ACCIÓN Y PENSAMIENTO. LOS DIARIOS DEL GENERAL LÁZARO CÁRDENAS

Con la Revolución mexicana corrió mucha tinta autobiográfica. Cada personaje con cierto relieve en el horizonte de aquel movimiento armado, se esforzó por dejar una estela de recuerdos, un registro de percepciones, presunciones y contribuciones, para que el tiempo no los borrara, y que ellos, como protagonistas, pudieran persistir en la memoria de la vida pública. Fue sin duda, un momento único de la literatura en México. Hubo de textos a textos. Unos más ambiciosos que otros; unos más sistemáticos que otros. En el caso de los apuntes del general y ex-presidente Lázaro Cárdenas del Río llaman la atención varios elementos[1]

Desconozco por completo la afición o interés personal del general Cárdenas en dejar por escrito sus andares (¿desde qué cuándo lo hizo, o cómo lo empezó a considerar?), pero es clara su disciplina u obsesión por escribir todos los días: que no pasara paraje sin mínimo puntualizar su presencia allí. Eso es lo primero que es posible ver en estos apuntes autobiográficos, que más bien asemejan un diario de campo: la continua movilidad del general. Casi todos los días estaba en un pueblo diferente al que estuvo una noche anterior. Caminar el territorio como una costumbre; como una forma de ser y hacer gobierno popular. 

En los apuntes del general se asoman pensamientos más profundos sobre la Revolución, tratando de defenderla contra quienes la denostan por sus resultados o por la corrupción que la corroía. Por ejemplo, en algún momento el expresidente apuntó: “Si a la Revolución se le hace el cargo de que muchos de sus hombres lucran con los puestos públicos, la Revolución misma acabará con ellos, en sus propias personas o en la de sus hijos, si estos heredan las lacras de sus padres”.  

Pero las observaciones del general Cárdenas se extienden a un amplio repertorio de temas. En sus apuntes aborda la identidad de la izquierda, la prensa, la universidad y los universitarios, la Iglesia católica, la propaganda anticomunista. Todas son muy útiles para el historiador o el lector actual, pero sobre todo los son para el joven que asume la política como acción transformadora. En estos apuntes hay lecciones valiosas para él.

A continuación, dejamos al lector nuestras anotaciones a los diarios del general Cárdenas, divididas según la temática. Cabe señalar que una versión de estas anotaciones se publicó en varios artículos para el medio digital El Soberano, entre los años 2022 y 2023. Por otra parte, la mayoría de los apuntes del general que citamos los extraemos de la edición: Lázaro Cárdenas, Obras: I – Apuntes 1941-1956, tomo II, México, UNAM, 1973.  

La Iglesia católica

En sus diarios el general Lázaro Cárdenas no se revela como el personaje conciliador con la Iglesia católica que los historiadores conservadores han tratado de delinear, para desvincularlo de otros presidentes anticlericales, como Álvaro Obregón o el mismo Plutarco Elías Calles. La realidad es que en sus apuntes hay continuos posicionamientos en torno al rol de la Iglesia católica en la vida pública. La mayoría son en un tono negativo o como una respuesta a alguna noticia o acontecimiento ligado al sistema educativo. 

En la entrada del 1 de enero de 1942, en plena guerra mundial, el General apuntó: “El estudio y la cultura elevan la moral de los pueblos. Hagamos de cada cantina una escuela y de cada iglesia una universidad”. En otro momento (13 de abril de 1949), como observación a un artículo que comentaba la expansión la Iglesia católica en E.U.A., critica al gobierno de este país por su actitud “visiblemente parcial” ante esta situación: “Ya hemos visto […] en otros países en que las masas armadas, en su mayoría católicas, penetraron a las iglesias gritando: ‘ya no queremos resignación y gloria, queremos vivir mejor en este mundo y en el otro’”. En otro momento (28 de junio de 1946), se apresuraba a desmentir un artículo que afirmaba su matrimonio de tipo religioso con Amalia Solórzano: “No profeso religión alguna y mi matrimonio con Amalia fue únicamente civil. A la edad de dieciocho años ya discutía sobre las contradicciones de la religión católica y la conducta del clero”.             

No es novedad aludir al anticlericalismo del general Cárdenas, que se dejó ver de manera diáfana con el proyecto educativo de su sexenio, que aspiraba a seguir construyendo aquel Estado laico que cimentaron los liberales del siglo XIX. Como otros muchos revolucionarios, el general se formó combatiendo las entrañas más conservadoras de la iglesia católica. Sin embargo, su lucha en esta ruta no era un encono simplemente personal, sino estrictamente político. Esto porque, como estadista, su interés era propiciar la liberación al pueblo de la pobreza y de la ignorancia, no enfrascarse en batallas mediáticas, desgastantes, infructuosas. Así lo revela su relación con el sacerdote Manuel Herrera Murgía, a quien se refiere en sus diarios como “elemento liberal, amigo de los campesinos y de un gran espíritu progresista”. Este, a su vez, en una carta fechada en 1968 (que se puede consultar aquí) retrata al General en estos términos: 

Sudoroso y haciéndonos sudar a todos, a pie y como podía, lo vi recorrer los pueblos, los ejidos, las comunidades, algunas insignificantes, siempre angustiado por la falta de escuelas y construyendo muchas y proyectando otras, sin descuidar detalles; bombardeando materialmente a sus colaboradores con preguntas, algunas veces técnicas otras de rutina, pero todas interesantes, reflejando en sus palabras y en su semblante la inquietud torturante de dar al pueblo lo que todos, aun lo [que] la misma naturaleza les ha negado. Si eso no es un apostolado, y de los buenos, no sé cómo podemos llamarlo.

Dejo al inteligente lector reconocer la lección de estos datos en los diarios del general

La prensa

En sus diarios, el general Cárdenas comenta constantemente las noticias aparecidas en la prensa. Pero no siempre son simples referencias circunstanciales. En algunas ocasiones verte en su cuaderno reflexiones y juicios sobre el papel de la prensa en la vida pública. Todos ellos pertinentes y muy actuales. Veamos algunos ejemplos. 

            El 15 de diciembre de 1950, al comentar algunos artículos aparecidos en el periódico Excélsior que abordaban un supuesto complot comunista, el general escribe en sus apuntes: “Siempre habrá oportunistas que hagan de su pluma una mercancía y degenerados que la paguen bien”. En otro momento, el 7 de noviembre de 1952, el general realiza un apunte sobre algunas declaraciones que había dado a la prensa: “Respondí las preguntas que hicieron los reporteros que acompañan al C. presidente de la República [Miguel Alemán], pero que modificaron como quisieron. Seguramente necesitaron hacerlo así para satisfacer intereses políticos. Conducta poco digna.” 

En otro momento, hacia el mes de marzo de 1961, de manera más incisiva y amplia, el General escribió: “La libre expresión de las ideas fue conquistada por el pueblo, pero hoy la prensa organizada al servicio de los intereses capitalistas quiere imponer su propia dictadura, cerrando sus columnas a la libre expresión de las ideas. Esta actitud tendrá que abatirse a través de la prensa que se considere responsable ante el pueblo”. 

La sinceridad y la agudeza con la que el general hablaba sobre los vicios de la prensa, nos regalan un retrato fidedigno sobre su pensar y la manera en que podía tomar algunas decisiones. Esto pudiera hacer pensar que al general le incomodaba sobremanera estas actitudes. Pero no es así, puesto que las veía como parte natural del trabajo político. En la misma nota del 15 de diciembre de 1950, remataba: “Los que hemos actuado en la vida política y social del país quedamos expuestos a ser ‘blanco’ de pasiones y desahogos que no deben extrañarnos”.

Pero no solamente esto, tales opiniones las consideraba como parte sustancial de una sana vida pública, revelando con ello la vocación totalmente democrática del general. El 3 de enero de 1952, después de preguntarse si dos articulistas tendrían razón o no de lanzarse contra su persona de forma tan beligerante, escribió: “Sea cual fuere la intención de sus artículos, le hace bien al país la crítica de todo aquello que esté fuera de las normas morales, en virtud de que la tolerancia ayuda a democratizar al país”.

La izquierda

Se piensa que es algo nuevo la crisis de identidad que genera en el pensamiento u organizaciones de “izquierda” la llegada al poder de un gobierno de la misma índole. La disputa por la identidad de qué o no es de izquierda, bajo los ímpetus de una revolución que ha ganado el Estado, ya tiene su propia historia. Es de sobra conocido, por ejemplo, la confrontación de Lenin con el partido comunista, ante las decisiones tomadas por el gobierno bolchevique. 

            Lo mismo sucedió en el sexenio del general Lázaro Cárdenas. El discurso, las formas y las decisiones de su gobierno llevaron a algunos antiguos revolucionarios de 1910 a poner en duda su identidad. Por ejemplo, en 1936 Luis Cabrera, quien se destacó dentro del maderismo legislativo, publicó un texto titulado “La Revolución de Entonces (y la de Ahora)”, en el que criticaba la transformación implementada por el general Cárdenas, contrastándola con los ideales de la revolución de dos décadas anteriores.  En esencia, Cabrera acusaba a Cárdenas de usurpar la palabra “Revolución” y de querer derogar la Constitución de 1917, para instalar en lugar de ello una “Dictadura del Proletariado”.

El general Cárdenas estaba bien enterado de estas críticas. El 31 de diciembre de 1952, escribió que los juicios de Luis Cabrera provenían quizá de su “mentalidad y preparación universitaria”, y remataba: “Hay que distinguir a los llamados revolucionarios que fueron alentados por la revolución política y social de los que han demostrado ser sólo revolucionarios burócratas”.  Unos meses antes (julio de 1952), el general planteaba algunas preguntas relacionadas con lo anterior: “¿Qué son las izquierdas? ¿Quién es ser de izquierda?”, y reiteraba su reflexión con más preguntas:

¿El que está contra Acción Nacional? ¿El que habla favorablemente de la Revolución? ¿Cuál Revolución? ¿El que alaba hoy la Reforma Agraria y canta loas a Zapata? ¿Esto es el izquierdismo?

Igualmente, se puede inferir la batalla por la identidad de la izquierda en los tiempos del general, dentro de la discusión en torno al anticomunismo propagado por el gobierno norteamericano. Para el nacido en Jiquilpan, es más que claro (como lo deja ver su apunte de 7 de julio de 1954), que esa campaña era sólo una maniobra para desprestigiar y golpear a gobiernos revolucionarios y soberanos, como el de Guatemala de aquel entonces. 

En su crítica a los revolucionarios burócratas, de origen universitario; a los que se limitan a cantar loas a Zapata; a los que se ablandaban con la campaña norteamericana que veía comunismo en todas partes; en ella ya estaba integrada un parte fundamental de la identidad nacional-popular que el general Cárdenas heredó a la izquierda mexicana.

La universidad y los universitarios

La relación del general Lázaro Cárdenas con la universidad y los universitarios no fue tersa. Aunque lo más exacto sería reconocer que estuvo atravesada por momentos controvertidos.  Esto se derivó en parte de su cultura revolucionaria. Francisco J. Múgica describía al general como un “auto-didacta”, que no conocía “ni teorías filosóficas ni sistemas de orden social con una amplitud universitaria”, pero que había sentido “el rigor del acaparamiento de la tierra y el desamparo de los trabajadores manuales” del país.  

El general Cárdenas explotó a su favor las implicaciones políticas de la observación de Múgica. Es decir, contaba con claridad suficiente sobre el comportamiento de la academia y la universidad, de su talento y potencialidad, pero también de sus límites y falta de pericia. Por ejemplo, como ya se acaba de comentar, en su momento el General señaló que los juicios negativos de Luis Cabrera sobre su gestión como presidente de México provenían de “su mentalidad y preparación universitaria”. 

En otra ocasión, en una carta fechada el 21 de enero de 1963, Cárdenas se lanzó sin piedad contra Salvador Azuela. Ante las críticas que éste y el expresidente Emilio Portes Gil hicieran al afirmar que el Movimiento de Liberación Nacional (que fundó Cárdenas) estaba inspirado en el comunismo internacional. El General respondió al hijo del novelista Mariano Azuela, en los siguientes términos: 

Lo oí hablar a usted en un discurso que dirigió hace más de 30 años en un aniversario del natalicio del gran insurgente D. José María Morelos y Pavón, y admiré su facilidad de palabra, pero acusando en la esencia de su oratoria que aún no entendía usted ni los sentimientos del gran patriota insurgente ni las causas de la Revolución, del régimen al que entonces servía usted, y es que en las aulas universitarias no estuvo a su alcance conocer y sentir los problemas del pueblo, y muy lejos estuvo usted en aquel discurso de entender por qué la lucha y por qué las víctimas de esa propia lucha.

Las duras palabras del general permiten confirmar que, en ciertos momentos muy específicos, veía en la cultura universitaria un obstáculo para las tareas de la revolución. Y es que, por otro lado, realmente estaba consciente de la función esencial de los universitarios para consumirlas, tal como lo había hecho cuando fue gobernador de Michoacán (1928-1932), donde contó con el apoyo decidido de los estudiantes y profesores de la Universidad de San Nicolás de Hidalgo.  Es por esto que en sus palabras dirigidas a los universitarios del país en 1935, ya como presidente de la República, insistió en buscar su apoyo:

Los funcionarios de la administración no tenemos prejuicios en contra de la alta cultura, por lo contrario, es nuestro deber que todos sus representativos sumen sus esfuerzos a los nuestros para hacer efectivo el programa de mejoramiento económico y el propósito de acabar con las supersticiones que afectan a nuestro pueblo.[2]En esencia, el general Cárdenas conocía bien los méritos y los vicios de la universidad y los universitarios. Sabía que su preparación podía apoyar eficazmente en los trabajos urgentes de su programa revolucionario (la alfabetización y la lucha contra las supersticiones), pero también que eso requería de parte de ellos un acercamiento auténtico con los problemas de la sociedad, y que, sin esta característica, la cultura universitaria podría estar más bien alentando los intereses de la reacción.    


[1] Hemos abordado en otros textos el fenómeno de las memorias y autobiografías en la Revolución mexicana. Al lector lo remitimos a: Adrián Gerardo Rodríguez Sánchez, “La memoria a través de la pluma: las Páginas autobiográficas de Mariano Azuela”, en Premios Universitarios de Literatura, 2008-2012., México, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2012, pp. 379-405.Igualmente remitimos a unos extractos de nuestro libro: Una revolución llamada Zeferino Mares. Periodismo y política en México, 1879-1970, Editorial Libertad bajo Palabra, 2022, pp. 12-14.   

[2] Cárdenas, Lázaro. Palabras y documentos públicos de Lázaro Cárdenas, 1928-1970: Mensajes, discursos, declaraciones, entrevistas y otros documentos, 1928-1940. México: Siglo Veintiuno Editores, 1978, p. 151.