LA IZQUIERDA MEXICANA Y EL EJÉRCITO

Fragmentos documentales

Asumir que la izquierda mexicana, en su largo trayecto, ha sido refractaria a pensar y actuar en el ejército es erróneo. Tener como a-priori que los contingentes de esta identidad política automáticamente rechazan a la institución castrense es una equivocación. El ejército es una institución característica del Estado moderno y como tal, debe ser pensando en relación con el tipo de sociedad en el que se encuentra, así como de sus contradicciones y conflictos. Por supuesto, esto supone también pensar el papel de dicha institución en una determinada sociedad, su trayecto histórico y sus características según momentos y situaciones concretas. 

El ejército mexicano, nacido del proceso revolucionario, atravesó diversas etapas. La izquierda mexicana, particularmente el Partido Comunista Mexicano, se esforzó por pensar a la institución y su lugar en un proyecto democrático y popular. Contra toda pereza intelectual, los comunistas realizaron críticas y señalaron rutas, reconociendo los elementos constitutivos y característicos de ese conglomerado social.

Hoy, frente al conformismo que apuesta a no pensar la dimensión castrense en su complejidad y a olvidar los episodios de tensión y propuesta de reforma al interno de dicho sector social, es pertinente volver la mirada atrás, no porque ahí se encuentre la solución para nuestro tiempo y sus dilemas, sino para aprender de cómo en otros momentos se enfocó el problema a partir de múltiples determinaciones y no exclusivamente desde una ideología inmediatista, purista y de mira corta. Para Memoria es muy importante retomar este y otros episodios, en donde las izquierdas han superado el conformismo intelectual y han problematizado el lugar del ejército en los procesos de cambio, asumiendo que esa institución es también un lugar de lucha y disputa política, que expresa los avances y retrocesos de las perspectivas democráticas del conjunto de la sociedad.


El Partido Comunista al Ejército Nacional[1] [1937]

El Comité Central del Partido Comunista de México desea enviar hoy, día del soldado, un saludo fraternal y cariñoso a los miembros del Ejército Nacional. 

Ante la amenaza de la reacción fachista y de la guerra en marcha, ante el peligro que se cierne sobre todos los pueblos del mundo, nosotros saludamos en el Ejército Nacional una de las fuerzas de progreso y de paz con que cuenta hoy la población trabajadora y oprimida de todos los países.

Nosotros consideramos al ejército como un sector importantísimo del pueblo mexicano. Y si la tarea esencial de la clase obrera consiste ahora en realizar la unión del pueblo para asegurar la victoria completa de la revolución mexicana, es evidentemente necesario la fraternización del proletariado con el ejército. 

Nuestro Partido saludó con alegraría las palabras del Presidente de la República, general Cárdenas, cuando declaró que el ejército no debe ser instrumento de opresión, sino auxiliar y defensor armado del pueblo.

El ejército mexicano tiene un origen popular y una tradición revolucionaria indiscutibles. 

Sus antepasados han sido los insurgentes de Hidalgo y Morelos, los chinacos de la Reforma, los hombres que derrotaron al soldado francés en Puebla, los adolescentes que se enfrentaron al invasor yanqui en 1857 y los cadetes de la Escuela Naval, muertos por el invasor de Veracruz en 1914, los guerreros improvisados de la revolución democrática que empezó en 1910 y que aún no concluye.

El ejército mexicano se formó en las luchas por la tierra y por la libertad, contra los intentos reaccionarios de hacer retroceder la revolución y de frustrar las aspiraciones revolucionarias de nuestro pueblo.

Sería falso colocar en un mismo plano al Ejército Nacional con instituciones armadas como la que volvió sus armas contra la República y la patria española, poniéndose al servicio y a las órdenes de los Estados Mayores alemán e italiano, para destruir la libertad y convertir a España en una colonia de las potencias fachistas.

El ejército mexicano, por su origen y su composición se parece más bien al Ejército de la República que surge de las milicias populares españolas.

Si el ejército republicano de España se formó en la lucha contra Franco y sus consejeros fachistas, italianos y alemanas, el Ejército Nacional de México se formó en la lucha contra los pretorianos de Díaz y Huerta, en la lucha contra la reacción mexicana que ha servido y sirve de instrumentos a los opresores imperialistas de nuestro país.

Y es un motivo de entusiasmo ardiente y de alegría revolucionaria para nosotros el hecho de que la defensa de Madrid y en la lucha por la derrota y la destrucción del fachismo en España hayan desempeñado y desempeñan un papel honroso los rifles y proyectos del Ejército Nacional mexicano.

En un momento en que la revolución y la contra-revolución reagrupan sus fuerzas en todo el mundo, nosotros los comunistas de México estamos orgullosos de pertenecer a un país que, al igual que la URSS, el país donde gobiernan los obreros y campesinos, no ha vacilado en poner toda su autoridad del lado de la democracia española que en este momento defiende la democracia y la libertad para todos los pueblos del mundo.

Y estamos igualmente orgulloso de que nuestro país, con su gobierno y sus fuerzas armadas, apoyándose en la clase obrera y los campesinos y en la opinión popular, realicen ahora como la URSS, una política internacional de paz y de defensa de la democracia y de la soberanía de los pueblos débiles.

En vísperas del 1 de mayo, el día de la fraternización internacional de los trabajadores, nosotros, los comunistas invitamos fraternalmente al sector armado de la población trabajadora de México a estrechar sus lazos de solidaridad y camaradería con la clase obrera, con los campesinos y con toda la población laboriosa y oprimida.

Los invitamos a fraternizar y a colaborar con las organizaciones obreras y campesinas y de constituirse en una de las fuerzas decisivas del movimiento de unión nacional para presentarse con éxito la lucha por la emancipación de nuestro pueblo, por la liberación nacional de nuestro país, para respaldar eficazmente la política del General Cárdenas que persigue la destrucción del latifundio y la distribución de la tierra entre los campesinos, la defensa de los intereses nacionales frente al capital extranjero, la lucha por el desarrollo de la economía nacional propia, independiente y el respeto a los derechos del proletariado.

Los invitamos a realizar el frente único y la unidad de acción con todo el pueblo, para asegurar la derrota definitiva de la reacción mexicana, para defendernos de cualquier posible ataque de enemigos exteriores ,y hacer posible a través de la integración de la próxima legislatura, y a través de la sucesión presidencial, la marcha cada vez más decidida de todo el régimen hacia una política consecuentemente revolucionaria que asegure la liberación nacional de nuestro país y ponga las bases de la emancipación económica y de la prosperidad del pueblo mexicano.

El Partido Comunista de México tiende hoy su mano fraternalmente a los soldados de la República.


Somos partidarios de un Ejército Patriótico Defensor Auténtico de la Soberanía Nacional. Declaración del PCM (fragmento)[2] [1976]

Del ejército patriótico de Felipe Ángeles se ha pasado a un ejército inspirado por el cosmopolitismo yanqui.

Un ejército que se revela como pro-imperialista, antidemocrático y represivo no es digno del pueblo de México: en su enemigo y los comunistas somos los primeros en denunciarlo.

Los comunistas no somos enemigos del ejército en general. Nos oponemos a un ejército proimperialista y antipatriótico, antipopular, represivo y antidemocrático.

Los comunistas deseamos que el ejército mexicano recupere las tradiciones patrióticas de los niños héroes de Chapultepec, de los heroicos chinacos de la reforma, de José Azueta y los cadetes de la Escuela Naval de Veracruz.

Los comunistas somos partidarios de un ejército patriótico, amante y defensor real de la soberanía nacional, formado en el ejemplo de los héroes nacionales. Un ejército patriótico que educado en un espíritu humanístico y por lo mismo amante de la amistad con todos los pueblos y especialmente con aquellos que como el nuestro pugnan por abrirle paso a los principios de progreso y colaboración entre todas las naciones.

Los comunistas sabemos que sólo una nueva revolución permitirá la creación de un ejército auténticamente popular, pero, al mismo tiempo, conocedores de la presencia de tendencias democráticas en el ejército mexicano y partidarios de que éstas se desarrollen y adquieran mayor influencia –a riesgo de provocar la sonrisa de algunos y la cólera de otros– llamamos a los soldados y oficiales a detener la represión: a contribuir a crear un clima de libertad y democracia y ¿por qué no? A votar, como ciudadanos que son, por el candidato de los comunistas a la presidencia de la república.

Derechos políticos para los militares. Acapulco, Guerrero,
26 de enero de 1976. Comité Central del PCM.[3]

En nuestra gira por el estado de Guerrero consideramos indispensable visitar esta ciudad de ustedes, aunque sólo fuera para testimoniar que nosotros, los militantes del Partido Socialista Unificado de México, no olvidamos, y no olvidaremos jamás, que fue Atoyac una de las victimas principales de la represión más brutal de la que se ha hecho objeto al pueblo mexicano, hace todavía muy pocos años. Pero también para dejar un testimonio de que nosotros mantendremos no sólo el recuerdo de las víctimas de este lugar que fueron muchas-, sino que trabajamos y trabajaremos cada vez más intensamente para que no se vuelvan a repetir periodos de arbitrariedades contra el pueblo como aquellos de los que ustedes fueron víctimas.

Quiero aprovechar la presencia de la esposa del compañero maestro Jacob Nájera para decir a todas las madres, esposas e hijos de las víctimas de la represión priísta de hace algunos años que estamos comprometidos a luchar para que jamás vuelvan a repetirse en nuestra patria agresiones como las que sufrió la población de Atoyac y gran parte del pueblo de Guerrero.

Éste fue uno de los lugares donde el ejército saqueaba y ocupaba hogares; sacaba por la violencia a hombres inermes y pacíficos, agredía a mujeres y niños. De aquí son muchos de los cerca de 600 desaparecidos, cuya lista está presente y seguirá manteniéndose hasta que el gobierno dé una respuesta sobre lo que pasó con estos ciudadanos pacíficos que fueron torturados, agraviados y muchos de ellos asesinados, sin que mediara combate y sin que mediara lucha o resistencia alguna por su parte.

Precisamente porque aquí el ejército dejó claro lo que es esta institución actualmente, yo quisiera hacer con ustedes unas breves reflexiones acerca de ella.

Me parece, y ustedes han podido comprobarlo por sí mismos, que es falsa y engañosa la teoría que habla de la neutralidad del ejército y de los cuerpos represivos en la lucha de clases. Jamás en ningún lugar el ejército y las policías han dejado de colocarse al lado de una o de otra parte de la sociedad. En los enfrentamientos que siempre existirán entre el poder y el pueblo las fuerzas armadas se colocan de uno o de otro, y por eso tenemos que comprender que las fuerzas armadas sirven en la actualidad en nuestro país para apuntalar el poder explotador que padecemos. Son instituciones llevadas a ejercer, en completa violación de la Constitución y de otras leyes y tradiciones, funciones de fuerzas policiacas. De organismo defensor de la soberanía nacional, que fue lo que se estableció por los constituyentes de Querétaro, el ejército se ha convertido en una fuerza para servir a la explotación y a la agresión, lo que constituye una desnaturalización de sus funciones claramente establecidas.

Pero esto no quiere decir que nosotros debamos ser neutrales ante el ejército. Esto sería un error que cometeríamos, porque sabemos que el ejército también está integrado por hombres del pueblo, por hombres que también sufren la opresión y la explotación, y a veces la sufren de manera más aguda por el tipo de disciplina que en muchas ocasiones se les impone; y como parte de este pueblo nosotros también defenderemos sus derechos. Consideramos que necesitan democracia, que necesitan mejores salarios, que necesitan una legislación que les permita defender sus propios derechos y sus propios intereses. No vamos a adoptar la posición de confundir a los soldados con quienes dirigen esta institución represiva. No vamos a dejar de llevar también a ellos la palabra liberadora que estamos llevando a todo el pueblo de México. También en el ejército debe impactarse un régimen democrático similar al que aspiramos para el resto de la sociedad y de los ciudadanos.

Y al hablar de democracia quiero mencionar que a veces se nos responde que la democracia no da de comer; y eso es verdad. Pero es una verdad a medias, y las verdades a medias son mentiras enmascaradas; porque a la conquista de un mejor nivel de vida, a la conquista de mejores salarios, de mejores condiciones para el trabajo de los campesinos, necesitamos abrirles paso con el ejercicio de nuestros propios derechos.

Por eso, para vivir mejor, también se necesita combatir para disponer de libertades, para que cada uno de nosotros sea capaz de exponer libre y abiertamente su pensamiento, de organizarse para ejercer sus reivindicaciones y para combatir a todo tipo de explotadores.

En relación con el problema de los derechos democráticos yo quisiera decir que también las fuerzas armadas requieren con gran urgencia una lucha por el ejercicio de una serie de derechos que de manera arbitraria le niegan al ejército mexicano. Y hablo del ejército porque esta institución se va a mantener. Claro que nosotros sabemos que cuando en nuestro país se produzca un cambio fundamental, cuando eliminemos el poder priísta, causante de todas las arbitrariedades e injusticias que padecemos, no va a ser necesario mantener un ejército, porque entonces procederemos a armar a todo el pueblo; porque sólo un pueblo armado es capaz de defender sus auténticas conquistas económicas y políticas. Pero mientras no llegue ese momento tenemos también que trabajar para hacer que el ejército pueda irse incorporando a la lucha por los derechos políticos de los mexicanos.

Por eso creo que no hay lugar más adecuado que Atoyac para plantear que nosotros le damos una importancia a que los militares dispongan de los mismos derechos políticos que todos los ciudadanos. Es decir, que dispongan del derecho de afiliarse a cualquier partido político. No tienen los militares por qué ser ciudadanos de excepción, y el hecho de que lo sean solamente expresa la arbitrariedad generalizada; porque la gran mayoría de los mexicanos carecemos de auténticos derechos para afiliarnos a cualquier partido político, para votar por el partido político de nuestra elección, para organizarnos con independencia del PRI y del gobierno. Pero lo que quiero decir ahora es que estos derechos deben ser incorporados también a los militares.

Ahora, aunque no existe ninguna ley ni tampoco se expresa en la Constitución, los militares, en la práctica, sólo pueden pertenecer al PRI. A todo aquel que se acerca a otros partidos, sobre todo si se trata de partidos revolucionarios e independientes como lo nuestro, le cae de manera inmediata una serie de cargas, de represalias, de violaciones a sus derechos, que a veces lo conduce hasta la expulsión del ejército o al encarcelamiento mediante cargos falsos; y hemos tenido ocasión de comprobar esto que estoy diciendo.

El PRI no tiene por qué mantener el monopolio de la militancia política de los militares, sean estos soldados, oficiales o jefes. Además, tenemos que asegurar que en los cuarteles también exista la posibilidad de que circule la propaganda política de todos los partidos, porque ahora sólo se permite la que procede del PRI; y en los cuarteles debe haber la posibilidad de que los soldados discutan como ciudadanos sus problemas. Debe abrirse la posibilidad de que los soldados asistan a reuniones políticas, asistan a mítines, y lo hagan con uniforme o sin uniforme, porque son también ciudadanos. El hecho de estar temporalmente en el ejército no les puede quitar esta posibilidad y esta responsabilidad ciudadanas.

Nada de lo que estoy diciendo quebranta la verdadera disciplina de un ejército que debe ser democrático, porque jamás el respeto a los derechos individuales puede obstruir la disciplina de una institución que ponga fines claramente establecidos, y los del ejército no pueden ni deben ir más allá de la defensa de la soberanía y la independencia de nuestra patria. México necesita también estar preparado para agresiones, para presiones y chantajes que se van a ejercer contra él, sobre todo a partir de que crezcan las fuerzas del cambio revolucionario socialistas que nosotros estamos interesados en despertar, en organizar y en contribuir a su desarrollo.

Sé que a ustedes les preocupan mucho otros problemas de la vida diaria, pero me parece que el problema de la necesidad de vivir con tranquilidad, la necesidad de que sus familias no estén con la inquietud de lo que pasará frente a la presencia del ejército, que todavía se mantiene por estos rumbos de manera ilegal, y de tratar de crear condiciones de seguridad para la vida de cada uno es algo que forma parte asimismo de los deberes de un partido revolucionario. Estas condiciones de seguridad no existen, y no van a existir, mientras haya un ejército destinado, y que tratan de educarlo así, a la hostilidad, a la represión de las reivindicaciones del pueblo mexicano. Por esto, compañeros, he querido detenerme en este aspecto de la política del Partido Socialista Unificado de México.

Vamos a tener ocasión de encontrarnos muchas otras veces en el curso de esta campaña electoral, y después de la campaña electoral, porque no somos un partido de elecciones, no somos partido de ocasión. Existimos hace muchas decenas de años. Hemos sabido resistir las presiones que han estallado contra nosotros, hemos sabido resistir las presiones que han estallado contra nosotros; hemos sabido mantener una organización, a veces pequeña, en muchos puntos de nuestro país, que no se va a doblegar, que va a resistir la arbitrariedad policiaca y gubernamental, y que al final podrá triunfar junto con el triunfo del pueblo mexicano.


[1] El Machete No. 475, mayo de 1937.

[2] Oposición No. 123, 7 de febrero de 1976.

[3] Discurso en el mitin de Atoyac de .lvarez, Guerrero, 11 de diciembre de 1981.