EL ESTADO MEXICANO FRENTE A LA PANDEMIA DEL SARS COV2 19

La actual crisis sanitaria global representa un desafío para los gobiernos en todo el mundo. Una crisis resultado de un modo de producción capitalista, moderno y colonial que expulsa las consecuencias de manera desigual hacia los confines del mundo. La crisis sanitaria representa una oportunidad para cambiar todo lo existente, en todos los sentidos, en lo económico, lo social, lo sanitario, etc. Una crisis que nos pone contra las cuerdas, pues ha coartado la reproducción integral de la sociedad. 

En este sentido, las distintas sociedades han tomado diferentes salidas a este problema, por ello nos parece crucial apuntar la particularidad de un país como México que ha colocado en el centro una política de Estado, cuya salud pública representa una condición de posibilidad para la reproducción integral de la sociedad. 

El objetivo es destacar el despliegue estatal que se ha implementado en todos los sectores de la sociedad para asegurar la continuidad de la vida social. Este despliegue forma parte de una política estratégica para cambiar la relación entre el Estado y la sociedad civil. Una relación fragmentada, heredada por las políticas neoliberales de privatización en las últimas décadas. 

La pandemia como problema global 

Hoy, vivimos un proceso de transformación civilizatoria ocasionada por la crisis sistémica que el capitalismo ha desplegado en todas sus vertientes al mercantilizar todos los aspectos de la vida y que la pandemia del sars-cov2-19 puso al desnudo, profundizando sus consecuencias a escala planetaria. Al parecer, no fue tan sorpresiva, pues la Organización Mundial de la Salud, en 2017, advirtió sobre una pandemia inminente, sin precedentes, cuya revelación solo era cuestión de tiempo.[1] No se trata de una crisis sanitaria aislada, sino de la convulsión metabólica entre el sujeto y objeto[2] que nos ha puesto en una situación devastadora, inscrito en un modo de producción como el actual.

La pandemia ocasionada por el sars-cov2-19 representa una grieta al capital, no sólo como crisis sanitaria, sino como un mecanismo de revelación de la tensión existente entre la sociedad y la naturaleza. La “arrogancia que gobierna el capitalismo es que éste puede hacer lo que le dé la gana con la naturaleza”, sobre todo en el neoliberalismo, pues resulta aceptable la idea de las relaciones sociales (sin naturaleza) y relaciones ecológicas (sin humanos).[3]

No obstante, la pandemia no logró detener el incesante mecanismo del valor que se valoriza, ese autómata global que toma todo acontecimiento histórico como un suceso que se puede mercantilizar y que alimenta los engranajes que producen valor. Diversos autores, en particular Slavoj Zizek, planteaba que la brecha que abría el virus posibilitaba la emergencia del comunismo, una organización social basada en lo colectivo.[4] Sin embargo, esto no ha sido así. Por el contrario, el capital nos tomó nuevamente por sorpresa, lo que generó el virus fue el extremo al que puede llegar la mercantilización de la salud. 

Desde una perspectiva global, tan sólo en 2021, las empresas farmacéuticas esperan obtener miles de millones de dólares por la venta de vacunas. Así, por ejemplo, Pfizer obtendría en este año alrededor de 15.000 millones por la venta de la vacuna contra el sars-cov2-19. Por su parte, Moderna alcanzaría unos 18.000 millones de dólares.[5] Otras empresas farmacéuticas vieron incrementar sus acciones en la bolsa de valores tales como Vir Biotechnology que subió 185.96%, Novavax tuvo un alza de 149.20% y Cansino Biologics reflejó un incrementó en 117.56% en el precio de sus acciones en lo que va de 2021.[6]

Lo más relevante es que entre los accionistas de las empresas farmacéuticas que fabrican la vacuna se encuentran fondos de inversión como BlackRock, JPMorgan; Morgan Stanley; o dueños de empresas de tecnología digital como Bill Gates; bancos como el Royal Bank de Canadá, HSBC Global Asset Management, por mencionar unos cuantos ejemplos.

Es fundamental señalar que se invirtieron fondos públicos para la investigación y creación de estos fármacos, y en un monto menor fondos privados y de organismos filantrópicos. Así que las farmacéuticas se llevan a la bolsa la mayoría de las ganancias económicas, así como la potestad de la producción, el abastecimiento, y los beneficios de las patentes de unas vacunas que otros financiaron. Por su parte, los Estados que invirtieron más recursos acapararon la producción mundial de vacunas para sus respectivas poblaciones, negando con ello que éstas fueran un bien público mundial. 

En el plano local, esta mercantilización se puso en evidencia, por ejemplo, en el aumento de los precios de los tanques de oxígeno. La renta de un tanque de 680 litros se podía adquirir en Internet en 1,226 pesos en la primera semana de agosto de 2020; en enero de 2021 se compraba en 1,468 pesos, una diferencia de 242 pesos, equivalentes a un incremento de 20%.[7]

Sin duda, la pandemia dejó claro un aspecto fundamental: en la mayoría de los casos el Estado dejó de ser un mega articulador simbólico que interpela y resignifica subjetividades, y se redujo a un mero aparato que regula la crisis administrando desigualdades, agotando subjetividades y promoviendo un pensamiento político sin Estado[8], colocando la condición de clase, de género y colonial en el centro mismo de la pandemia, no sólo la cuestión socio sanitaria. 

La perspectiva histórica de los acontecimientos que dieron origen a la crisis sanitaria global del 2020 ocasionada por el “enemigo invisible” tiene origen en la catástrofe ambiental que hemos propiciado con nuestra forma de producción y consumo, cuya emisión de gases contaminantes arrojados a la atmósfera la realiza el 10% de los países más ricos del planeta. Estamos hablando de 90 empresas, públicas y privadas, que en total son responsables del 63% de las emisiones de carbón a la atmósfera.[9]    

Este contexto global de cambio climático produce diversos escenarios complejos, como el aumento del número de conflictos violentos locales y regionales relacionados con el aprovechamiento de los suelos y el acceso al agua potable; la reducción de los lagos, el secado de los ríos, la desaparición de bosques y las reservas naturales que provocarán conflictos trasnacionales por los recursos; la migración trasnacional que crece en la misma medida que el número de refugiados internos, con el consecuente brote de violencia en los planos local y regional;  el aumento de los conflictos internacionales relacionados con recursos y fuentes energéticas como los diamantes, la madera, el petróleo y el gas.[10]  

Estamos ante la presencia de múltiples procesos de territorialización del capital transnacional, caracterizados por la disputa recursos naturales; entendidos éstos en su biodiversidad y en los diversos saberes tradicionales, así como del surgimiento de prácticas de acumulación por desposesión, y disputa por la renta.[11]

Esto con el fin de extraer su patrimonio natural y cultural, para mega proyectos extractivos como la minería metalífera a gran escala, la extracción de gas shale por medio de la fracturación hidráulica (fracking) o la agricultura dedicada a la producción de agrocombustibles. Lo cual ha sucedido, principalmente, en Estados con democracias liberales representativas en donde predomina el modelo económico neoliberal, que admite entre sus estrategias de desarrollo, metas para obtener recursos de territorios ocupados, conflictos bélicos de baja intensidad y la extracción de materias primas a costa del medio ambiente incluyendo pueblos y comunidades enteras. 

La civilización que hoy vemos en crisis contiene sociedades en las que se entrelazan modos de explotación capitalistas, colonialistas y patriarcales. La pandemia nos mostró que estos modos de dominación generan exclusiones cruzadas que se anudan en la forma de pobreza y marginación económica (capitalista), en la explotación del medio ambiente, el desplazamiento de poblaciones, la biopiratería y el epistemicidio de las comunidades indígenas (colonialista) y en las formas de violencia hacia las mujeres (patriarcado).[12]

Lo que el neoliberalismo ha querido invisibilizar es que existe una relación dinámica entre los diferentes modos de dominación sustentadas en la clase social, la “raza” y el género, que funcionan como mecanismos articulados de exclusión y expulsión, y no como acciones separadas, cuyo predominio está determinado por las condiciones históricas, sociales, culturales, territoriales y económicas de cada comunidad, país o región.[13]

La covid 19 ha funcionado como una caja de resonancia de esta crisis sistémica del capitalismo depredador que es de alcance civilizatorio y, en la mayoría de los casos, ha profundizado sus inhumanas consecuencias, sobre todo las desigualdades sociales y económicas. Refiriendo a Jorge Alemán, durante la cuarentena hubo quienes tenían cómodos espacios desde donde el mundo en pandemia se veía lejano, casi irreal, pero la gran mayoría apenas contaba con espacios precarios, algunos sin protección, hasta aquellos que habitan en la intemperie y que carecen de inscripción simbólica como ciudadanos, cuyas vidas transcurren a nivel de la supervivencia.[14]

En un estudio realizado por la Facultad de Medicina de la UNAM, se demostró que el 94 % de los mexicanos muertos por el Covid-19 eran obreros, amas de casa y retirados con condiciones económicas adversas, a esto se suma que la mitad no terminó la primaria, lo que refleja que las grandes diferencias tanto en nivel de contagio como en la gravedad y mortalidad del Covid-19, se situaron el nivel socioeconómico de la población.[15]

De acuerdo con la situación de cada país, la pandemia del sars-cov2-19 puso en evidencia la desestructuración de las políticas sociales y del Estado mismo, propiciada por las políticas neoliberales a los sistemas de salud, educación, transporte, vivienda, empleo y alimentación, sobre todo en los países del Sur global. 

Una forma radicalmente distinta de enfrentar la pandemia: el Estado mexicano

En términos generales, la economía mundial cayó 4.5% en 2020, con un costo de más de 28 billones de dólares en pérdidas de producción, con un nivel de endeudamiento de 125% del PIB en las economías avanzadas, 65% en los mercados emergentes y 50% del PIB en países de bajos ingresos, todo lo anterior con un resultado de 150 millones de nuevos pobres que agudizó la desigualdad existente.[16]

En México, por ejemplo, el desmantelamiento del sistema de salud y seguridad social pública favoreció el surgimiento de mercados lucrativos con cargo al Estado y al bolsillo de la población, tales como la industria químico farmacéutica, aseguradoras, proveedores de materiales y equipos médicos, laboratorios y hospitales privados, y todo un conjunto de empresas relacionadas con la medicina genómica y la automatización del trabajo en el campo de la salud.

El programa de salud emblema del sistema neoliberal, el “Seguro Popular”, tenía una bolsa aproximada de 130 mil millones de pesos anuales, y sus gastos de operación eran del 6.5%, que no se destinaban a las y los trabajadores de la salud. Había más de 145 mil trabajadores de la salud en todo el país que no contaban con seguridad social, y tenían contratos de tres meses, sin prestaciones.[17]

La pandemia vino a corroborar que el enfoque mercantil de la salud contribuyó a profundizar los determinantes estructurales de inequidad en el acceso a la salud y a profundizar las desigualdades en el tratamiento de las enfermedades. 

Con este desmantelamiento del sistema de salud es que México hizo frente a la pandemia del sars-cov2-19 a inicios de 2020, con un respeto a las libertades individuales y los derechos humanos inobjetable. 

Como humanidad nos colocamos ante la posibilidad de fortalecer el Estado en todas sus capacidades para garantizar el bienestar colectivo, o bien, reducir el papel del Estado a un mero ente que contiene y salvaguarda a una fracción de la población y desprotege a las mayorías, en donde tienen derecho a vivir los inmunes, los privilegiados, la élites, mientras que al conjunto de la población se le niega el ejercicio efectivo de sus derechos, arrojados a la intemperie social. [18]    

Es fundamental destacar que la pandemia obligó al mundo entero a replantearse el papel del Estado como garante de los derechos humanos y como actor central para enfrentar los efectos de la crisis sanitaria en todos los ámbitos de la vida. Es evidente en América Latina que las poblaciones que más han sufrido la pandemia del sars-cov2-19 han sido los países gobernados por la derecha neoliberal como es el caso de Colombia y Brasil.

En contraste a esto, resulta central el caso de México; un país que luchó por largo tiempo por tener un gobierno de izquierda y que hoy este gobierno electo en 2018 ha hecho la diferencia en la región en el manejo de la emergencia sanitaria de la covid 19. 

Para ello fue fundamental colocar al Estado como el eje de las acciones para enfrentar la pandemia en sus diferentes etapas. Ello supuso una construcción distinta del Estado cuyo ejercicio democrático puso de relieve sus mecanismos de organización y movilización. 

Esta fue la perspectiva del gobierno mexicano: impulsar un Estado ampliado, cuya legitimidad no dependiera del poder de las autoridades, sino de la participación colectiva y solidaria de todos los grupos sociales populares y comunidades indígenas, para construir políticas de Estado que tuvieran como prioridad garantizar los derechos humanos y el bienestar de la población.     

Ello implicó enfrentar la pandemia con un respeto absoluto a las libertades y el ejercicio efectivo de derechos fundamentales como el derecho a la salud, la educación, al agua, a la tierra, a la soberanía alimentaria, a la equidad de género, a los recursos naturales, a la biodiversidad, a los bosques, a los derechos colectivos de los pueblos y a los saberes tradicionales.[19]

La idea de Estado ampliado ha implicado el ejercicio democrático de la acción pública, en donde los sectores sociales populares se han organizado de manera autónoma para construir posiciones y ejercicios de poder en los que sobresalen los elementos comunitarios, solidarios y de auto organización de la sociedad. [20]

Es de este modo que la acción del Estado mexicano desde la perspectiva del Estado ampliado se vio plasmada en las distintas etapas de la pandemia, es decir, desde el cierre de las escuelas y el inicio de la Jornada Nacional de Sana Distancia en marzo de 2020; durante el avance territorial de la curva epidemiológica de abril a noviembre del mismo año; en la segunda ola de la pandemia, entre diciembre de 2020 y enero de 2021; y durante el programa nacional de vacunación del sars-cov2-19 desde febrero de 2021. 

En el caso de la educación superior ha mostrado el funcionamiento del Estado ampliado. Por ejemplo, en la colaboración que realizaron las instituciones de educación superior en la Jornada Nacional de Sana Distancia, al apoyar a las autoridades sanitarias y auxilio a la población, con la ampliación de hospitales universitarios y préstamo de instalaciones para convertirlos en hospitales emergentes y entregar apoyos sociales.

Otro aspecto que se debe destacar es la vinculación que realizaron las instituciones de educación superior para apoyar la reactivación económica de los pequeños y medianos productores del país, a través de una estrategia de economía social, popular y solidaria, sobre todo en el Sur Sureste de México, a través de proyectos como el Tren Maya, Sembrando Vida, el Corredor Interoceánico, además de participar en la Agenda Estratégica de los Sectores Aeronáutico y Espacial.

En una etapa más reciente, las instituciones de educación superior han participado en el Programa Nacional de Vacunación. En el caso de la vacunación a la población en general de acuerdo con los diferentes momentos, las instituciones educativas han apoyado con 21 mil 484 brigadistas de 192 instituciones de educación superior, desplegados en más de 1,056 municipios en las 32 entidades federativas.

Se han reportado 469 equipos de enfriamiento de 64 instituciones de educación superior. Asimismo, 106 instituciones de este nivel educativo se han reconvertido en centros de vacunación. [21] En cuanto a la vacunación de las maestras y maestros y del personal educativo del país, se planteó como meta la vacunación de más de 3 millones personas, en diversas etapas que comprenden del 20 de abril al 28 de mayo de este año.

Debe destacarse que el Estado está vacunando a la población del país desde una perspectiva territorial de la política pública, que prioriza a las comunidades en sus condiciones concretas de existencia. mientras se concluye la vacunación de maestras y maestros en algunos territorios del centro y norte del país, de manera simultanea se vacuna a la población de 50 a 59 años, y se concluye la aplicación de segundas dosis en otros territorios. Pero también se abre la posibilidad de vacunación de otros grupos de edad, como en Baja California que recién inició la vacunación a población de 18 a 40 años.  

Lo anterior ha implicado la conjunción de múltiples esfuerzos como lo son las y los brigadistas de diferentes instituciones y voluntarios de la sociedad; funcionarios de los tres niveles de gobierno; personal de la marina y el ejército nacional; las comunidades académicas, estudiantiles y funcionarios de las instituciones de educación superior, profesionales de la salud de diferentes instituciones de salud, configurando en muchos casos una acción pública desde la perspectiva de un Estado ampliado, y una educación centrada en la solidaridad, que ha tenido como fin último el derecho a la vida a través de la atención de la población, sobre todo aquellos que han sido más afectados por el régimen neoliberal. Lo que se juega al final es una nueva esperanza, la luz al final del túnel para todas y todos los que hemos perdido seres queridos. 


[1]* Economista, Maestrante en Estudios Latinoamericanos, UNAM. 

** Pedagogo, UNAM.

  Donatella Di Cesare (2020), ¿Virus soberano? La asfixia capitalista, Madrid, Siglo XXI España Editores, p. 13.

[2] Carlos Marx (1999), El Capital I. Crítica de la economía política, México, FCE, pp. 130, 135 y 136.

[3] Jason W. Moore (2020), El capitalismo en la trama de la vida. Ecología y acumulación de capital, Madrid, Traficantes de sueños, pp. 17 y 39.

[4] Slavoj Zizek (2020), Pandemia. La Covid-19 estremece al mundo, Barcelona, Editorial Anagrama, pp. 109 y 110. 

[5] Vicky Peláez, Las farmacéuticas quieren ganancias multimillonarias, pese a la pandemia, Sputnik, 3 de marzo de 2021, <Página electrónica: https://mundo.sputniknews.com/20210331/las-farmaceuticas-quieren-ganancias-multimillonarias-pese-a-la-pandemia-1110688360.html>

[6] Ariel Méndez, Vacunación y ganancias para farmacéuticas, El Economista, 21 de febrero de 2021.

[7] Sandra Hernández García, Aumentó 20% la venta y renta de tanques de oxígeno en Internet, La Jornada, 1 de febrero de 2021.

[8] Ignacio Lewkowicz (2012), Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez, Buenos Aires, Paidós, p. 10.

[9] Víctor Toledo (2019), Los civilizionarios: repensar la modernidad desde la ecología política, México, UNAM-Juan Pablo Editor, pp. 22 y 23. 

[10] Harald Welzer (2010), Guerras climáticas. Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI, Buenos Aires, Katz Editores, pp. 132 y 133.

[11] Luciano Concheiro Bórquez (2020), Temporalidad espacial: territorialidades en disputa, despojo, acumulación. Presentación “Seminario Territorio y Territorialidades”. Subsecretaría de educación Superior. 

[12] Boaventura de Sousa Santos (2021), El futuro comienza ahora. De la pandemia a la utopía, Madrid, Ediciones Akal, pp. 117-149. 

[13] Josefina Luzuriaga Martínez y Cynthia Luz Burgueño (2019), Patriarcado y capitalismo. Feminismo, clase y diversidad, Madrid, Ediciones Akal, p. 167.

[14] Jorge Alemán (2020), Pandemónium. Notas sobre el desastre, España, NED Ediciones, p. 25.

[15] Expansión, El 94% de mexicanos muertos por COVID-19 eran obreros, amas de casa y retirados, domingo 23 de mayo 2021.

[16] Eduardo Roldán (2021), “Crisis y oportunidades ante el Mundo Convulso del Homo Covidensis”, en Modesto Seara Vázquez (coord.), Pandemia. La crisis catastrófica, Oaxaca, Universidad del Mar, p. 383.

[17] Anonimex (2020), La cuenta. Parte 1. <Página electrónica: https://www.youtube.com/watch?v=iHo0PuvB0tc>

[18] Donatella Di Cesare, op. cit., pp. 335-337.

[19] Otros países recurrieron a medidas antidemocráticas o claramente autoritarias. En algunos países se recurrió al uso de la fuerza para asegurar que las personas no salieran a las calles; se usaron drones para hacer multas desde el aire en Italia, y se emplearon millones de cámaras para vigilar a la población en China o Corea del Sur. En Polonia se exigió a los pacientes del sars-cov2-19 una selfie cada determinado tiempo para demostrar que estaban en su casa y se usó un programa de clasificación sanitaria con código de colores de los teléfonos que designaba quién podía salir de su casa y quién no. Evgeny Morozov (2020), “Las soluciones tecnológicas son el poli bueno del capitalismo en crisis del coronavirus”, Kaosenlared, 7 de mayo 2020. <Página electrónica: https://kaosenlared.net/las-soluciones-tecnologicas-son-el-poli-bueno-del-capitalismo-en-la-crisis-del-coronavirus/>.

[20] Lucio Oliver (2016), “México. El estado integral en el siglo XXI: crisis de hegemonía y cambios en la ecuación Estado Sociedad. Una mirada con Gramsci”, en Lucio Oliver (coord.), Transformaciones recientes del estado integral en América Latina, México-La Biblioteca, p. 86.

[21] Intervención de Luciano Concheiro Bórquez, Subsecretario de Educación Superior, en el Conversatorio Virtual: Acciones de las instituciones de educación superior ante la pandemia: retos y futuro, celebrado el 18 de marzo de 2021.