VISITA DE OBAMA A CUBA: TRIUNFO DE LA RESISTENCIA ¿Y EL SOCIALISMO?

El 21 de marzo pasado, Barack Obama, presidente de Estados Unidos, pronunció las siguientes palabras en la rueda de prensa sostenida en La Habana, en presencia de su homólogo Raúl Castro: “El destino de Cuba no será decidido por Estados Unidos ni por ninguna otra nación. Cuba es soberana, y su futuro será decidido por los cubanos, no por nadie más”. Las enunció tras 57 años de constante asedio, un inhumano bloqueo reforzado mediante la ley Helms-Burton y mantenido hasta hoy, múltiples condenas de dicho bloqueo por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), invasiones fallidas como la de Bahía de Cochinos, sucesivas agresiones terroristas por la Operación Mangosta —auspiciada por el Departamento de Estado en los inicios de la Revolución—, el fomento y la protección de grupos terroristas como Alfa 66 y Omega 7, el favorecimiento de la rebelión contra el régimen socialista mediante la instalación de poderosos medios de comunicación como Radio y tv Martí —que funcionan desde Miami—, la adopción de la excepcional “ley de ajuste” que implica una provocación permanente de Washington para que los cubanos huyan de la isla y una serie de intentos fallidos de asesinar a Fidel Castro.

Y después de intentar vencer a la Revolución por hambre, lo increíble ha sido la capacidad de resistencia del pueblo cubano para soportar las enormes dificultades de la vida cotidiana por falta de electricidad y gasolina, racionamiento de los alimentos, largas colas para tomar la “guagua”, carencia de servicios básicos, y ya no se diga materiales para reparar la casa, el apartamento o la habitación. Ante ello, surgen estas preguntas: ¿qué mantiene esa resistencia? ¿Cómo soportaron todas esas carencias durante más de 40 años? La respuesta puede provenir de cuatro aspectos interrelacionados: el primero, que la Revolución de 1959 no sólo derrocó al dictador Batista sino que devolvió al pueblo cubano la dignidad y la independencia por la que había luchado a través de su historia; el segundo, que la Revolución dio a los ciudadanos educación, salud, deporte y seguridad en el trabajo, como es sabido; el tercero, que prevaleció el valor ético de luchar por una nueva sociedad y un nuevo hombre, como el Che Guevara planteó en su famoso texto El socialismo y el hombre nuevo en Cuba; y el cuarto, que se impuso la solidaridad del pueblo cubano no sólo con las armas, como ocurrió en Angola y Etiopía, sino también a través de brigadas de médicos y educadores.

La posibilidad de que Cuba se proclamara socialista “a 90 millas del imperialismo” se realizó y mantuvo por la coyuntura internacional que abrió el choque entre los bloques capitalista y socialista, al terminar la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, también lo fue por la extraordinaria capacidad táctica y estratégica desarrollada por un grupo dirigente encabezado por una fuerza telúrica llamada Fidel Castro.

Advierto que estoy contra el culto a la personalidad, tan dañino —por ejemplo— en el estalinismo, pero no podemos dejar de reconocer la habilidad de un dirigente que ha jugado con enorme maestría el ajedrez mundial. Cito algunas muestras: frente a la negativa estadounidense a reconocer al nuevo gobierno revolucionario, se acogió al apoyo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y del bloque socialista, mas esta decisión no llevó a perder la independencia de La Habana al llevar a cabo su política mediante el apoyo a las guerrillas surgidas en Latinoamérica; y mantuvo una posición favorable a los religiosos que optaban por la lucha socialista (recodemos tan sólo a Camilo Torres, Ernesto Cardenal o Frei Betto). Empero, Fidel y su gobierno hicieron algo más: recibieron a Juan Pablo II como un verdadero santo, es decir, a ¡uno de los artífices del derrumbe del socialismo real!; y no olvidemos el papel del papa Francisco en el actual acercamiento entre Cuba y Estados Unidos.

Por otro lado, Fidel desarrolló una política independiente de la urss cuando apoyó al Che Guevara en su intento de lograr el socialismo en Bolivia y a Salvador Allende en su propósito de dar independencia al pueblo chileno por la vía democrática; igual pasó con las revoluciones nicaragüense y venezolana. Sin embargo, agregaría, el gobierno cubano tuvo mucho cuidado en no intervenir políticamente en México, si bien no perdió la oportunidad de poner en ridículo a Vicente Fox al difundir la conversación irrespetuosa y falta de tacto que tuvo con Fidel Castro para que éste no “molestara” con su presencia a George W. Bush en la Conferencia internacional de financiación al desarrollo de la onu, celebrada en Monterrey en marzo de 2002. De igual modo, el gobierno cubano no ha intervenido en la política interna de Estados Unidos, pero sí defendido su derecho a impedir que sus opositores de Miami sigan cometiendo actos de terrorismo.

Pero al sobrevenir el derrumbe de los regímenes socialistas en Europa del Este y la URSS, de 1989 a 1991, Cuba parecía encontrarse también en el filo del despeñadero. En aquella ocasión, Fidel decidió advertir al pueblo sobre lo que pasaba. Su información privilegiada le permitía concluir que el derrumbe era inminente, y así lo expuso ante el pueblo. Se trataba nada más y nada menos que de un golpe demoledor contra el socialismo y la izquierda mundial; implicó una profunda transformación económica, política, geográfica e ideológica. Sobrevino entonces el llamado “periodo especial”, que significó más sacrificios para los cubanos y que sólo alivió el petróleo de Venezuela, mientras que este país recibía a cientos de médicos y educadores de la isla. De igual modo, ésta hizo cuanto pudo para abrir el comercio a escala internacional.

Pese a todo, la situación de la isla prosiguió con enormes dificultades. Fidel mismo expresó una frase futurista que parecía una predicción que alejaba mucho las posibilidades de una solución para el bloqueo. En efecto: dijo que éste finalizaría sólo “cuando en Estados Unidos se elija a un presidente negro y en el Vaticano a un papa latinoamericano”. Lo curioso es que en marzo estuvieron en Cuba el mandatario negro y el pontífice Latinoamericano, pero en un momento cuando los dos grandes apoyos de La Habana (los gobiernos de Venezuela y Brasil) se encuentran en profunda crisis económica y política, y en Argentina se ha elegido a un derechista.

Todo lo referido nos conduce a preguntarnos si las declaraciones de Obama significan que, por fin, Washington respetará la autonomía e independencia de Cuba. A mi juicio, ha ocurrido lo llamado en el box “un cambio de guardia”; es decir, si durante mucho tiempo insistió en la estrategia de agresión por la vía del bloqueo y el terrorismo, ahora cambia de táctica y busca incorporar a Cuba en la emprendida reordenación económica planteada en el Área de Libre Comercio de las Américas. Como sabemos, en 1994 se inició en México el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el cual ha propiciado la subordinación económica a Estados Unidos. Éste fue el primer paso, pero se trata de incorporar a toda Latinoamérica en la lógica del capitalismo neoliberal. Washington buscará ahora abrir las compuertas de la fortaleza cubana mediante la lógica del mercado, de sus inversiones, de la parafernalia ideológica que penetra en todos los lugares, a través de las célebres “redes sociales” controladas por las empresas transnacionales (pese a que internet, hasta ahora, permite también hacer circular mundialmente mensajes opuestos; en otras palabras, es un arma de dos filos).

Obama mismo fue claro: dijo que no cejarán en su defensa de los “derechos humanos” (le faltó agregar que si éstos se vulneran en países distintos de Estados Unidos, fuera de sus bases —por ejemplo, Guantánamo— y lejos de sus aliados) y la instauración de la “democracia”; es decir, una que constituya un simulacro mediático y esté dirigida por “los poderes tras las urnas”. Pero agreguemos que el mandatario llega a Cuba en un momento preciso: cuando la opción posneoliberal se tambalea por la crisis que afecta a Venezuela y Brasil, así como por el triunfo de la derecha en Argentina. En otras palabras, la isla está a punto de perder dos apoyos muy valiosos, y sólo le quedará jugar la carta de China.

La situación descrita se complicará más por dos fenómenos interrelacionados: la vieja guardia deberá retirarse del poder por razones de edad (Fidel cumple 90 años en septiembre próximo y Raúl 85), y viene por tanto el recambio generacional; y las nuevas generaciones (ya no los hijos sino los nietos) ya no tienen la experiencia de la tremenda lucha llevada a cabo por el socialismo en Cuba y el mundo entero. Esa tercera generación es una incógnita, pues hay globalmente un profundo cambio de los valores en desvalores, del humanismo en el poshumanismo tecnocrático y de la lógica de la lucha por la justicia social en la competencia egoísta del individualismo posesivo. Tampoco veo en el panorama otra figura similar a Fidel Castro, aunque pudiera surgir en el futuro.

El desafío radica en formular un amplio recuento del movimiento socialista con sus éxitos y sus fracasos —en los países ex socialistas y en Cuba misma—, de los errores cometidos en el mundo económico, de la corrupción que ha minado los cimientos de la construcción socialista y de las contradicciones entre riqueza y pobreza. Se debe analizar también la actual mutación del sistema capitalista en la globalización neoliberal y la revolución digital, y definir con claridad cuál será el papel de un país como Cuba en el contexto actual. Fidel Castro declaró en la extensa pero extraordinaria entrevista realizada por Ignacio Ramonet (Fidel Castro, biografía dos voces): “Hoy tenemos ideas, a mi juicio, bastante claras de cómo se debe construir el socialismo, pero necesitamos muchas ideas bien claras y muchas preguntas acerca de cómo se puede preservar o se preservará en el futuro el socialismo” (página 639, Random House Mondadori, Barcelona, 2007).

Espero que la cultura y la experiencia histórica, pero sobre todo la capacidad para defender los logros del socialismo por las nuevas generaciones permitan a éstas, como Ulises, poner oídos sordos al canto de las sirenas y salir triunfantes del nuevo reto. En otras palabras, el problema será poner en práctica medidas para mantener e incrementar los logros de la Revolución tras esta larga y dolorosa lucha, la cual tantos sacrificios ha costado al pueblo cubano en medio de un mar infestado de tiburones.