ALITO NO TIENE TODA LA CULPA

Mucho se ha hablado en los últimos meses del inevitable declive del Partido Revolucionario Institucional. Y el tema no da para menos ya que se trata de un partido que supo controlar todo el país por más de medio siglo, siendo quizás uno de los más exitosos del siglo XX. Es el partido que pasó de recuperar la presidencia de la república en 2012 a perderla en el año 2018. De gobernar 20 entidades federativas en 2015, a correr un riesgo muy real de gobernar un solo estado (Durango) para mediados del 2023.  

Las elecciones del 5 de junio de 2022 arrojaron resultados desoladores para el Partido Revolucionario Institucional. Antes de los comicios, el PRI gobernaba sobre dos entidades federativas (Hidalgo y Oaxaca) que le fueron arrebatadas por Morena. En la elección donde se jugaban seis legislaturas, la coalición opositora logró ganar únicamente dos, Aguascalientes y Durango, éste último siendo el único triunfo de un militante del Revolucionario institucional. 

El conteo rápido del INE develó los siguientes resultados en los comicios para gobernador. Aguascalientes fue una clara victoria para la coalición PRI-PAN-PRD, donde Teresa Jiménez Esquivel -también conocida como Tere moches-, una militante de Acción Nacional consiguió algo más del 52% de los votos (INE, 2022 a). En el estado de Durango, hubo una victoria igual de contundente para la coalición opositora, donde por más del 52% de los sufragios ganó la gubernatura el priista Esteban Villegas (INE, 2022 b). En el resto de los Estados, Morena obtuvo triunfos con una ventaja significativa, siendo la opción de más del 60% de los votantes. La única excepción es Tamaulipas, donde se cerró más de lo esperado la contienda entre el panista César Verástegui -alias el truco- y el morenista Américo Villareal, aunque éste último haya salido victorioso (INE, 2022 c).     

Lo que develan las cifras presentadas anteriormente es que el Revolucionario Institucional ha sido el gran perdedor de las elecciones de 2022, así como lo fue en las del 2021 y todo apunta a que también lo será en las dos gubernaturas que se disputen el año que viene.

De acuerdo con numerosos medios de comunicación, diversos comentaristas políticos y ciertas facciones del PRI, el responsable de la tragedia priista tiene nombre y apellido: Alejandro Moreno Cárdenas, también conocido como Alito. Un personaje gris que, además de protagonizar los escándalos de los audios que develó la gobernadora de Campeche Layda Sansores donde se muestra como un personaje corrupto y sin escrúpulos, ha cometido una serie de errores estratégicos -como ingresar a una alianza con poco sentido y sobre todo mal negociada- que han llevado al partido al riesgo de su extinción.

Sin embargo, este texto no pretende ser otro más de los muchos que le pegan a Alito. Tampoco pretende defenderlo. Lo que se busca es ir más allá de los errores de una persona y ver cómo es, en cierta forma, laestructura organizativa del PRI que se muestra muy vulnerable ante la situación que atraviesa. 

En su libro Modelos de partido, el politólogo italiano Angelo Panebianco asevera que el modelo organizativo que adopta un partido es en muy buena parte determinado desde el momento de su fundación, algo que el autor denomina “modelo originario” (Panebianco,2009: 108). Estos modelos, y particularmente si dicha organización se encuentra con un grado alto o bajo de institucionalización, permite que el partido tenga fortalezas y desventajas frente a las adversidades que puedan irse presentando. 

Siguiendo a Panebianco (2009), hay tres factores que contribuyen a definir el modelo originario de cada partido. En primera instancia, si el partido se ha construido por penetración o difusión territorial. La penetración territorial se da cuando una élite central de la organización dirige la expansión del partido hacia la periferia. Por el contrario, la difusión territorial se da si las élites locales forman partidos y después se integran en una única organización nacional.  

El segundo factor es si dicho partido es fundado con o sin el patrocinio de una organización externa. Dicha organización puede ser un sindicato, una Iglesia, entre otras. Esto denota si un partido ha sido constituido a través de una legitimación interna o una legitimación externa (Panebianco, 2009).

Finalmente, el tercer factor consiste en si un partido es o no carismático. Esto significa si el partido ha sido fundado por un líder carismático para que sea su vehículo de acceso al poder. Y precisemos, ya que el carisma puede ser un término algo ambiguo, un partido es carismático si y solo si el partido es “la creación de un líder que aparece como el creador e intérprete indiscutido de un conjunto de símbolos políticos (las metas ideológicas originarias de su partido) que llegan a ser inseparables de su persona.” (Panebianco, 2009, p. 114). 

 Procedamos a revisar la historia de la fundación del Revolucionario institucional y sus antecesores y contrastarla con los tres factores previamente expuestos. Cabe aclarar que los factores son tipos ideales y por ello los casos reales suelen ser mixtos. 

En primera instancia, tratemos de responder esta pregunta: ¿El Partido Nacional Revolucionario fue construido por penetración o difusión territorial? Recordemos que la fundación del PNR se da por iniciativa de Plutarco Elías Calles, “Para el hombre de Guaymas lo primordial era en 1928 la construcción del Estado mexicano posrevolucionario, y ésta debía pasar por la organización de un ejército leal al poder central, por el desarme de los grupos agraristas y por la unificación de todos los ‘partidos’ que se reclamaban de ´la Revolución” (Garrido, 2005, p 73). El hombre que fácticamente se encontraba al frente del gobierno revolucionario central toma la iniciativa de formar un partido que agrupe a todas las organizaciones locales con el fin de estabilizar la política del país. 

De esa manera fue reagrupando a los caciques locales y poniéndolos a jugar bajo las reglas del partido, que eran claramente más beneficiosas para Calles y su grupo. Garrido (2005) califica al PNR en sus primeros años como una confederación de caciques. A tal punto que el PNR terminó, para Garrido, siendo un instrumento de Calles para influir en el poder del Estado a lo largo del Maximato, siendo su principal objetivo mantener el control sobre la mayor cantidad de grupos posible. 

Si revisamos la fundación del PNR es posible observar que claramente la construcción del partido presenta rasgos de difusión y penetración territorial mostrándose como un caso mixto. Hay un aparato central con una cohesión fuerte (penetración territorial) que va reagrupando y confederando distintas agrupaciones locales, de ideas heterogéneas, pero que todas se reclaman como herederas de la Revolución Mexicana (difusión territorial). 

Es difícil decir cuál fue el aspecto dominante en la construcción del PNR. Sin embargo, el resultado de su constitución es claro: la coalición dominante estuvo muy cohesionada, a tal grado que, durante el Maximato y la elección de Cárdenas, todos los candidatos tuvieron el visto bueno de Calles y su grupo, si es que no pertenecían a él. Si vamos más adelante en la historia del Revolucionario Institucional, veremos que los conflictos facciosos en las cúpulas del partido fueron raros, y su publicidad fue mínima. 

Dicho lo anterior y siempre siguiendo a Panebianco (2005), la construcción por penetración suele obtener como resultado una mayor centralización de los aparatos del partido y una cohesión fuerte de la coalición dominante. Estos aspectos anteriores predisponen a una institucionalización fuerte. 

Pasemos, pues, a revisar el segundo factor que contribuye a definir el modelo originario. La pregunta que hace falta responder es: ¿fue el Partido Nacional Revolucionario fundado con un patrocinio externo?

En este caso la respuesta es más clara: a través de lo expuesto en los renglones anteriores, el PNR surge a partir de la iniciativa de un presidente de la república con el objetivo de legitimar al Estado mexicano. A partir de allí surge la famosísima simbiosis entre el Partido (sea PNR, PRM o PRI) con el ejecutivo nacional. 

La construcción del PNR se da claramente con un patrocinio externo, el del Estado mexicano. Este aspecto es el que más contribuye a una institucionalización débil del PNR, PRM y PRI. Siguiendo a Panebianco (2005), existen dos factores que determinan si una institución es fuerte: su sistematización, y su grado de autonomía con el ambiente. Esto último nos interesa particularmente en este apartado.  

La delimitación de las fronteras de una organización con su entorno es una de las características más determinantes en la autonomía de una organización. En el caso del PRI podemos decir que claramente sus fronteras con el Estado mexicano, así como con las corporaciones no se encontraban delimitadas en lo absoluto. 

El presidente de la república en turno (a excepción del Maximato) era el verdadero líder del partido. Siendo el presidente nacional del PRI un puesto con gran prestigio, aunque una figura relegada a tareas organizativas y con escaso poder real dentro del partido.  Esto puede verse en la manera en la que el presidente de la república estaba fácticamente facultado para remover a un presidente nacional del PRI si lo consideraba necesario o pertinente. Ejemplo de ello es cuando el presidente de la república Miguel de la Madrid decidió remover al presidente nacional del PRI Adolfo Lugo Verduzco por un desempeño que él consideraba inadecuado (Garrido,1993).

Otro asunto fundamental, era la designación de los candidatos. Un tema que suele ser asunto de los partidos y sus militantes. Más allá del famoso “dedazo” (el método discrecional del presidente para seleccionar a su sucesor), donde se refuerza lo mencionado en el párrafo anterior, las candidaturas del PRI eran distribuidas mediante mecanismos que excedían los límites del partido: eran las corporaciones, y particularmente sus dirigentes, las que designaban a buena parte de los candidatos a diputados y senadores del partido (Hernández Rodríguez, 2016). 

Lo anterior demuestra que el modelo organizativo del PRI estaba muy lejos de tener sus fronteras delimitadas. Esto se dio a causa de su propio nacimiento como organización con patrocinio externo, y dichos rasgos se fueron acentuando por decisiones tomadas posteriormente. Esto contribuyó a una débil institucionalización del partido.

La otra variable que permite ver el nivel de institucionalización, como dijimos, es la sistematización. Por sistematización debe entenderse el grado de centralización que presenta un partido, es decir, si la organización muestra “una fuerte interdependencia entre las diversas subunidades, garantizada mediante un control centralizado de los recursos organizativos y de intercambios con el entorno” (Panebianco, 2009, p 121).  

Sobre este punto, es consensuado que el PRI era una institución fuertemente centralizada. Dependía de una autoridad única: la del presidente de la república. Esto indicaría un grado de sistematización alto.

Por lo cual, combinando ambas variables es posible ver que, con una difusa frontera entre la organización y el entorno, pero un grado de sistematización elevado, el PRI no tuvo una institucionalización muy fuerte. Y su modelo organizativo tenía un grave problema, puesto que era absolutamente dependiente del presidente de la república.

Abordemos finalmente el tercer factor que contribuye a definir el modelo organizativo. ¿Es el PRI un partido carismático?

Podemos ver a través de la ya narrada historia de su fundación, que el PRI es la iniciativa de un líder político que busca apropiarse de la idea de la Revolución Mexicana. Es innegable que Plutarco Elías Calles tuviera un cierto carisma, aunque justamente la fundación de su partido responde a que la Revolución como símbolo político no era usado exclusivamente por él. Y como vimos, Panebianco considera que el partido es carismático solamente en caso de que el líder sea indisociable del proyecto político del partido. Lo cual, en el caso de Calles no es completamente cierto. 

Más polémico sería el caso de la refundación de PNR a PRM por parte de Lázaro Cárdenas. Aun cuando el caudillo michoacano es reconocido como uno de los grandes líderes carismáticos latinoamericanos del siglo XX -aquí no nos proponemos poner en duda su carisma-, sí cabe preguntarnos si el PRM era realmente indisociable de su persona. La respuesta también es clara, si bien Cárdenas gozó de una popularidad inigualable en la historia de México, el PRM representaba un movimiento que trascendía su persona: la Revolución Mexicana. 

Es también conocido el argumento según el cual, en cierta forma, el PRI logró encarnar en sí el carisma de la revolución, rutinizar el carisma institucionalizándolo. Sin embargo, más allá de que este argumento pueda resultar interesante, claramente no encaja con el tipo ideal del partido carismático. Esto debido a que los símbolos políticos del PRI y, particularmente los ideales de la Revolución fueron interpretados a gusto y placer del líder en turno[1]. Esto implica que ninguno de los líderes tuvo el carácter de intérprete absoluto y creador de los símbolos políticos, y claramente estos llegaron a ser disociables de su persona, por lo cual no se adecúa al tipo ideal del partido carismático de Panebianco (2009).   

Dicho lo anterior nos es posible desestimar al modelo originario del PRI como asociado al partido carismático. Este hecho nos permite observar que, desde este aspecto del modelo originario, no tendría porqué haber tendencias hacia una institucionalización débil. 

 En suma, si revisamos los tres factores definitorios del modelo originario de los partidos, observamos que el PRI, en teoría, debería haber tenido tendencias hacia una institucionalización con una fuerza considerable: tenía una coalición dominante con un buen grado de cohesión gracias a una construcción territorial mixta, pero predominantemente por penetración y no fue fundado como vehículo de acceso al poder para un determinado líder carismático. Sin embargo, la fuerza de la institucionalización se ve menguada por ser un claro caso de partido fundado con un patrocinio externo: el del Estado mexicano.

Esto último fue determinante, pues la difusión de las fronteras del PRI con las del ejecutivo lo hicieron convertirse en un auténtico partido de Estado. El partido de Estado es una institución con una gran fuerza, cohesión y capacidad de acción, sobre todo por sus límites difusos con el Estado que le brindan una fuerza leviatánica y unas facultades extraordinarias. Pero también el PRI, en cierta forma, no era más que la maquinaria electoral y, en menor medida, de reclutamiento del Estado mexicano (Hernández Rodríguez, 2016). 

A esto se aúna otra cuestión sumamente contraria a la institucionalización del PRI: si bien tenía unas reglas internas y documentos básicos confeccionados de buena manera; primaban las reglas no escritas del sistema (Garrido, 1993). Estas reglas no escritas eran algo que modificaba la burocracia central del partido. Además, le daba ciertos tintes que se acercaban al tipo ideal del partido carismático, por la discrecionalidad que gozaba el monarca sexenal en turnoque, de facto, era el único intérprete de los lineamientos y objetivos del Revolucionario Institucional.   

Dichas características la hacían una institución muy eficiente mientras el Partido estuviera bajo la tutela del gobierno, pero que se vería inevitablemente debilitada si existía una alternancia de partido en el poder ejecutivo. El PRI fue un partido diseñado para gobernar y conservar el poder, no para disputarlo (Hernández Rodríguez, 2016). 

La caída del PRI en las elecciones legislativas de 1997, y definitivamente en las presidenciales del año 2000 presentó un primer problema, pues la cohesión interna del partido se vio menguada. El partido seguía al frente de varias entidades federativas, por lo cual los recursos e incentivos ya no se encontraban centralizados en la figura del presidente de la república, sino de varios gobernadores que formaban grupos para diputarse el poder dentro del partido (Hernández Rodríguez, 2016). 

Incluso, un presidente del PRI, Roberto Madrazo, usó su posición para construir su candidatura presidencial y beneficiar a su grupo, pero como los recursos no se hallaban centralizados le fue imposible mantener la cohesión del partido. Esto desembocó en su derrota del año 2006. 

Durante el calderonato, el futuro presidente Peña Nieto, en ese entonces gobernador del Estado con mayor población del país, y por ende con una cantidad sustanciosa de recursos, comenzó un proceso de alianzas entre facciones (Hernández Rodríguez, 2016). Esto posibilitó al PRI resurgir y lograr una cohesión interna de la coalición dominante que le permitió recuperar la presidencia de la república, con la facción de Atlacomulco a la cabeza. 

En los dos sexenios que el PAN gobernó, no sería fácil clasificar al PRI como un partido de oposición. De hecho, diversos periodistas, y el propio presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador lo calificaron como un partido que se alió con el PAN con el cual negociaron las alternancias. Esto explica en parte la agudeza de su crisis actual, en la que se encuentra por primera vez en la franca oposición y agudo enfrentamiento con el gobierno federal en turno. 

Cuando el PRI volvió al poder, en el año 2012, reencontró, en el presidente de la república y sus allegados, al líder de su partido. Sin embargo, ya no sería suficiente dicha coalición para mantenerse en el poder. Pues se encontraría con otro de los principales responsables de su situación actual: el desprestigio. 

El presidente de la república, su gabinete más cercano, los gobernadores, senadores y diputados del partido tuvieron todos casos de corrupción que hicieron identificar al Revolucionario Institucional con la política sin escrúpulos y el enriquecimiento ilícito. Varias crisis de prestigio dentro del gobierno federal, además de escandalosos casos de represión y cohecho en los gobiernos locales terminaron por sepultar a un partido que había hecho todas las campañas mediáticas imaginables por lavarse la cara y mostrarse como “el nuevo PRI”. 

 La derrota electoral del 2018, como decíamos al inicio de este texto, no solo representó la pérdida de la presidencia de la república, si no que, a partir de ese año, cada elección que se celebra, el PRI va perdiendo gobiernos estatales y municipales, con los recursos que ellos representan. Una medida desesperada los hizo aliarse con los otros dos partidos tradicionales de la política mexicana, el PAN y lo que queda del PRD. Al momento, el balance de dicha alianza es claramente negativo para el Revolucionario Institucional, que ha perdido la gran mayoría de los estados que gobernaba. Y hoy, tras la derrota en los comicios de Junio del 2022 le quedan únicamente tres gobiernos estatales: Coahuila, el Estado de México y Durango y con muy bajas expectativas de retener las dos primeras el año que viene.   

Hoy el PRI se encuentra en una encrucijada en la que, si se queda en la alianza con el PAN, éste amenaza con comerse lo poco de partido que le queda; y si sale de la alianza, no tiene ni siquiera la certidumbre de conservar el registro para el 2024. Y reitero, esto se debe en muy buena parte a la ineptitud y frivolidad de su dirigente Alito Moreno Cárdenas, pero ello solo devela la superficie de la grave crisis que enfrenta el PRI.

En suma, Alito no tiene toda la culpa. Los propios cimientos del Partido Revolucionario Institucional, especialmente su particular modelo de institucionalización centrado en el presidente de la república y la distribución centralizada de recursos e incentivos son los responsables de la pronta, y al parecer inevitable extinción del partido. Moreno Cárdenas no hace más que acelerar el proceso.  

 Bibliografía:

Garrido, L.J. (1993). La ruptura. La corriente democrática del PRI. México. Grijalbo.

Garrido, L.J. (2005) [1982]. El partido de la revolución institucionalizada. La formación del nuevo Estado en México (1928-19459. México. Siglo XXI editores. 

Hernández Rodríguez, R. Historia mínima del PRI. México. El Colegio de México. 

Panebianco, A. (2009). Modelos de partido. Madrid. Alianza Editorial.  

Referencias:

Instituto Nacional Electoral, (2022). Estimación de los resultados de la votación para la Gubernatura del estado de Aguascalientes. Disponible en: https://www.ine.mx/wp-content/uploads/2022/06/INE-ConteosRapidos22-InfResultadosComiteTecAs.pdf

Instituto Nacional Electoral, (2022 b). Estimación de los resultados de la votación para la Gubernatura del estado de Durango. Disponible en: https://www.ine.mx/wp-content/uploads/2022/06/InfResultadosComiteTecAsDgo.pdf

Instituto Nacional Electoral, (2022 c). Estimación de los resultados de la votación para la Gubernatura del estado de Tamaulipas. Disponible en: https://www.ine.mx/wp-content/uploads/2022/06/INE-ConteosRapidos22-InfResultadosComiteTecAs-Tamaulipas.pdf


[1] Esto es notorio en todos los casos de los presidentes que tuvo el PRI, PNR o PRM a lo largo del siglo XX. Como ejemplo concreto podemos ver claramente que Plutarco Elias Calles y Lázaro Cárdenas tuvieron maneras muy diferentes de interpretar la revolución: el primero con un anticlericalismo marcado pero un reformismo social muy moderado; el segundo con relaciones menos tensas con la Iglesia, pero con una clara tendencia a la reforma social (Garrido, 2005).