LA CUARTA TRANSFORMACIÓN FRENTE AL CAPITAL FINANCIERO: DEL NEOLIBERALISMO A LA DESCONEXIÓN

I. La desconexión

Recientemente llegó a mis manos un libro excepcional del economista egipcio Samir Amín que vale la pena retomar, La desconexión (1988), en el que postula que el capitalismo, en su transición histórica, crea bases en las que se puede generar un “método de reconstrucción del mundo sobre la base de un policentrismo verdadero” (p.5). Si bien, actualmente vivimos bajo la unipolaridad del modo de producción capitalista, los países, mediante la lucha social, es decir, con energía democrática organizada, pueden “separarse” de la tendencia hegemónica y optar por la visión de construcción de un mundo multipolar. La desconexión describe el proceso de la transición histórica post-capitalista, en una serie de acciones progresivas y críticas al mercado mundial, no en el sentido del retorno a la autarquía, sino el de la necesaria “subordinación de las relaciones exteriores de la sociedad nacional popular a los imperativos de las complejas etapas de su desarrollo interno” (p.5). Es decir, la estrategia demanda establecer un orden de prelación explícito en la que las necesidades evolutivas de un país rigen por encima de las políticas del capital trasnacional. La desconexión implica, por tanto, la toma de conciencia de la necesaria planificación de la actividad económica para el desarrollo propio, en reconocimiento de la propia complejidad social histórica, por encima de la simple y abstracta lógica financiera de cercamiento[1] que impone la acumulación incesante del capital.  

La relación esencial del actual modo de producción es el dominio financiero que Estados Unidos ejerce a través del patrón monetario internacional basado en el dólar. El orden monetario no es un canal secundario o un velo como dicen los neoclásicos, sino la vía esencial de subordinación.

Este dominio exige, para efectos de su análisis, poner atención en la arquitectura financiera internacional que da vida a las relaciones económicas en el mercado mundial. El neoliberalismo exige que los países se conecten al control del dólar como moneda mundial, anulando cualquier acción estatal que imponga necesidades y ritmos diferentes a las de la política hegemónica. Para ello se necesita que la política económica se encuentre adecuada a las necesidades de acumulación de los oligopolios globales, en detrimento de la planificación económica nacional popular. La desconexión, así, significa abandonar el principio ideológico del mercado y cambiar la polaridad hacia objetivos de planificación social para los países. Esto representa la génesis de la noción de multipolaridad.

La Cuarta Transformación, desde esta óptica, puede ser postulada como un proceso de desconexión respecto al imperio del dólar, que impulsa la transición hacia una racionalidad de planificación colectiva, un reconocimiento de las necesidades históricas propias y la construcción de una estrategia para materializar un metabolismo económico de la vida social por encima de la acumulación incesante del capital financiero.

II. El neoliberalismo como proceso de titularización

El fenómeno financiero es, muy probablemente, aquél que su manifestación se encuentra lo más alejada del sentido común, toda vez que sus reglas de operación y su producción simbólica apuntan a una versión opuesta a lo que vivimos como sujetos en nuestra actividad cotidiana en la circulación capitalista; es decir, en nuestra experiencia de mercado los fenómenos económicos dominan a los mercantiles y productivos, pero los relacionados con el dinero tienen todavía un mayor grado de ocultamiento de su naturaleza y tendencias de desarrollo. La vorágine de apuestas y de estrategias para ganar instantáneamente se desarrolla mediante circuitos financieros especializados. Este fenómeno se refleja cuando, por ejemplo, unas semanas antes de la pandemia el precio del barril del petróleo se encontraba en terreno negativo o cuando los rendimientos a corto plazo se vuelven mayores que los de largo plazo, no se diga cuando en plena crisis mundial los bancos no dejan de elevar sus ganancias. 

El capital dinerario representa, de acuerdo con Marx, el máximo fetiche o forma irracional más desarrollada: dinero que alumbra dinero, la pulsión del capitalismo es saltar por encima de su propia dinámica inter-metamorfosis para alcanzar su reproducción amplificada; aunque en sus inicios se asumía que toda venta y compra estuviese mediada por una mercancía, durante el dominio del capital financiero el objetivo es romper con dicho puente: busca eliminar al intermediario para alcanzar una mayor velocidad en la valorización. A esta pretendida automatización de la especulación, que niega cualquier rastro de contenido social, la denominamos financiarización de la economía.

Este fenómeno global no se refiere únicamente a la forma administrativa de los canales de las instituciones financieras sino cómo refuncionalizan o subsumen a las otras dos expresiones del capital social global: el capital productivo y el capital mercantil. Así, por ejemplo, el TLCAN, si bien significó la caída de barreras para el tráfico comercial, en un sentido estructural fue la punta de lanza para establecer el dominio libre del tránsito de las mercancías, sino también de los capitales para alimentar la especulación financiera en Wall Street en nuevos tramos de subyacentes para el empaquetamiento en títulos financieros. Se generó una arquitectura que permitió convertir los títulos de propiedad en instrucciones para la especulación: la regla de especulación financiera es habilitar la magnitud representada frente a la magnitud real, para poder ampliar la circulación mediante representaciones de propiedad fragmentaria, es decir, mediante las acciones bursátiles, y en especial mediante una de sus formas más evolucionadas, los protagonistas de la crisis subprime del 2008: los derivados.

Esto impulsó la necesidad de acelerar el proceso de valorización y comenzar una búsqueda global de “activos” como materias primas, salud, educación, tecnología, entre otros sectores, que puedan convertirse en una promesa futura de valor cristalizada en un documento. Es decir, la apertura neoliberal significa poner a disposición la riqueza nacional para el proceso de titularización en la bolsa de valores. Este proceso, por supuesto, por más que se vista con la sofisticación técnica del entramado operacional, no deja de ser un mecanismo de lucha y combate por el excedente. Incluso personajes como Max Weber (2013) hablan de este instrumento de especulación en este sentido:

Una Bolsa fuerte no puede ser precisamente un club para la «cultura ética», y los capitales de los grandes bancos son tan poco «instituciones benéficas» como puedan serlo los fusiles y cañones. Para una política económica que aspire a alcanzar fines en esta dirección, aquéllos sólo pueden ser una cosa: instrumentos de poder en la lucha económica. (p.109)

Así, el neoliberalismo puede ser conceptualizado como la conexión forzada con la opción especulativa del capital financiero, en su intento por materializar el máximo nivel de irracionalidad del fetiche capitalista: dinero que genere espontáneamente dinero. Este proceso, además de su violencia intrínseca, es acompañado por la coerción de la fuerza militar activa, puesto que toda vez que la especulación atenta sensiblemente contra la riqueza colectiva, sus consecuencias implican, por principio dialéctico, resistencias. Esto genera, como actualmente presenciamos con la política de la OTAN, el intercalado de acciones militares para inducir reacomodos geopolíticos que aseguren la conexión neoliberal.[2]

III. La Geopolítica contemporánea de la debacle del dólar

El mercado mundial es aquella red codificada bajo el signo de la propiedad, es decir, para efectos de convertirse en un activo susceptible de especulación debe estar jurídicamente codificado (Pistor, 2020) bajo un título reconocido a escala global. Esto implica que, para efectos de la acumulación, se necesita contar con un campo global de leyes sometido a la lógica capitalista.  Esta es la base de materialización de lo que llamamos una república constituida como un ordenamiento constitucional que asegura el flujo de la codificación.

Pero no ocurre en lo abstracto sino en lo concreto: ¿acaso no existe el dominio de bloques de países sobre de otros países? Si bien el proceso de explotación del trabajo es universal, la geopolítica determina la estrategia de desarrollo histórico mediante la lucha entre comunidades humanas para efectos de imponer el dominio unilateral. En este nivel de análisis se sitúa el concepto clásico de imperialismo, término que no significa una consiga o adjetivo emocional frente al infame proceso de explotación, sino la descripción de la estructura económica global en que un país, llamado comúnmente hegemónico, ejerce su dominio mediante diferentes potencias, en el caso norteamericano se centran en la bolsa de valores y la fuerza militar. La legislación local en Manhattan afecta al mundo entero.

Por ello este tema es crucial para valorar el terreno que se pisa en el momento geopolítico: no es lo mismo establecer una alianza con un país u otro, la diferencia dependerá del bloque económico global al que pertenezcan como área de influencia. La colocación geológica es determinante para comprender los fenómenos económicos globales. Por ejemplo, el nearshoring, que ha comenzado a sonar, es un fenómeno que corresponde al movimiento del valor no en tanto proceso abstracto de valorización, sino como proceso concreto de relocalización de las fuerzas productivas desplegadas a escala planetaria. Este fenómeno está fijado no solo bajo principios de optimización de costos por transporte, sino bajo principios estratégicos de lucha económica.

El llamado proceso de reindustrialización se encuentra dominado por la lógica financiera frente al combate entre bloques económicos. Estados Unidos comenzó la historia de su dominio concreto posterior a la Segunda Guerra Mundial: el desgaste de Europa fue tal que los flujos de valor corrieron a refugiarse en la emergente potencia, estableciendo relaciones de subordinación debido al perdón de la deuda (Piketty, 2021). Como gerente global del valor atesorado —una de las tres funciones del dinero—, se permitió desarrollar su potencia de crédito; por ello el dominio del capital financiero se hace presente en la medida que se fortaleció y consolidó la unilateralidad estadounidense.

El objetivo de todo imperialismo es ejercer el control absoluto de su área de influencia. No es hasta 1989, con la caída del Muro de Berlín, que Estados Unidos se consolida como potencia unilateral. Este “magnánimo” triunfo —mismo que fue utilizado por los poderes mediáticos para dar un decisivo impulso a la ideología de mercado—, apenas logrado, comenzó un proceso de acelerada descomposición. La década de los noventa es conocida por la alta inestabilidad que llevó a crisis financieras simultáneas en el planeta. El país del norte comenzó, entonces, la preparación para establecer su dominio a través de la administración de la arquitectura financiera mediante el Fondo Monetario Internacional (Martín-Aceña, 2019). La crisis misma no sería una situación de emergencia o accidente, sino la propia forma de administración del proceso de extracción financiera global. El éxito mismo se convirtió en el comienzo acelerado de su disolución.

Prueba de esto son los resultados de las crisis capitalistas: lejos de concebirse como accidentes externos, son expresión del propio resultado de la acumulación de ganancias por parte de los oligopolios constituidos; cuando el nivel promedio de ganancia se eleva (con su pulsión explosiva) induce al proceso violento de concentración y centralización. Así la crisis termina elevando las ganancias oligopólicas. La ejemplificación más nítida de este principio en los últimos tiempos, especialmente durante la pandemia, fue la explosiva concentración de la distribución del valor en manos de la industria farmacéutica y la tecnología, ramas productivas que acrecentaron sus ganancias sobre la base del sufrimiento de la población mundial.

IV. El Capital Ficticio: el fetiche del futuro.

Una vez establecido el dominio financiero de Wall Street en los noventa del siglo XX, la Reserva Federal (el banco central global) comenzó a explorar las capacidades del sistema de crédito como instrumento de control mediante la titularización. La especulación financiera aprovecha la tecnología existente, como la informática, para homogeneizar el horario o tiempo en el que los mercados se encuentran abiertos. Pero, sobre todo, para poder administrar una cantidad de transacciones en constante expansión y cada vez a mayor velocidad. Este fenómeno representa el principio marxista de la circulación en tanto proceso que tiende a eliminar las trabas temporales para completar el ciclo de valorización de forma casi instantánea.

Aquí es donde entra el papel del capital ficticio como un ente que representa tramos temporales de valorización. Esta es la base material de lo que conocemos como derivado financiero. No obstante, la particularidad de este fenómeno es que, si bien logra representar, lo hace sobre activos o subyacentes inexistentes en el momento en el que la titularización entra al mercado. Por tanto, los tramos de valorización futura sólo existen en registros contables, esto es lo que constituye el capital ficticio.

Es por ello por lo que los futuros, forma específica de los derivados financieros, son claros representantes del capital ficticio puesto que su cotización depende de la previsión de su valor en el futuro. La elasticidad producida por este desdoblamiento temporal del futuro y presente genera la existencia simbólica de mucho más valor del que realmente es producido en la economía.  De hecho, la teoría tradicional de la crisis apunta —me parece que adecuadamente— a que las crisis financieras son fenómenos del estilo del acomodo de placas tectónicas: la desvalorización que produce una corrida financiera representa, en realidad, el reacomodo material de la elasticidad existente entre el valor y su representación. La ley del valor se presenta como una ley material existente: no puede existir una autonomización de la titularización con respecto al valor realmente producido.

No olvidemos que el proceso de concentración y centralización se encuentra sometido a la tendencia a la baja de la tasa de ganancia: la valorización capitalista es una desvalorización del proceso productivo global, por ello es por lo que la violencia del capital ficticio es singular, ya que comienza por desvalorizar el tiempo futuromismo. En suma, el capital ficticio es el terreno material en el que descansa la lógica de especulación. La planificación privada parte de este principio para tomar ventaja de la riqueza colectiva y aumentar la cotización de los títulos de forma acelerada, rompiendo barreras espaciales y temporales.

V. La entrada de México al dominio financiero

La crisis de 1994 representa un hito en la historia económica de nuestro país. Después del combate contra las petroleras extranjeras a principios del siglo XX, proceso que llevó al país a establecer el dominio sobre el petróleo, se gestó un último intento de mantener la autonomía frente al nacimiento del poder financiero estadounidense; la liberalización de la economía mexicana significó el abaratamiento o remate de la riqueza nacional para convertirse en zonas de dominio para el capital trasnacional. Esto llevó a una crisis financiera en la que se expresó el alto precio que la sociedad tuvo que pagar para integrarse en el canal imperial del capital financiero. El impacto se cristalizó en una pérdida de activos para la planificación, un endeudamiento galopante y un sector financiero totalmente entregado a los intereses privados. 

La opción neoliberal necesita, por tanto, establecer el dominio jurídico sobre la propiedad social, por lo que comienza un proceso de privatizaciones con el fin de hacer prevalecer el dominio de la propiedad privada capitalista. Los símbolos esenciales de este proceso fueron la privatización bancaria y el proceso de autonomía del Banco de México. Esto significó que el gobierno ya no pudiera ordenar la liberación de crédito para financiar el desarrollo, reduciendo las decisiones de política monetaria a un estatus totalmente subordinado al poder financiero. El Banco Central se volvió autónomo con el fin de sujetarse a los principios de la arquitectura financiera global dominada por los Estados Unidos.

El resultado de este proceso significó la privatización del crédito social; los bancos comerciales lograron establecer un modelo de negocios de cobro de comisiones a todo movimiento (disminución dramática de costos, el reverso de la ganancia), la banca privada se constituyó como un oligopolio que puede imponer los márgenes de beneficios tanto como se le permita.

La devaluación sistemática de la moneda es otra forma de analizar la expresión de la entrada en el dominio financiero. Esto explica el advenimiento de la corrupción sistémica en tanto se hizo necesario el lobby en el poder legislativo, ejecutivo y judicial para permitir la adecuación del modelo de leyes para el beneficio de privados en detrimento del poder social representado por el Estado. Estos fueron los mecanismos de la conexión violenta de México al imperio del dólar.

VI. La austeridad como impulso al gasto productivo y el combate a la corrupción sistémica

El primer sexenio de la Cuarta Transformación ha dejado en claro los términos del conflicto. El neoliberalismo dejó las arcas públicas saqueadas y con una estructura administrativa hecha para permitir la legalización de la acción privada, constituyendo oligopolios. Los jugosos negocios mediados por las privatizaciones necesitaron de una contraparte en el gobierno, misma que se vio beneficiada por una sistemática venta del voto legislativo o de la acción ejecutiva para beneficio presente y futuro del capital privado (las llamadas puertas giratorias). La austeridad significó el proceso de detección y reducción del gasto corriente del Estado mexicano.

La regla de oro es muy sencilla: a menores gastos corrientes, mayores gastos productivos. Esto fue demostrado por la cantidad de proyectos que comenzaron en este sexenio sin deuda adicional, gracias a las medidas de austeridad. Además, se ha comenzado a recuperar algo esencial: la noción clara de que el proceso de desconexión necesita recuperar la banca pública para que el crédito fluya; se trata de pasar de la banca rentística, a la banca pública para el desarrollo social.

La venta de Citibanamex puso sobre la mesa la necesidad de que el país cuente con una banca pública que debe llevar, eventualmente, al proceso de disolución del oligopolio bancario. En la medida que se diversifiquen las fuentes de crédito bajo diferentes lógicas, habrá un aprovechamiento social de las nuevas condiciones materiales de la economía, producidas por el proyecto de obra pública que se ha llevado a cabo. El Banco del Bienestar representa el comienzo de la recuperación del crédito, ahora en su primera fase como fuerza dispersora de los programas sociales, pero con la perspectiva de que pueda robustecer sus funciones para reconstruir la banca pública.

Desde una perspectiva teórica, es necesario recordar que el crédito no trata de una magnitud de riqueza que se presta a quien no la tiene (visión ortodoxa) sino una función social, una fuerza que permite crear nuevos procesos económicos multiplicadores. El acceso al crédito es, por tanto, esencial para poder impulsar un programa de reindustrialización para fines de desconexión. Lo que se juega con la recuperación de la banca pública es la potenciación del crédito en beneficio del sector social y nuevos sectores económicos que no resisten la carga de interés de la banca especuladora privada.

La corrupción sistémica se constituye en un vector claro: no se trata solo de desvíos o actos menores sino el mantenimiento (consciente o inconsciente) de la arquitectura que permite el dominio financiero. Un gran ejemplo de corrupción sistémica es el modelo de gestión de reservas internacionales que desarrolló el neoliberalismo; se convirtieron en una garantía para poder operar un gran mercado de carry trade o negocio de monedas, especulando frente al movimiento de las tasas de cambio. Es decir, un acto de especulación ficticia que captura el valor que pudo haber sido dirigido hacia la producción social.

Esta discusión apunta a un hecho antineoliberal claro: se debe proteger el sistema de propiedad con el objetivo de que planifique su desconexión, y no solo la administración abstracta de la maquinaria del mercado global en sus términos capitalistas. Así, la inversión pública en procesos productivos como la energía y las comunicaciones son esenciales para restablecer un equilibrio del sistema de propiedad con respecto a la fuerza de los capitalistas privados.

VII. La potencia que frena la creación de un modelo financiero nuevo

La pandemia significó una desaceleración importante del proceso global social: mientras la población mundial enfrentaba la muerte a diario, la acumulación financiera seguía su curso. Y si bien la guerra en Ucrania trajo, además, una tormenta inflacionaria generalizada —que llevó a múltiples oligopolios a aumentar sus precios para contener la caída de sus ganancias—, la Reserva Federal tuvo que entrar en un periodo de tasas de interés altas con lo que se asegura, eventualmente, el proceso de concentración cuando las empresas que no soportan las nuevas condiciones son absorbidas por unidades económicas más grandes.

La guerra en Ucrania no es un asunto local sino el símbolo del conflicto geopolítico representado por el bloque norteamericano y sus satélites, especialmente Europa occidental, frente al grupo denominado BRICS. Se trata de dos modelos cualitativamente diferentes en cuanto a sus estrategias de gestión del mercado. Mientras que occidente utiliza el préstamo para que el endeudamiento garantice políticas de privatización, el modelo financiero oriental se basa en un esquema de crédito sin condicionamientos.

El reto de México es importante: se trata de multiplicar las opciones de crédito para el metabolismo económico del mercado interno. Recordemos que las obras de este sexenio alcanzarán su maduración de funcionamiento hasta el próximo periodo presidencial y subsecuentes. Hemos señalado también la importancia de recuperar la banca pública (un nuevo prototipo en comparación con el de la banca de desarrollo del siglo XX). Es necesario eliminar intermediarios financieros para la ejecución del presupuesto federal, tanto en su tramo de egreso como de ingreso.

Pero, quizá, lo fundamental es poner a discusión el esquema de autonomía del Banco de México, toda vez que es necesario que los países, en la búsqueda de su nuevo modelo económico, dispongan de soberanía para definir la política monetaria propia. Se trata de superar la noción purista de autonomía ya que en realidad significa una sujeción disciplinada al sistema de la Reserva Federal.

También es necesario indagar en el esquema de monedas para desarrollar la capacidad de generar zonas económicas donde puedan convivir sistemas monetarios regionales cooperativos que apuntalen metabolismos esenciales de economía para la reproducción de la vida social. Para ello será necesario llevar a cabo una revolución epistemológica en la ciencia económica que abandone los principios encarnados del libre mercado, y entender que la complejidad reside en mercados intervenidos por oligopolios. No puede haber banca rica con pueblo pobre.

La propiedad social representa una gestión planificadora activa, no como ente pasivo que aplica ciegamente los principios del libre mercado. Y entre esta reestructura se encuentra, precisamente, la necesidad de reorientar la nueva riqueza producida (y por producir) para que se rija por principios colectivos para la satisfacción de las necesidades sociales, y no bajo la conversión de riqueza material en capital ficticio. En la medida que se clarifique la complejidad de este dominio podremos establecer las palancas materiales que multipliquen la capacidad de fundamentar el proceso de desconexión al que hemos apuntado en este artículo. La caída del Berlín Wall representó la entrada al mundo unipolar de la financiarización, su superación habrá de partir del derrumbe de otro muro: Wall Street


Referencias

Amín, Samir (1988), La desconexión, IEAPALA editorial, Buenos Aires, Argentina.

Weber, Max (2013), La Bolsa: Introducción al sistema bursátil, Editorial Planeta, Barcelona, España.

Pistor, Katharina (2020), El código del capital: cómo la ley crea riqueza y desigualdad, Capitán Swing, Madrid, España.

Martín-Aceña, Pablo (2019), Historia del Fondo Monetario Internacional, Catarata, Madrid. Piketty, Thomas (2021), Una breve historia de la igualdad, Ariel, Barcelona, España.  


[1] El cercamiento fue una de las actividades con las que se llevó a cabo la acumulación originaria, en la que la riqueza colectiva es expropiada mediante la violencia a las comunidades no-capitalistas. No olvidemos que para Marx el proceso capitalista es un proceso de destrucción de la propiedad comunitaria. 

[2] Piense el lector en el reciente ataque al nordstream 2 en el que se presume que Estados Unidos decidió bombardear el oleoducto para forzar a Europa a volcar su mercado energético lejos de Rusia.