco. Nosotras tenemos que agradecer los años que venimos luchando; por la cantidad de mujeres que lucharon por nuestros derechos: nuestras abuelas, nuestras ancestras feministas, no hay que desconocer lo que ellas hicieron. Gracias a ellas hoy podemos levantar la voz y decir “aquí estamos”, y lo decimos con mucha fuerza, en la mirada de la mujer indígena, de la mujer campesina. No nos victimizamos, sino que simplemente, nosotras, las mujeres del campo y de la ciudad, venimos luchando con mucha fuerza contra el patriarcado, contra el machismo, contra el sexismo, contra este sistema neoliberal capitalista. A veces se dice “¿Cuál es la diferencia entre la lucha de la mujer campesina indígena y la de las mujeres de la ciudad?”, porque igual sufrimos los golpes, igual luchamos contra los golpes.
Para las mujeres campesinas indígenas, las abuelas, los abuelos nos han inculcado que la mujer sólo sirve para parir, para casarse, atender al marido, sembrar, cosechar y estar latente ahí al hogar; y nunca te han dicho cuánto valemos las mujeres campesinas indígenas más allá de atender al marido, cuánto valemos más allá de parir; solamente nos ven con esa mirada.
Por eso hago el hincapié y lo recalco acá, porque la Federación Nacional de Mujeres Campesinas (que hoy tenemos 17 años de existencia), nace con el respaldo y la ayuda de las mujeres feministas en el Perú. ¿Qué nos han enseñado las compañeras feministas? A valorarnos; cómo es que yo tengo que valorar el territorio de mi cuerpo, ¿y qué significa eso? Porque a nosotras nos han enseñado a defender la tierra, el agua, las semillas, y eso importa, la vida. Ahí la defendemos porque es el sustento del día, y por eso nos enfrentamos ante todos estos megaproyectos de desarrollo de inversión, que imponen las políticas de la derecha, que solamente piensan a lo grande, sin pensar cómo afecta a las mujeres, sin pensar cómo afecta a los pueblos indígenas, sin pensar cómo afecta la Pachamama. Para las derechas, el sueño del desarrollo del país tiene que ver solamente con el factor económico y el bolsillo, y no ven la dimensión económico-social, del desarrollo de los pueblos.
Entonces, para nosotras, dar un salto cualitativo y cuantitativo hacia el desarrollo y la defensa de nuestros derechos como mujeres ante un sistema capitalista y machista, y para defendernos de la derecha patriarcal y sexista, primero necesitamos empoderarnos como mujeres. ¿Por qué estoy, por qué existo, quién soy yo? ¿Soy un objeto sexual? ¿Soy un objeto ante la gente, para que me maltraten, me atropellen, minimicen nuestra calidad de vida? No. Somos seres humanas que tenemos alma y vida.
Para luchar, necesitamos alianzas y estrategias; tener la aliada que me escucha, que me dice: “Tú no solamente sirves para parir, no solamente sirves para atender en la casa; eres mujer que tienes los derechos de sonreír desde el alma”. Y ahí doy gracias a las hermanas feministas, porque ellas nos enseñaron que la mujer no es un objeto sexual. Las mujeres tenemos derecho al placer, al gozo de la vida. Cuando estás debajo de esa sábana, no solamente el hombre puede sentirse feliz y satisfecho. Las mujeres también tenemos derecho de llegar al orgasmo. Lo menciono por eso aquí, y me dirán “Oye, ¿qué tiene que ver con el tema de la lucha contra la derecha?”. Claro que tiene que ver, mucho, porque uno de los tabús que se tienen es no hablar de ello, que “hay que estar cerradito”. Sin embargo, este sistema capitalista de la derecha neoliberal utiliza los cuerpos de las mujeres.
Hoy en el Perú estamos en una guerra civil, en nuestra patria, aunque la usurpadora Dina Baluarte dice que no. Nos están matando; violan a nuestras hermanas, a nuestras hijas en el campo. El ejército está penetrando en nuestros territorios y lo que siempre hacen es abusar de las niñas, abusar de las mujeres. Por eso cuando la mujer y la niña estamos empoderadas, sabemos que nadie tiene derecho de tocarnos, y que podemos defendernos. Ese es el primer empoderamiento y la primera guerra que tenemos que ganar ante este sistema de la derecha.
El otro punto que tenemos nosotras es saber cómo nos enfrentamos a este sistema. Lamentablemente, el cambio climático afecta a gran escala a las mujeres campesinas indígenas, porque cuando nosotras sembramos, ahora no llega la lluvia; llueve cuando la madre naturaleza decide llover. Y entonces llueve, y arrasa con todas nuestras siembras, y perdemos toda la cosecha, y nos quedamos paradas con todo perdido y tenemos que ir a buscar trabajo, al sur, al norte. En el norte está la “agroexportación”, que dice que genera trabajo; la agroexportación de espárragos, de rocotos, etcétera, de todos los productos que pueden sacar a otro país, pero a costa del pulmón de las mujeres y de la población. Las que trabajan ahí son explotadas, no son consideradas y el salario nunca es igual al sueldo del varón, a pesar que trabajamos de igual a igual. Tiramos lampa y pico de igual a igual, pero el sueldo siempre es bajo, y la mujer siempre tiene más que perder, porque la mujer no camina sola, la mujer camina con los hijos, arrastramos con la familia. ¿Y eso le interesa a la derecha? No; a esas grandes empresas les interesa su dinero, su presupuesto.
¿Cómo son explotados ahí nuestros compañeros y compañeras? En la Libertad, provincia de Virú, estas empresas extractivistas de la agroexportación tienen inmensas hectáreas. Las mujeres necesitaban caminar una hectárea para llegar al baño; llegaban, ocupaban y retornaban.¿Cuánto tiempo llevaban? Más o menos como 20 minutos, descontados, media hora descontado de su salario. ¿Será justo? No lo es. Pero esa es la maldad, esa es la esclavitud que tenemos que enfrentar nosotras las mujeres en busca de trabajo: entramos a trabajar, entramos sanitas y salimos enfermas. Porque no tienes las mínimas condiciones de trabajo. La lucha de las mujeres también viene en este proceso laboral.
La lucha de las mujeres contra este sistema de la derecha es para defender nuestras tierras. Defiendo la tierra porque es el sostén de la vida que tienen las mujeres indígenas campesinas. Tienen su propio banquito, ¿por qué? Porque, para ellas, en este pedazo de tierra tienen su diversidad de productos que han sembrado: el maíz, la quinua, el trigo, la papa, la oca, el olluco. Siembras y cosechas, y tienes en el pequeño almacén para todo el año, tu reserva. Tienes asegurada la soberanía alimentaria, perfecto, muy bien. Tenemos nuestra agua y nuestros animales, y entonces no dependemos del marido. Cuando yo quiero, mato a la gallina, voy y la vendo; a una docena de cuyos, que voy y vendo, y tengo mi economía. Por eso tenemos la resistencia, porque tenemos las semillas autóctonas criollas. ¿Pero qué es lo que pasa? Los gobiernos dicen “hay que darles mejoría en la calidad de vida”. Piensan que para mejorar la calidad de vida de los indígenas hay que ponerles semillas transgénicas. Pero las semillas transgénicas tienen dos o tres años de vida; pero las semillas autóctonas criollas, las sembramos y cosechamos una eternidad de la vida. Nosotras por eso las valoramos, y por eso nos enfrentamos al poder legislativo y al poder ejecutivo. Nos enfrentamos en el espacio del gobierno, porque decimos “no queremos semillas transgénicas”, y tienen que respetarnos, bajo ley, porque queramos o no queramos, cuando te amparas ante una ley, aunque sea un papel tienes para decirlo: “Acá no entran semillas transgénicas”.
Entonces tenemos que luchar triple vez, porque entenderán que las mujeres del campo, no todas pudieron pisar las escuelas; no todas tuvieron la oportunidad de pisar las universidades, por factores económicos o por factores que todavía existen de que “el hombre puede estudiar y la mujer no va a estudiar, porque va a casarse y su marido la va a mantener”. Todavía existe esa manera de pensar. Pero, a pesar de toda esa dificultad que tenemos, salimos al frente y nos oponemos. El empoderamiento de las mujeres del campo y de la ciudad es prepararnos día a día para defendernos, con leyes, conversando de tú a tú con las autoridades, sin agachar la cabeza, sino frente a frente.
Ahora, ¿qué pasa con las mujeres en la ciudad? Lamentablemente, cuando somos despojadas de nuestros territorios, de nuestras tierras, ¿a dónde nos vamos? A la ciudad. Entonces, las mujeres del campo que saben regar, que saben sembrar, que saben cómo cuidar la tierra, saben cómo conversar, saben cuándo cantan los pajarillos, saben qué significa cuándo sopla el viento. Y cuando van a la ciudad, ¿rompieron su cultura, o no rompieron su cultura? Sí lo hicieron.
Y ¿qué es lo que pasa en la ciudad, quién sufre con fuerza ahí? Son los hijos, porque la mujer se va a buscar trabajo, no importa si es de peona, o de lavar la ropa. El esposo se va a buscar trabajo de albañil, de peón, de cargador, de lo que pueda. ¿Quién se queda en la casa? La hija mayor o el hijo mayor y se hace responsable de los hermanos. Y cuando nuestros hijos se van a las escuelas ¿qué es lo que sufren? Discriminación racial, porque los hijos y las hijas del campo no solamente hablan el castellano, hablan el aymara, el quechua, el cocama, el shipibo. Entonces, cuando llegan a las clases, a los colegios, nuestros hijos no pueden hablar bien el castellano y son discriminados, maltratados hasta por las mismas profesoras, que no tienen la mínima paciencia de comprender, mínimamente, a los hijos de los pueblos indígenas. El atropello que vienen haciendo es muy duro, muy cruel.
En los pueblos indígenas originarios creemos en dios a nuestra manera; creemos en nuestras diosas, que es la Pachamama, que es el Inti, que es el agua, que es el Yaku. Pero en los colegios, ¿qué es lo que hacen? Nos mutilan esas creencias y los obligan a que tienen solamente que creer en un dios y leer la biblia y nada más. Entonces ¿qué violentan ahí? Su cultura, y si a nuestras hijas y a nuestro hijos no les enseñamos que nadie tiene el derecho de tocarles, que nadie tiene derecho de manosearles, ¿qué sucede? Son violados por los profesores, por la familia.
El hablar del atropello de la derecha es que nos violenta nuestros derechos económicos, sociales, culturales: nos violenta nuestra vida. Y por eso nuestra lucha es fuerte, por eso nosotras, las FENMUCARINAP, decimos: “Somos mujeres guerreras que tenemos los ovarios bien puestos”,y nadie nos va a venir a callar. Eso es cuando nos capacitamos, eso es cuando nos preparamos, y eso es cuando nos miramos de tú a tú. Eso significa desprendimiento también de nosotras como mujeres, porque nosotras somos “todistas”, todo queremos hacer: lavar, cocinar, planchar. El hijo tiene 30 años y le sigues lavando la ropa; el marido tiene manos, pies, ojos y “Ay no, mi papito le tengo que lavar su ropita, tengo que cocinarle, no, viene casado”. ¿Y una no se cansa? Estas cosas son pequeñas, pero son muy importantes porque lo que nosotras hacemos en la casa, si tenemos hijas, si tenemos hijos, ¿qué estamos enseñando? ¿Qué estamos construyendo? ¿Qué futuro queremos para lo próximo?
En la ciudad, compañeras, la lucha es más fuerte para ustedes. Bueno, la mujer indígena lucha para salir adelante y sabemos, y sacamos. Ustedes, las mujeres profesionales ¿les es fácil llegar a los cargos? No creo. Y peor y doloroso es, porque es eso, las religiones, la sociedad, la política, son tal para cuál. Si nosotras, como mujeres, nos tenemos que sumar a trabajar, pero se supone que en casa tú tienes que llegar a tu tranquilidad. Se supone que en casa son par, marido y mujer. Se supone que si yo he traído a los hijos al mundo, tienen que compartirse las labores en la casa, porque no solamente es la mujer. Llegas a casa y ya estás trabajando: “Ay, tengo que llegar a cocinar, tengo que hacer aquello”. ¿Hay tranquilidad? No. Esa es nuestra primera tarea, nosotras tenemos que desprendernos.
El otro punto fuerte y doloroso, es que cuando te dan un cargo, ¿te valoran por tu capacidad, por lo que has hecho como esfuerzo de subir un peldaño más? Te maltratan el machismo, el patriarcalismo y el sexismo, y muchas veces entre mujeres decimos: “Ah, llegó al cargo, ahora es jefa, seguro que se le cayó el calzón”. ¿O no es la realidad eso? Yo simplemente vengo a decir lo que es real, compañeras, no tengo pelos en mi lengua, porque luchar contra este sistema capitalista, contra este sistema neoliberal, luchar contra la derecha, es luchar por nuestro principios de levantarnos, de decir: “Esto no es así. ¡Basta!”.
Cuando las mujeres, por ejemplo, se separan, la lucha es eso: te separas, ¿tienes derecho a tener otra pareja, o no tienes derecho a tener otra pareja? ¿Tenemos derecho o no tenemos derecho? Sí tenemos derecho, ¿pero se nos hace fácil? No. Véanle, yo soy viuda, ya tres años. Tengo derecho de tener un gallo por ahí, pero si no quiero ese ya es mi problema; pero si se presenta, yo lo decido. Cómo cambiamos ese chip en el cerebro, de que todos tenemos oportunidades: si eres viuda, pues murió y ya; pero si te separaste, te separaste porque no hay comprensión y tienes derecho de tener otra pareja. Pero qué te dice la iglesia, qué te dicen los compañeros y compañeras: “No, se separó porque es una puta”. Y si le dejaste tus hijos al marido: “Qué mala madre, cómo puede dejar a sus hijos”. Y se los digo por experiencia.
Yo tengo 30 años de ser dirigenta, desde muy joven, y les pongo aquí como ejemplo: el papá de mis hijos está en el cielo, o en el infierno, (no sé dónde está, pero estará escuchando). Él dijo: “Bueno, doña Lourdes, usted tomará la decisión: ¿su organización o su familia? Porque no puede estar en las dos”. Bueno, dije yo: “mi organización”. “Ah, muy bien, señora Lourdes, pero mis hijas se quedan conmigo”. No es fácil, compañeras, desprenderse, no es fácil. Me dolió cinco minutos, y le dije: “Muy bien, perfecto”. Por eso vuelvo a reiterar que yo agradezco a las hermanas feministas, porque ellas nos han empoderado a tomar decisiones claras, decisivas, de esta magnitud.
La derecha aprovecha y te hace escarnio de ello, porque la derecha no pierde tiempo, nada. Cuando ven que eres un cuadro político, que eres una persona que estás ahí, hincándoles, defendiendo los derechos de la tierra, defendiendo los derechos de las mujeres, dicen: “Ah, no, ésta es la piedra del zapato, y a ésta hay que destruirla”. La derecha quiere destruir, y lo digo con presencia: ustedes pongan Lourdes Huanca en youtube, y van a ver qué es lo que no me dicen, porque vengo luchando ante un sistema capitalista, ante un sistema, un gobierno cívico-militar al que no le tenemos miedo.
Pero, compañeras, ¿qué significa tener principios y convicción de lucha? Para enfrentarte a la derecha –porque ellos quieren desaparecernos del mapa–, tenemos que tener principios y convicción de lucha. ¿Saben por qué? Porque la derecha es astuta. ¿Qué ven? Si la debilidad es económica, ¿qué es lo primero que hacen? Te ponen los fajos de dólares, y si no tienes principios, fuiste. Entonces, siempre tiene que pensar en la balanza, qué pesa más: ¿Pesa la riqueza, el dinero, o pesa la organización y tus principios? Eso es una. Y cuando hablamos del tema político, porque nosotras damos un paso cualitativo y cuantitativo hoy, defendemos lo que tenemos que defender. Pedro Castillo Terrones me dijo: “Señora Lourdes, usted ya tiene que ser ministra de la mujer, y tiene que acatar”. ¿Qué creen que yo le he respondido? He dicho “No”. ¿Y por qué soy tonta y no tengo capacidad? No, señores; hay que saber cuándo y cómo se toma una decisión política, y hay que poner en la balanza en dónde estamos, para aportar más por tu país. La diferencia de la derecha, como dice la izquierda –la lucha del pueblo–, es que la derecha es individual, sólo piensa individualmente, solo en uno solo. La izquierda, o los pueblos, actúan en colectivo. Porque si una solo piensa en lo individual, pues tú sumas, como me lo han sumado las compañeras: “Compañera Lourdes, acepta, acepta, mira”. Y el presidente decía que me iba a tener un año. “Súmate, son 30 mil, no sé cuánto”. Pero tú lo pones en la balanza. ¿Diecisiete años de lucha vas a mandar por un pito de soles? No, pues.
Entonces, compañeras, tenemos que prepararnos, no solamente contra la derecha, también en el tema de la lucha de la tierra, el extractivismo. También se tiene que pelear por la educación, por la economía, por el derecho al respeto de las personas. Por ejemplo, nuestros hermanos y nuestras hermanas de la diversidad sexual, pregunto yo ¿no son seres humanos? ¿Son extraterrestres? Quiénes somos nosotros para crucificarles, ¿y con qué derecho? Y lo que dicen, que en los pueblos indígenas originarios no hay lesbianas, en los pueblos indígenas originarios no hay trans, no hay gays, no hay nada. Oiga, ¡eso es falso! En la Federación Nacional de Mujeres Campesinas salvamos vidas, trabajamos y articulamos porque nuestros hijos, porque nuestras hijas, también son parte de la familia de la diversidad sexual, tienen los mismos derechos.
Necesitamos dar un giro, comprender, y en la lucha para recuperar la libertad de nuestra patria, recuperar toda la libertad, y si lo queremos lograr tenemos que articular las alianzas. Hace dos días ha sido la asamblea en el Perú, la asamblea contundente. Y las mujeres de la FENMUCARINAP salieron a la marcha del Orgullo –yo también salí acá, he participado porque me gusta participar–. Y en el Perú a veces dicen: “Nosotros vamos a luchar, pero nada que ver con los maricones, con los gays, con los trans”. Oiga, ¿de qué unidad estás hablando? ¿De qué unidad hablamos?
La lucha política que se hace contra la derecha no solamente está en el Perú; y por si acaso, la derecha es tan tendenciera, que utiliza a las mujeres, y hay que tener cuidado. Las mujeres, tenemos una Dina “Balearte” –es Boluarte, pero le decimos “Balearte” porque nos ha matado-. Se puso su ropa típica, habló en quechua y dijo “Mamitas, voten por mí”. Y le hemos preguntado, qué pasaría cuando van a encarcelar al presidente, “¿Usted se va a ir de lado de la derecha?”. “No, cómo voy a traicionar, yo soy del pueblo”. ¡Imagínense! La derecha utiliza a las mujeres, y más cuándo la persona simplemente piensa en su bolsillo.
La desgracia del Perú que tenemos, desde el tiempo de Fujimori, que mandó a esterilizar a más de 300 mil mujeres, a quitarles sus ovarios, su matriz, sin su autorización, y nos dijo que nosotras éramos responsables de la pobreza de nuestro país y por eso nos mandó a sacar los ovarios. ¡Tal hechura! Más de treinta años ha estado instalada la derecha en el Perú. ¿Después qué hizo Fujimori? Prostituyó la pobreza; se aprovechó del hambre del pueblo, así: “Un kilito de arroz te doy, una cajita de fósforos con cien soles te doy para que votes por mí”. La prostitución, el manejo en la política, hay que tener mucho cuidado. Y por eso, algo que tenemos que entender nosotras, las mujeres del campo y de la ciudad, es no desligarnos de la preparación política; no escaparnos de la política.
Los jóvenes dicen “No, de la política no quiero saber nada” y así muchas personas. No señor, porque al final de cuentas, si estamos claras, si sabemos elegir, por quién elegir, y no nos hacemos engañar, somos ciudadanos con deberes y con derechos. Me quedo en ello para recordarles nomás, y no olvidarnos, que las mujeres desde que hemos nacido, desde el vientre de la madre somos guerreras, porque de tantos millones somos las que hemos logrado quedarnos en la matriz de la madre. Tenemos que aprender a desaprender lo que nos han impuesto los capitalistas. A saber que, cuando tienes una compañera trabajadora en la casa, que te ayuda a cocinar, a tender, son seres humanas, no son esclavas. No las tratemos como personas de tercera categoría.
Creo que es necesario vernos: yo soy trigueña, y la compañera es blanca, las dos, todas, negra, blanca, amarilla, somos una sola. ¿O no somos una sola? Y tenemos que articularnos para derrotar a toda una política de la derecha del capital neoliberal, tenemos que articularnos para poder minimizar el machismo, el patriarcalismo y el sexismo.
Veo compañeras y jóvenes acá: trencemos esa fuerza, porque tenemos hermanas, porque tenemos hijas, porque tenemos madres y abuelas, porque no queremos que ellas sufran como nosotras estamos sufriendo: trencemos. Tendremos que sonreír desde el alma, desde el corazón. La lucha política, la lucha estratégica. Tenemos que luchar, contra este sistema de la religión, que se mete en tu casa y te reduce diciendo que las mujeres tenemos que ser sumisas, y que el hombre, el varón de la casa, es el que tiene la voz, y esto no es así. Tenemos que luchar por los derechos de las mujeres. ¿Qué dicen los fundamentalistas? Que creen mucho en dios, pero hay niñas de nueve, de diez, de once años, que son violadas y son madres. Entonces, luchamos por un aborto terapéutico, por un aborto para salvar la vida de esa criatura. Si alguien me viola, tengo derecho de tomar la decisión a lo que yo tenga derecho; nadie me puede obligar a mí a ser madre a la fuerza. Son puntos fuertes que tenemos que tomar, que eso no le gusta a la derecha, la derecha siempre va a querer que seamos sumisas.
Culmino con esto: somos rebeldes, somos revolucionarias, pero la revolución se hace desde debajo de esa sábana hasta la vida cotidiana; en lograr que nuestras hijas logren la universidad; en lograr que nuestros hijos y nuestras hijas tengan una vida digna para toda la vida.
Muchas gracias.
NOTAS
Dirigenta histórica aymara originaria del Perú, fundadora y Presidenta de la organización de mujeres FENMUCARINAP. Es campesina y artesana, indígena, rebelde y feminista, exiliada política perseguida por el gobierno golpista de Dina Boluarte. Charla realizada en el Instituto Nacional de Formación Política de morena, junio de 2023, que recoge el testimonio compartido por nuestra compañera, dirigenta aymara y campesina.