EL TREN MAYA: EL REGRESO DE LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA

Cada vez que llega un tiempo nuevo, el que no es la mera prolongación del pasado sino portador de un mundo nuevo o de cambios radicales y masivos en el que está en curso, nada vuelve a significar lo mismo.
Aníbal Quijano

I.- Introducción

El Tren Maya ha puesto sobre la escena nacional los problemas históricos que existen en la región sur-sureste. Mientras que la oposición ha utilizado la estrategia del ambientalismo abstracto para desviar la atención del modelo de negocio extractivista que domina, algunas posiciones de izquierda han reducido linealmente el proyecto a una simple profundización del tipo estándar de acumulación capitalista. El objetivo de este ensayo es contribuir al análisis del momento geoestratégico que vivimos con el objetivo de dar una interpretación de los alcances de este proyecto en el contexto del proceso de transformación mundial, mismo que exige la ruptura con la ortodoxia neoliberal y restaura la vocación del Estado para rediseñar relaciones sociales, específicamente partiendo de la recuperación de la planificación económica como un capacidad efectiva de reestructuración social.  

En las siguientes líneas, sin perder de vista los riesgos pero sin dejar de lado la discusión sobre las potencialidades reales, enfocamos al Tren Maya como una expresión del retorno de la planificación estatal, no como desarrollismo sino bajo la oportunidad de dotarle un contenido popular en el sentido de asegurar que en los nuevos criterios prevalezca el respeto a la biodiversidad y a la multiculturalidad como un conjunto metabólico indisoluble. El sur-sureste puede “exportar” algo más que materias primas: puede representar una experiencia a gran escala de nuevas formas de cooperación comunitaria. 

II.- El Estado neoliberal y la ficción del mercado

La ideología neoliberal diseñó el sentido común con la noción de mercado autoregulado, como una entidad supra-nacional que, por obra de los pesos y contrapesos de oferta y demanda, logran entregar de forma eficiente a los agentes lo que les corresponde de acuerdo a la calidad de su racionalidad puesta en juego. Bajo este imaginario, la planificación estatal significa una intervención sucia de los intereses políticos de los gobernantes –o de la llamada “tiranía de las mayorías”– que no hacen otra cosa que distorsionar la ley naturaldel mercado. El resultado, por supuesto, no puede significar más que errores, limitaciones y perturbaciones que, tarde o temprano, se habrán de pagar.

Esta falsa dicotomía opera, además, un encubrimiento: proyecta el poder empresarial en competenciamediante unidades desperdigadas que buscan aplicar racionalmente la búsqueda instintiva de los signos de mercado para ajustarse a la mejor decisión que les lleva a la ganancia; una imagen más acertada en la realidad contemporánea es la de los oligopolios que gracias a su magnitud estructural a escala trasnacional[1]controlan el sistema de precios y pactan entre sí para desplegar sus estrategias de acumulación. Dicho de otra manera, el poder empresarial es también una forma de planificación consciente pero privada, distante de cualquier auscultación democrática que involucre a los territorios económicos-sociales en el calculo de los objetivos. 

Desde esta óptica, el neoliberalismo significó la caída de las constricciones tradicionales de los estados-nación para permitir en sus territorios la instalación de tramos particulares de la planificación oligopólicaprivada mundial, en detrimento directo de la planificación pública estatal. El periodo 1971-2008 significó el despliegue del imperialismo norteamericano como poder hegemónico,  se diseñó el entramado de canales financieros a los que se sometería el capital industrial, además de propagar la narrativa ideológica para asegurar que los países tuvieran gobiernos administradores de este plan a costa de renunciar a cualquier otro criterio, incluyendo la soberanía de la vida de las comunidades nacionales

Esto constituye lo que conocemos comúnmente como gobiernos neoliberales, convertidos en gerentes regionales del capital social global generando las condiciones jurídicas y de gobernabilidad que permiten a los capitales capturar procesos productivos con fines de valorización para el comercio de títulos financieros (esto es: la subsunción del capital industrial bajo el capital dinerario). Así, el Estado es reducido a una unidad especial que abre camino con infraestructura para la explotación de recursos naturales, diseña la entrega de servicios públicos o sectores estratégicos pero también realiza labores de contención de la soberanía popular (por métodos militares, paramilitares o híbridos de nueva generación) a cambio de una participación rentista-parasitaria mediante un sistema de corrupción sistémico que permite lucrar con el Estado

Bajo este modelo es que se construyó nuestro imaginario contemporáneo de violencia económica. No es para menos. La planificación corporativa opera totalmente deshumanizada y desterritorializada, su propia dinámica de competencia interna la pone constantemente al borde de las crisis de especulación porque los criterios sociales y ambientales (la economía real de reproducción de la vida)  son irrelevantes para sus operadores. Toda esta maniobra de reordenamiento económico han mostrado su cariz instrínsecamente destructiva. Esto ha generado en la sociedad, por supuesto, los más crudos efectos. 

Así mismo, el Estado mexicano neoliberal tuvo como objetivo la expansión regional de este proceso mediante el TLCAN y buscó avanzar en el proceso de integración mediante el llamado Plan Puebla-Panamá (PPP) que consideraba el sur-sureste como una región con la que podría extender las Zonas Económicas Especiales (ZEE) que la economía estadounidense necesitaba para competir en el mercado global: mano de obra barata y acceso libre a materias primas. Todo este proceso bajo la destrucción de formas estatales y formas comunitarias

La categoría que surgió para caracterizar la escala de esta violencia ha sido el término de mega-proyecto. Este concepto implica la privatización para efectos de la especulación financiera. Contiene el significado del tipo específico de proyecto regional con proyección global basado en la planificación corporativa. Implica, como una de sus características esenciales, que el dominio empresarial es lo suficientemente fuerte en un país dado para controlar y usar al Estado para fines de valorización. No obstante, esta determinación tiene sus límites y transformaciones en el contenido, por lo que ahora es necesario analizar el periodo de transición que le otorga un nuevo contexto a los procesos de planificación.

III.- El periodo de transición global 

Los efectos de la acción del Estado neoliberal han sido severos y la reacción no se ha hecho esperar.  La cuarta transformación es el macro-proceso de transición hacia otro tipo estatal, y no lo es en un aspecto volitivo sino por las condiciones de cambio estructural en la economía mundial: 

El periodo 1971-2008 puede ser identificado como el nacimiento y el límite histórico de la fase neoliberal; corre desde el abandono del patrón-oro hasta la crisis subprime en la bolsa de Nueva York. A partir de este momento la gestión financiera estadounidense con pretenciones de unipolaridad mostró sus límites, dando comienzo con ello a un periodo de transición hacia un mundo multi-polar. Si bien la Unión Soviética había desaparecido en 1991 –y con ello la noción de planificación estatal– esta resurgió con fuerza en China en pleno siglo XXI. 

El periodo de transición que podemos fijar a partir del 2008 y que ha tenido especial aceleración en 2020-2022 (pandemia y guerra Rusia-Ucrania) ha puesto de manifiesto también el fracaso de la Unión Europea, que para el día de hoy se encuentra en una crisis económica autoinfligida por la pérdida de soberanía con respecto a Estados Unidos, quien les obliga a separarse de la influencia económica de Rusia ( es como si nunca se hubiera caído el Muro de Berlín solo que ahora el mundo occidental es el que funge como región aislada). 

Por su parte, América Latina, después de una explotación sistemática bajo la doctrina Monroe, tuvo una primera oleada de gobiernos populares, pausada por un temporal retorno a la derecha (producido en gran medida por la gran confusión provocada por los medios corporativos y la ejecución sistemática de fraudes electorales en toda la región) pero que desde 2018 ha comenzado una nueva oleada con mayor potencia puesto que las cleptocracias ya no han podido ejercer, sin resistencia, su poder tradicional y han comenzado a perder el control de los estados-nación.

México se encuentra en este proceso geopolítico mediante la construcción de una nueva relación con Estados Unidos de América[2]. El episodio de la Cumbre de las Américas y la recuperación de la CELAC ha sido una muestra de ello, pero también los episodios del rescate a Evo Morales frente al golpe de Estado en Bolivia, la intervención en la renegociación de la deuda de Argentina, la asistencia al gobierno de Castillo en Perú y, por supuesto, el espaldarazo a la revolución cubana al abogar sistemáticamente por el levantamiento del bloqueo. Claro que es necesario tener presente aquí un punto central: esto no solo se explica por el talento diplomático sino sobre todo por la propia pérdida de hegemonía de los Estados Unidos. Desde la crisis económica del 2008 comenzó la aceleración de este proceso de disolución. 

El hecho es que la pandemia ha logrado introyectar un cambio en el criterio social con respecto a las consecuencias de la ola privatizadora: las endebles infraestructuras médicas, la alimentación precaria y envenenada de los grandes oligopillos agroindustriales, o la incapacidad para producir vacunas propias, han sido elementos que han acelerado el cambio de visión hacia la restitución de las capacidades de autosuficiencia y autonomía real frente al modelo neoliberal que presenta perturbaciones estructurales inherentes a su naturaleza: la crisis capitalista. Existen los motivos reales para trascender dicho modelo y recuperar el contenido de soberanía y estrategia en la intervención estatal ya que la crisis implica la destrucción de valor ya producido. 

La pandemia, en su dimensión fenomenológica, nos permitió observar con nitidez el tamaño del desajuste: las cadenas comerciales y productivas (también llamadas cadenas de suministro) a escala global sufren un doble shock por el lado de la oferta y la demanda. Ponen en claro que la interrelación económica global ha alcanzado un grado en la cual es incompatible con la estructura unilateral debido a la diversificación de los procesos económicos que hoy, a raíz de las extendidas cadenas de suministro trasnacionales, convierten al proceso productivo en una dinámica interdependiente que pasa a través de distintos campos económicos nacionales con diferentes especificidades. La homogeneización que implicó el neoliberalismo hoy vuelve a producir un fenómeno que se creía superado: la persistencia de la inflación

Esto ha develado la fragilidad que tienen los estados-nación con respecto al movimiento de los precios internacionales, especialmente en cuanto a la energía y el sector alimentario; pone sobre la mesa la necesidad de reindustrializarse estratégicamente para disminuir la vulnerabilidad con respecto al fenómeno inflacionario. No se trata de una opción ideológica sino de una necesidad objetiva. 

El reto es clarificar el contenido de esta nueva planificación ya que no se puede reducir a la experiencia del siglo XX en la que se confundió la resolución de los problemas como un asunto de sustitución de importaciones bajo la bandera del desarrollismo, sino que se necesita establecer los términos en los que el Estado emprende un proceso de industrialización para transformar el valor producido en una formación nuevaque permita -como dice Marx-  “satisfacer necesidades sociales generales”[3]. Esto significa que la renovación de las relaciones sociales de producción cuente con las condiciones materiales objetivas para el éxito de la transformación planteada y para ello el sur-sureste no puede seguir en el abandono.

IV.- ¿Por qué el Tren Maya es estratégico? 

En este contexto de transformación es que el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2019-2024[4] pone como principal objetivo detonar el crecimiento del país para satisfacer las necesidades de la población. Es importante aclarar que el crecimiento económico no es suficiente pero es una condición necesaria para que el Estado cuente con presupuesto suficiente para financiar el entorno social de bienestar planteado por la actual administración. Las obras de infraestructura ya no tienen como fin último la bursatilización privada sino la evolución social. El Tren Maya es parte de esta lógica de rescate de la región sur-sureste como parte de la estrategia global de transformación. 

En la historia del desarrollo del país podemos distinguir, como lo señala Jose Luis Calva[5], dos estrategias: el periodo de 1935-1982 basado en una estructura liderada por el Estado que arrojó una tasa de crecimiento promedio del PIB de 6.07% mientras que el periodo de 1983-2018, basado en el neoliberalismo, mediante la planificación corporativa, apenas alcanzó el 2.31% promedio. Más aún, si distinguimos por regiones se observa que el exiguo crecimiento se reparte entre el norte y el centro-bajío mientras que el  el sur-sureste presenta tasas negativas de crecimiento, a pesar de que de esta zona es de donde se ha extraído el petróleo con el que se ha financiado en gran medida el presupuesto nacional. 

Esto constituye una situación de colonialismo interno en el que regiones al interior del país explotan sistemáticamente a otras, formalizando y normalizando una distribución inequitativa de la riqueza pública. Es importante señalar que este tipo de desequilibrios sistémicos tienen un efecto adverso sobre la economía nacional como un conjunto, por lo que el espíritu de la planificación actual parte del reconocimiento de esta falla estructural y asume la responsabilidad para superarla[6]

Así, el Tren Maya se inscribe dentro de la recuperación de la región sur-sureste mediante el proyecto integral en el que se rehabilitan y amplian las vías de comunicación férreas (1500 km del tren penínsular, 300 km del tren trans-ístmico más la rehabilición de rutas que conectan con Guatemala) generando condiciones para la multiplicación de la actividad económica, especialmente la relativa a la autosuficiencia energética (refinería Olmeca, el gasoducto interoceanico, la coquizadora y planta de licuefacción en Salina Cruz), así como los polos industriales especiales que se agregan como un nuevo tramo en las cadenas de suministro internacionales. 

La proyección global de la reorganización regional se inscribe también dentro del cambio geopolítico en el que la conexión de México con Asia se vuelve estratégica en el contexto del desarrollo de la llamada Nueva Ruta de la Seda, como cadena articuladora de una economía mundial multi-polar. Por ello es que podemos decir que el sur-sureste es fundamental para alcanzar una nueva magnitud económica en un entorno de reorganización de la economía global. 

V.- El abandono del sur-sureste mexicano

El sur-sureste mexicano es, sin duda, uno de los lugares con mayor diversidad en ecosistemas (selva tropical, montaña, bosque mesófilo, humedales y manglares), en los que albergan miles de especies vegetales, mamíferos y aves. Como hemos señalado, la región tiene recursos estratégicos fundamentales como el petróleo, minerales y cuerpos de agua, cuyos afluentes producen gran parte de la electricidad del país mediante las hidroeléctricas. Pero esta riqueza no se ve reflejada en el desarrollo social de la región, antes bien el extractivismo neoliberal ha producido una destrucción sistemática de formas de vida  bajo la homogeneización que amenaza a la propiedad social comunitaria ancestral

No obstante, la propaganda que ha impulsado la oposición en nuestro país – aprovechando esta crisis – se instala dentro de lo que podemos denominar el ambientalismo abstracto en la que todo proceso económico es automáticamente un ecocidio, esto basado en la confusión existente entre los diferentes tipos de planificación que discutimos en el primer apartado de este ensayo. Pero lo que me gustaría destacar es que esta visión tiene, además, un efecto distorsionador epistemológico pues oculta la materialidad histórica de la región sur-sureste. Es decir, oculta las contradicciones capitalistas existentes producidas por relaciones de dominio vigentes en dicho territorio y que deben ser resueltas para beneficio de la comunidad en esta región.

Para ello es necesario ubicar las fases históricas mediante el concepto de formación económico-social en la que podemos enfocar al menos tres formaciones dominantes: 1) forma encomienda, desde la conquista hasta la guerra de castas de Yucatán en 1847, 2) el advenimiento posterior del extractivismo porfirista 1810-1910 y 3) el actual modelo de economías de enclave[7] (también extractivista) que se ha servido de las condiciones vigentes en la región para sus fines de acumulación de rentas, liderado en este caso bajo el desarrollo del modelo corporativo de turismo global

Dentro de este último modelo se encuentran también el negocio de la tala clandestina, la industria porcícola, el tráfico de materiales de construcción para carreteras de los Estados Unidos (caso de la empresa vulcan materials) y la especulación inmobiliaria que produce zonas críticas de deforestación (alrededor de 100 mil hectáreas anuales) así como un crecimiento desordenado de las ciudades con municipios débiles y suceptibles a la corrupción; sin dejar de mencionar el problema de violencia producido por la ruta de trasiego del narcotráfico. 

No es un detalle menor que la fundación de Cancún sea en 1971, mismo año en la que hemos fechado el nacimiento honorífico del neoliberalimo, primero como una iniciativa para el desarrollo de polos turísticos que permitieran la captación de divisas para financiar las importaciones necesarias para el país; y segundo, convertida, hacia 1992 en un polo global de acumulación trasnacional de especulación inmobiliaria gracias a la reforma del artículo 27 constitucional que permitió la privatización de tierras ejidales y comunales, produciendo: “la expansión del turismo, en el marco de las necesidades del capital por encontrar nuevos espacios y dimensiones para la acumulación de nuevas esferas a los circuitos de la ganancia en el turismo de masas”[8].

Esta crisis es, sin duda, compleja puesto que se enmarca en el proceso de colonialismo que las empresas trasnacionales realizan sobre el territorio para fines especulativos pasando por encima de cualquier reglamentación ambiental y la afectación sobre formas de vida diferentes a la homogeneización capitalista. No intervenir, dejar las cosas como están, implica seguir permitiendo la profundización del modelo extractivista dominante. Desde esta óptica el Tren Maya es un proyecto con el contenido específico de frenar el turismo de enclave que hasta ahora ha sido la forma dominante pero también establecer una base que transforme la magnitud productiva social del mercado interno mexicano.

VI.- Conclusión: hacia nuevos contenidos del desarrollo

El Tren Maya se ha vuelto uno de los acertijos más apremiantes a descifrar. Es importante seguir ampliando la discusión puesto que, quitando el ruido propagandístico del ambientalismo abstracto usado por la oposición, es necesario dialogar ampliamente sobre una imagen clara del nuevo contenido que la cuarta transformación le puede dar al desarrollo

El papel de la discusión que aquí presentamos tiene por objetivo poner sobre la mesa la materialidad económica del país a escala regional, nacional y global. No se trata de un simple mega-proyecto sino de la recuperación de la planificación estatal-popular. Por supuesto que este proceso ofrece resistencias especiales que deben convertirse en puntos para ampliar la discusión: 1) la noción específica de desarrollo, 2) el tipo de ejecución del proyecto de frente a las inercias administrativas del Estado neoliberal (burocracia) y 3) la resolución del conflicto homogeneizador para habilitar un tipo de convivencia simultánea entre diferentes formas de propiedad y de relaciones sociales.

El primer contenido que considero tiene potencia del Tren Maya es la capacidad de interrelación heterogenea puesto que en la región existe una diversidad cultural y étnica de gran importancia y que, además, es un imperativo decolonial perseguir, no solo su preservación sino fomentar el despliegue de sus formas de vida en el contexto contemporáneo. De esta manera, me parece que se puede usar la categoría heteronomíaintercultural para fijar algo esencial: el nuevo contenido del desarrollo parte por el reconocimiento y respeto de las diversas formas de vida y debe procurar, en lo particular, además de la planificación (o mejor dicho, como parte constitutiva) la evaluación y seguimiento del efecto multiplicador asociado especialmente a las vías de comunicación para que este permita la cooperación antes que la competencia extractivista vigente. 

El hecho económico fundamental es que una vía de comunicación como la que se propone en el Tren Mayatiene una gran potencia reorganizadora de la formación social por lo que existirá una gran magnitud de efectos multiplicadores. La forma más efectiva para asegurar la vocación social de la obra es llevar a cabo lo que la planificación corporativa no hace: democratizar las decisiones. 

En el modelo actual los municipios son el eslabón más frágil de la cadena, por vía de la corrupción y la fuerza económica real de los consorcios que rebasa el poder del cabildo e imponen su agenda de intereses para permitir el despojo sistemático propio de la especulación inmobiliaria. Para combatir esta debilidad es que el proyecto del Tren Maya incluye un marco de colaboración específico entre la federación, los estados y los municipios por donde pasará la vía para establecer las políticas conjuntas que aseguren el desarrollo en los términos planeados. En gran medida esta es una de las razones por las que hay intereses empresariales que buscan sabotear el proyecto puesto que la corrupción sistémica es también un modelo de negocio extractivista. 

Tambien es necesario reflexionar en torno a las potencialidades de la propiedad social en la que se encuentran los ejidos, desde la reforma del artículo 27 en 1992 estos se volvieron un área de disputa por la amenazante mercantilización del territorio. Es necesario establecer mecanismos de planificación que articulen de otra manera las hetergoneidades. Por ejemplo, así como se han considerado las Zonas Económico Especiales (ZEE) para el establecimiento de políticas de desarrollo para el capital, se establezcan zonas económico-sociales. Es decír, así como existen las áreas protegidas para la biodiversidad, es necesario la proyección de áreas protegidas para la multiculturalidad económica, el inicio pueden ser los polos de desarrollo planteados puesto que, dado que son nuevos, presentan una oportunidad invaluable para comenzar el diseño de una región desde nuevas bases que no sean las del capital. Contar con un proyecto reordenador en una zona donde prevalece la propiedad social es el inicio para experimentar un nuevo tipo de desarrollo. 


[1] Ver Robinson, William (2001). El capitalismo global y la crisis de la humanidad, Siglo XXI editores, México.

[2] “Hay, de América Latina hacia Estados Unidos, pérdida de miedo y hasta falta de respeto ante el poderoso. Se ha desvanecido la idolatría y sumisión voluntaria de las élites políticas hacia lo norteamericano. Era una especie de cadena mental que te amarraba a mover tu cabeza siempre diciendo sí a lo que decía Estados Unidos. Ahora no lo oyes. Te vas. No vienes. Dices lo que quieres. Los otros nos desprecian y nosotros le hemos perdido el respeto. México ha liderado este divorcio.” entrevista a Álvaro García Linera en La Jornada el 14 de junio de 2022.

[3] Marx, Carlos (2015). El Capital. Tomo III. Vol. 8. Siglo XXI, p.1114

[4] Publicado en el Diario Oficial de la Federación el 12 de julio de 2019 

[5] Calva, José Luis (2019), «La economía mexicana en su laberinto neoliberal», El Trimestre Económico, LXXXVI (343): 579-622, julio-septiembre. 

[6] “Algo estratégico que cambiará el perfil del desarrollo en nuestro país es la atención especial al sur-sureste de México. Durante décadas se impulsó el crecimiento hacia el centro, el Bajío y el norte del país; la gran paradoja es que este modelo de desarrollo descansó en los ingresos que se obtenían por la extracción del petróleo de Veracruz, Chiapas, Campeche y Tabasco, de 1988 hasta 2012; durante cuatro sexenios o 24 años, el 33% del presupuesto se sustentó en los ingresos por la venta de petróleo al extranjero. Sin embargo, el sur y el sureste padecieron el más injusto abandono” López Obrador, Andrés Manuel (2021). A la mitad del camino. Planeta, México, p. 279.

[7] “Desde los inicios del proyecto de los CIP´s [Centros Integralmente Planeados], los destinos fueron contruidos a manera de “enclaves”, un patrón turístico que comenzaba a ser dominante en ciertas partes del mundo, y que se caracteriza por privilegiar a las grandes cadenas hoteleras y ETN del ramo, como las del transporte aéreo o las empresas <<tur operadoras>>” en Carbajal, D. E. (2022). Las soluciones espacio-temporales del capital en el turismo del México neoliberal. En J. M. Fabiola Jesavel Flores Nava, La crisis estructural del capitalismo contemporáneo: estudios de caso. México y Estados Unidos. México: UNAM. p.120

[8]  Ibid. p.123